Por: Elpidio Granda
El castrismo cultural, tal y como se explica en Totalitarismo en Cuba, es una categoría sociológica que sostiene que el poder político del régimen cubano ejerce control sobre la vida cultural. El castrismo no alcanza hegemonía hasta 1968, cuando corrompe la narrativa patriótica y espiritual de la independencia de Cuba para sus fines políticos e ideológicos. Este modelo de dominación adquiere tintes totalitarios cuando el Ethos cubano y la domesticación del último hombre se entrelazan en la bio-política del poder.
Publicada en una versión ampliada en 2017, la idea central ya existía desde 2015. La metáfora de último hombre de Nietzsche se relaciona con la anti-historia y el anti-castrismo cultural, también forma parte del campamento del castrismo cultural, independientemente de las diferencias generacionales. Aunque se opongan, persiguen el mismo objetivo: la ideologización moral de la nación.
El totalitarismo en Cuba se define por el control del poder político sobre la cultura y la vida de las personas. La cultura castrista existe en Cuba, manifestándose a través del dominio del régimen sobre la expresión artística, literaria e intelectual. La fenomenología del castrismo cultural se refiere a cómo el poder impregna y moldea la cultura en beneficio de sus intereses. La noción de «último hombre» de Nietzsche se relaciona con la anti-historia y puede aplicarse a la situación en Cuba.
El traspaso del poder en Cuba al castrismo cultural puede considerarse parte del espacio animado, y nacer después de 1959 podría vincularse con el castrismo, aunque el impacto puede variar. El castrismo es un lenguaje fonotipológico que se convierte en voz, una herramienta para el poder.
En la tertulia se debatió la necesidad de investigar más allá de la represión en el totalitarismo cubano. El totalitarismo se evidencia mediante la represión política e ideológica, pero en Cuba, según el autor de «Totalitarismo en Cuba», se debe profundizar en las estructuras narrativas subyacentes. El totalitarismo cultural se manifiesta en la gramática de una orden, la ascesis monástica de organización social y la manipulación del lenguaje para favorecer el poder y fomentar la enajenación en el trabajo. La represión es solo un subproducto visible del totalitarismo, mientras que la mayor parte permanece oculta.
El totalitarismo debe dominar la escena cultural para efectuar represión, y la cultura castrista encaja en la impresión de Wittgenstein de que la cultura es un reglamento de una orden. Esto supera las interpretaciones doctrinarias y se basa en la teoría del disciplinamiento.
El Dr. Jorge Sanguinetti escribió en la introducción que Totalitarismo en Cuba es un libro valiente e importante, ya que aborda temas raramente mencionados por los intelectuales cubanos. Examina las raíces y causas del castrismo, incluyendo su proyección fuera de Cuba, y explora el papel crucial de la cultura en este fenómeno. Los ensayos desafían a los intelectuales cubanos a investigar más profundamente la sociedad cubana en diversos aspectos.
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