Por Eduardo Lolo
A: Sr. Ángel Velázquez Callejas, editor de Ego de Kaska y al Sr. Antonio Ramos Zúñiga.
Un querido amigo me acaba de enviar, desde California, un ejemplar digital de Ego de Kaska. Ante todo, mi agradecimiento al editor por haber reproducido mi trabajo Introducción a la historiografía cubana del Exilio (originalmente aparecido en el Anuario Histórico cubanoamericano #7) y por haber publicado el artículo de Antonio Ramos Zúñiga sobre el mismo, a quien agradezco enormemente su atención a mi pieza introductoria.
Mi objetivo fundamental (aunque oculto) al escribirla, como uno de los etcéteras a los que alude Ramos Zúñiga, fue llamar la atención sobre un tema del todo obviado, incluso, fuera del ámbito cubano en particular. En efecto, la historiografía es la “cenicienta” de los estudios literarios, y sin la sandalia de cristal de la original. Se va a los libros historiográficos en busca de datos, alguna que otra opinión, y muy poco más, olvidándose que es también un subgénero del ensayo que, como todo género literario, debe ser leído (y disfrutado, si tiene calidad literaria) más allá de las páginas de los índices onomásticos, como si los nombres en esos listados no existieran con la excepción de los buscados por el lector.
El trabajo de Ramos Zúñiga representa, para mí, una esperanza de que alguien (al yo estar imposibilitado para hacerlo en la actualidad por razones múltiples) se encargue de redactar un sólido estudio de los historiógrafos serios del Exilio: sus temas, puntos convergentes y divergentes, aportaciones, voluntad de estilo en busca del lenguaje literario, etc., etc.
Con mi trabajo, aunque intenté que no fuera un listado y por ello lo redacté por temas, al parecer no logré mi objetivo, pues resulta fácil olvidar los nombres de una lista. De ahí que no me haya sorprendido que Ramos Zúñiga haya presentado en su artículo, al menos, a dos presentes como etcéteras ausentes. Y digo “al menos” porque escribo estas líneas luego de una primera lectura de su trabajo.
Por otra parte, veo que entre sus ausentes hay muchos que no son intelectuales dedicados a la historiografía, aunque todos destacados en otros géneros y disciplinas fuera de la literatura. A ojo de “mal cubero” creo que es un magnífico listado para tomar como fuente de un trabajo dedicado a la cultura cubana del Exilio, al que muy bien podría dedicarse el propio Ramos Zúñiga (espero que luego de terminado su libro sobre la historiografía cubana del Exilio).
Para evitar repita mi fracaso descrito en el párrafo anterior, le sugiero que reduzca sus autores a los icónicos en el campo. Un listado de cubanos del exilio que, siendo escritores o no, hayan escrito algo sobre la Historia de Cuba y sus exilios, posiblemente compita en dimensión con la antigua Guía Telefónica de Manhattan. Y muchos de sus nombres obviados u olvidados de inmediato.
Primeramente, se debe identificar la diferencia entre literatura y periodismo (con la lógica excepción del periodismo literario, que une lo mejor de las dos modalidades). Que un articulista escriba de vez en cuando un artículo histórico, no lo hace historiador (en tanto que cultor de un subgénero literario), aunque sí un periodista culto. Escribir en la redacción de un periódico, siempre acuciado por la hora de cierre, no es un lugar idóneo para hacer literatura. Hay, por supuesto, piezas excepcionales tales como “Yes, Virginia, there is a Santa Claus” publicado en The Sun (el periódico neoyorquino donde colaboraba Martí) y cuyo autor ahora no recuerdo.
Por otra parte, la narrativa histórica no es historiografía, ni hace historiador a ningún poeta o narrador que incursione ocasionalmente en el subgénero, en especial si ya tiene un merecido sitial meritoriamente alcanzado (de ahí que yo no mencionara a Zoé Valdés, la famosa novelista cubana que tanto aprecio y admiro, pues ella no necesita ninguna adición para más subir).
Hay casos excepcionales, como el de Cabrera Infante, dedicado con igual ahínco tanto a la narrativa como a la historiografía, aunque con menos obras en la segunda. Y no me refiero a Mea Cuba (que, para mí, no lo hace historiador) a la que todos ven como su ópera prima historiográfica, sino a un libro poco reconocido: Vista de un amanecer en el trópico que, por su calidad literaria, considero la más novedosa e ingeniosa (no podía faltar de la pluma de G. Caín) pieza de la historiografía cubana de todos los tiempos. Otro ejemplo, todavía (injustamente) no reconocido es el de Manuel Gayol Mecías, quien no sé si habrá de quedar en la historia como narrador o como historiador (yo voto por lo segundo, ¿o los dos a la vez? ¿Chi lo sa?)
Sí quiero agradecerle a Ramos Zúñiga el haber reconocido como historiador a Pedro Corzo, muy conocido por sus labores políticas, pero subestimado por sus trabajos historiográficos en medios diferentes: con la palabra escrita y sus documentales. Él, como López Callejas y otros etcéteras del listado de Ramos Zúñiga, es miembro de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio que fundáramos hace más de 10 años en el noreste del país y que ya cuenta con miembros numerarios en una docena de estados de la Unión y correspondientes en varios países de América Latina y Europa, una revista anual, un Blog, y una editorial con más de una docena de libros publicados.
Pudiera seguir, pero voy terminando (aunque dejando mucho en el tintero), pues creo que ya he dado demasiada lata. De nuevo, mi agradecimiento a ambos.
Saludos, por Cuba siempre, de Eduardo Lolo.