Por Pedro Díaz Méndez
Estamos en una nueva época y eso no nos tiene que asustar. Lo que nos tiene que preocupar, no asustar, es que, a diferencia de los cambios anteriores en la historia de la humanidad, existen unos arquitectos sociológicos quienes creen tener la solución a todos nuestros problemas: sociológicos, políticos, de salud, tecnológicos, éticos y morales, etc. Lamentablemente, es un grupo reducido de poderosos individuos y entidades corporativas (por ejemplo, los Bill Gate, George Soros, la fundación Ford, la Fundación Rockefeller, los gigantes tecnológicos, la ONU, el Vaticano, entre otros) que creen tener la capacidad para erigirse como arquitectos de nuestro futuro, del futuro de la humanidad en el planeta tierra a fin de gobernar el mundo desde un pedestal centralizado, sin tener en cuenta que cada pueblo tiene su propia historia, costumbres e identidad nacional y, por tanto, sus necesidades únicas. Lo peor no es eso, sino que creen firmemente que es el deber de ellos imponernos el discurso único y las nuevas normas que han de regir el planeta en todas y cada una de las esferas de la sociedad de ahora en lo adelante. Y de ello trata precisamente la ya famosa agenda 2030.
El problema de la nueva normalidad es que se trata de un concepto construido de arriba para abajo por unos pocos arquitectos sociales que creen tener la solución para todo y todos y que nos la quieren imponer a la fuerza. Esta es una breve y muy general visión de la nueva normalidad que hilvanan y traman en las sombras los ingenieros y arquitectos del nuevo orden mundial.
La humanidad ha pasado por muchos espacios de nuevas normalidades en el fluir de su historia (como por instancia, la inquisición y la imposición del catolicismo, el periodo entre las dos guerras mundiales, la guerra fría, la Gran Depresión, etc.). Esas han sido normalidades orgánicas y espontáneas surgidas de las relaciones y fricciones sociales en el seno mismo de la comunidad global, NO creadas ni diseñadas por un orden mayor extremadamente organizado en la forma de organizaciones e instituciones globales, y poderosos individuos que quieren moldear el planeta de la noche a la mañana matando en el proceso los valores antiguos de la civilización occidental en unos pocos años.
El problema de la nueva normalidad es que nos la quieren imponer algunos quienes encima han soslayado el humanismo, el conocimiento filosófico acumulado a través de las edades, la religión, y los valores atesorados por occidente a través de los siglos para dejarlos fuera de la ecuación. El problema no es el cambio en sí, sino que es un cambio repentino, brutal, y producto de una especie de ingeniería social, no del de cursar natural de las relaciones sociales entre individuos y naciones para dar forma y origen a un nuevo tipo de orden.
De esta manera, los arquitectos globalistas intentan convertir la población mundial en una legión de títeres. La élite globalista se ha erigido en ingeniera social que ha asumido el poder para hacer de la sociedad una especie de arcilla y moldearla a imagen y semejanza de lo que está en su cabeza, impidiendo que la sociedad siga su curso natural.
Ese es el problema de nueva normalidad diseñada por las huestes globalistas. El que pueda entender que entienda, el que no, ya entenderá, o acaso lo entenderán sus hijos y nietos. Lo malo es que ya para entonces va a ser un poco tarde tratar de modificar el error de dejarse guiar a las ciegas sin pensar. La gente tiene el poder y no lo sabe, pero así va la humanidad, como redil al corralón de la muerte existencial, cadáveres vivientes de la nueva sociedad.
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