Una disculpa para el gran Kato

¿Qué  hay de retrógrado en algunos escritores? Los escritores muchas veces acreditan sus cualidades personales, como únicas plausibilidades para llegar al bien superior (la escritura de Cioran, por ejemplo, la hermenéutica de algunos en Playa Albina, por otra parte). Intentan que se eleven todas las especies humanas hasta alcanzar su tipo, que aceptan como tipos superiores. Desprecian muchas veces lo que suele apreciarse, abren un abismo entre los valores superiores de los investigadores y el valor del mundo (siempre creyéndose capaces de videncias ingenuas). No ignoran, por supuesto, lo que es verdad, lo que es el fin, lo que es el verdadero camino. Los escritores tipo-ideales (a lo Weber) con una gramática robusta se nos muestran como dogmáticos absolutos, puesto que cuando tienen necesidad de expresar su escepticismo, ironía, lo hacen para poder escribir dogmáticamente sobre lo que para ellos es esencial.

La figura más impersonal de los tiempos que corren en Playa Albina es el tipo que, a sus propios ojos, ha extraviado, increíblemente, el norte. Durante algunos años fue el eje y el titán dramático de la culturalidad; entonces batalló, al menos, en probarse vinculado con los detalles más irrebatibles y meritorios para desentrañar la peculiaridad de la  “realidad ilusoria”, tal y como lo imaginaron los metafísicos de antaño que necesitaron relacionar la culturalidad antigua del hombre con la creencia de que el despertar la conciencia de la ilusión era el despertar cardinal. Por eso, el que abandonaba la perspectiva de la “inmunidad cultural”, con tanta más consistencia se enganchaba a la creencia en la cháchara de la motivación. Para eso tenemos al gran Kato y el levantamiento de cualquier objeto pesado. Ojalá existan más Katos en la comarca de la debilidad.

¡Alejaos de los motivadores!, lo reafirma Kato

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