Un Dream de Kurosawa

Por Kukalambe

Para explorar la relación entre el sueño, el paisaje y la expresión artística de una manera más accesible, imaginemos una escena cinematográfica. El aclamado director japonés Akira Kurosawa ha capturado magistralmente la esencia del sueño, ilustrando cómo la humanidad se sumerge en la realidad sin despertar de ella. De sus ocho cortometrajes conocidos como Dreams, uno en particular ejemplifica nuestro tema: Cuervos, que se relaciona con la investigación de Lezama sobre el significado mitológico del cazador de cuervos y el método historiográfico del paisaje artístico (la relación del espacio habitado con la monstruosidad de lo abierto).

En esta escena de Cuervos, el sueño se manifiesta a través de un personaje que examina una obra del pintor holandés Vincent Van Gogh. A pesar de su enfoque crítico y su conocimiento de la técnica del pintor, el personaje no logra encontrar un significado coherente en las obras. Después de una cuidadosa observación, el observador se relaja y olvida los detalles en el lienzo, momento en el cual hace un descubrimiento revelador: el verdadero significado de las pinturas de Van Gogh no radica en los detalles visibles, sino en el espacio gnóstico  en la subjetividad del creador.

La habilidad de Kurosawa para visualizar este espacio misterioso en los lienzos de Van Gogh es notable. Él sugiere que este espacio no puede ser percibido en los detalles individuales, sino que requiere una comprensión más profunda que va más allá de las formas tangibles de la obra. Kurosawa, influido por la tradición Zen, se sumerge en el misterio de la vida, revelando cómo el pintor y su obra se fusionan en el lienzo para formar parte de un espacio infinitamente incognoscible.

El planteamiento del director japonés sugiere que en cada una de las pinturas de Van Gogh, el observador debe buscar el rastro del pintor dentro del espacio de la obra. Este hallazgo no se logra con una mera observación superficial, sino que requiere una visión metafórica, similar a la manera en que Lezama contempla el paisaje soñado en La expresión americana. Este enfoque revela que el pintor de los Dreams está intrínsecamente presente en cada aspecto del lienzo creado. Así como Lezama infundió vida al paisaje en los orígenes mitológicos de América, el pintor en la visión de Kurosawa se da cuenta de que ha estado en un estado de ensoñación, desconectado de la realidad. El diálogo entre el personaje y Van Gogh ejemplifica este concepto de manera impactante en la creación de paisajes.

En medio de un vasto paisaje que parece extenderse hasta el infinito, un pintor común se acerca al lienzo de Van Gogh y le interpela: «¿Eres tú Vincent Van Gogh?» La respuesta del maestro llega en forma de otra pregunta: «¿Por qué no estás pintando?». Este primer intercambio de palabras lleva consigo una profunda carga de significado. En lugar de responder directamente, Van Gogh, con su hábil desvío, revela un silencio cargado de significado. En ese espacio de aparente vacío, donde las palabras parecen desvanecerse, yace oculto el espacio gnóstico. Van Gogh, al realizar esta maniobra, sugiere que la identidad, el «tú eres«, no encierra su esencia; es meramente una etiqueta que señala un falso centro, una división entre el pintor y su obra.

En esta interacción, las preguntas ceden terreno, permitiendo que la experiencia pura, la esencia, la unidad y la verdad se manifiesten por sí mismas. Van Gogh expresa su asombro: «Este paisaje me resulta increíble. Los paisajes que parecen cuadros nunca lo son. Si observas con atención, toda la naturaleza posee su propia belleza. Cuando esa belleza natural se revela, me sumerjo en ella. Y entonces, como en un sueño, el paisaje se pinta a sí mismo ante mis ojos. Sí, absorbo este paisaje natural, lo devoro por completo. Y luego, cuando termino […] el cuadro se materializa por completo frente a mí. Pero es tan difícil retenerlo dentro de mí».

«El paisaje se pinta a sí mismo ante mí», proclama Van Gogh, sugiriendo que esta es la única forma verdadera de percibir el mundo. En su interior reside la única certeza absoluta de la realidad. Para Van Gogh, el paisaje no emana del mundo exterior, sino de su propia creación interna. Esta perspectiva plantea la cuestión fundamental sobre la naturaleza de la realidad: ¿cómo discernir si el mundo exterior es auténtico o simplemente un sueño?

Cuando el pintor ordinario inquiere sobre las actividades de Van Gogh, este responde con una declaración reveladora: «Trabajo incansablemente, me entrego como si fuera una locomotora en marcha». Esta afirmación encarna el verdadero significado de ser un pintor, un creador: una danza extática de gozo y éxtasis, donde la pintura se convierte en la totalidad del presente, el único espacio-tiempo donde la realidad se despliega plenamente viva y auténtica.

Después de esta breve interacción, Van Gogh se despide del pintor ordinario con palabras contundentes: «El sol me obliga a pintar. No puedo permitirme perder el tiempo hablando contigo». Con esta despedida, se desvanece de su vista, dejándolo solo en su búsqueda en medio del vasto paisaje. En la distancia, una señal de la presencia de Van Gogh se alza en el horizonte, evocando la imagen de las palomas que alzan vuelo desde la tierra hacia el cielo.

De vuelta a su realidad cotidiana, el pintor ordinario sale del lienzo y se da cuenta de que todo ha sido un sueño. Es en este momento que el director introduce una metáfora visual, denominada into the canvas, en el primer acto. Esta metáfora ilustra la necesidad de sumergirse en el lienzo para comprender verdaderamente el significado oculto de la obra de Van Gogh. Así, comienza la búsqueda; las dudas emergen y cuestionan lo que se ha considerado como la realidad existencial hasta ese momento, transformándola en un sueño cuando se observa desde una perspectiva diferente. Es entonces cuando Martí, al poner pie en suelo cubano en 1895, alcanza plena conciencia de esta idea paisajística, en un salto profundo e irracional, que solo puede expresarse de manera poética: ¡Dicha grande!

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