Tiranía versus exilio cubano. ¿Quiénes son los terroristas?

Por Antonio Ramos Zúñiga

Desde que régimen castrista existe, ya son 65 años, la demonización del exilio cubano activista ha sido su política de estado preferente, a la cual dedica cuantiosos recursos en propaganda (campañas de descrédito), vigilancia (espionaje) y divisionismo (quintacolumnismo, topos, intercambios culturales), además de contar con los refuerzos que le ofrece el apoyo de la izquierda radical estadounidense, CNN, un sector de Hollywood, de cierta derecha mercenaria que solo cree en Midas y del neocomunismo internacional, con su nueva vestidura capitalista liberal. También el castrismo cuenta con la “inocencia reformista” (1) y los “buenos oficios” de algunos exiliados que auspician un cambio negociado, los llamados “dialogueros”, que han promovido, pero no conseguido, que la diplomacia ablande el corazón del Big Brother guerrillero. 

Aún así, esta combinación de troyanos, guasones y poder no ha podido destruir el exilio, al que se le acusa sistemáticamente de terrorista, mafia, contrarrevolucionario, gusano y vendepatria. Por ejemplo, es interesante ver como el tema cobra nuevo empuje en nuestros días creando nebulosas sobre el concepto, a la par que se transforma en delicado patrón de identidad política.

Los terroristas del exilio

Si bien el llamado exilio terrorista ha sido obsesivo para el castrismo, ahora muestra nueva garra: la denuncia oficial, oficializando y publicando la satanización en su Gaceta oficial (2), armando una hiper campaña mediática y acusando sin ninguna responsabilidad moral a todo aquel que le venga en ganas, alegando “pruebas” que parecen más bien insultos groseros propios de sus mítines de repudio y ejecuciones sumarias. Entre los acusados aparecen figuras odiadas por el castrismo, simplemente porque no se les puede callar ni meter en la cárcel, viven en democracia y tienen todo el derecho a denunciar las atrocidades totalitarias y las penurias de la sometida población cubana. Acusar de terroristas a los Yo acuso, que denuncian a viva voz, es además una bajeza inhumana. Imaginen la represión de horror que padecen lo que se atreven a hacerlo en la isla. Es preciso señalar que muchos de los acusados son jóvenes de las nuevas generaciones, sin ningún vínculo con los antiguos comandos libertarios, en su mayoría fallecidos, que usaban métodos de lucha armada.

       La lista negra castrista se convierte en calumniadora cuando presenta nombres que no son terroristas ni en actos ni en palabras, entre ellos Alexander Otaola (periodista, influencer), Eliecer Avila (Youtuber), Orlando Gutierrez Boronat (profesor  universitario), Ramón Saúl Sánchez (activista), Ana Olema Hernández (artista visual), Ninoska Pérez Castellón (periodista), Liudmila Santiesteban ( Youtuber), Alain Lambert Sánchez (Paparazzi), Manuel Milanés Pinzonero (influencer), etc. Nótese que muchos de los llamados terroristas son jóvenes de la llamada generación Nuevo Hombre, a quienes no se le ha podido convertir en robots del “mundo feliz”.

       Otros enlistados, algunos ya fallecidos, a quienes la etiqueta de terrorista se aplica por intervenir en planes libertarios contra el comunismo cubano, si acaso fueron terroristas, habría que demostrarlo ante un tribunal imparcial, y hasta ahora no han sido emplazados por el gobierno cubano. Entre los que se mencionan (Novo Sampoll, José Francisco Hernández Calvo y Pedro Ramón Crispín), se les acusa por un incidente “terrorista” ocurrido en el hotel Copacabana, en La Habana, en 1997. El gobierno cubano, por supuesto, infló el suceso, conviertiéndolo en guerra mediática contra el exilio. Las investigaciones hoy en día ha demostrado que, si bien hubo una tentativa contra el castrismo, no se produjo “una ola de bombas”, y se ha llegado a la conclusión de que después que fueron arrestados un salvadoreño y dos cubanos, acusados de terrorismo, la bomba que explotó y mató a un turista italiano pudo ser obra de la seguridad del estado, a fin de armar su show. Si se estudian los expedientes acusatorios hacia el llamado terrorismo del exilio, ninguno presenta un fundamento acusatorio sólido, debido al cariz ideológico e incriminante que suele practicar el totalitarismo para deshacerse de sus oponentes, sean pacíficos o armados. La crítica y la lucha civil y pacífica que es la generalizada en el exilio y en la isla claro está que no es terrorista bajo ningún contexto. Tampoco es terrorista el que aspira a deshacerse de las cadenas impuestas por una tiranía, según José Martí, Albert Camus y George Orwell.

Terrorismo de estado y castrismo

A ver. Esos que acusan, y que se gastan millones en reprimir al pueblo, vigilar las disidencias, llenar las cárceles políticas, subvertir países y espiar al exilio cubano, ¿acaso son los santos del edén? El mundo sabe que esa santidad no existe y el lacerado pueblo cubano lo sabe mejor que nadie. Los bárbaros mítines de repudio contra los disidentes pacíficos, ¿qué cosa es? Enviar tropas para apoyar la conquista rusa de Ucrania, ¿no es un agravio a la nación cubana de connotación terrorista? ¿No es acaso el peor de los terrorismos el que se vuelve contra un pueblo o etnia indefensa? La Rusia comunista, el horror nazi, el genocidio stalinista, el baño de sangre de la subversión comunista en América Latina, el terrorismo musulmán, el totalitarismo militarista implacable en Cuba, son ejemplos de cómo se manifiesta la voluntad mortífera del poder frente a la soberanía de personas y naciones.

       El gobierno cubano, por decenas de años, ha manejado un proyecto económico fallido de mala administración y hambre que se le critica, cuando debería criticársele por la desmesura de su exitoso proyecto de panóptico masivo y por aterrorizar con crueldad a los ciudadanos que demandan libertad, justicia y democracia. La macabra lista de actos terroristas del régimen castrista un día será conocida, y al igual que pasó con los desclasificados de la antigua Unión Soviética, la verdad sobre las calamidades y los muertos que acumula el castrismo provocarán escalofríos y tendrá que reescribirse la historia, la que ahora pinta de santidad a la infamia.

Aquel terrorismo en la república y el 26 de Julio

En Cuba, el partido comunista desde sus inicios, tenía presente el terrorismo, porque el método lo había aprendido de Lenin, luego actualizado por los aportes de Hitler y Stalin. Durante la revolución contra Machado de 1933 el pueblo desbordó las calles, el vandalismo fue al por mayor, pero la movilización popular se percibió como revuelta revolucionaria. Curiosamente, Stalin no aprobó que la caída de Machado fuera bisagra para tomar el poder. Hay que recordar que después de 1933, Stalin y Hitler se llevaron muy bien, lo que terminó en fiesta al repartirse Polonia. El ataque al cuartel Moncada, dirigido por Fidel Castro, en 1953, fue un baño de sangre que se acuñó revolucionario, por obra de la propaganda posterior. En los años siguientes, es cuando el terrorismo revolucionario saca su hocico en la isla, principalmente en la Habana y ciudades capitales de provincias, ejecutado principalmente por el movimiento 26 de Julio de Fidel, los comunistas, y otras organizaciones antibatistianas. En 1957 y 1958, se ponían bombas en cines, medios de transporte, acueductos, calles, salones públicos, hubo muertes, el pánico recorría las ciudades, etc. Se coordinó lo que después se llamó la noche de las 100 bombas, terrorismo fanático al máximo. Algunos de los terroristas son hoy mártires revolucionarios. La historia de este terrorismo, que trata de ocultar el régimen, se recoge en las publicaciones de la época. Con los años, la experiencia cubana en ejecuciones terroristas estuvo al nivel de la soviética y fue la escuela de los terroristas latinoamericanos, de ETA, del chacal Carlos, los palestinos, intervinieron además en operaciones criminales contra el exilio cubano, etc.

Qué hacer si te acusan los lestrigones

Además de desacreditar, una de las intenciones del régimen es interferir las actividades opositoras y plantar un mensaje disuasivo, es decir, provocar terror y acoso. Seguramente creen que pueden influir en los servicios de seguridad de las democracias, y levantar dudas en Estados Unidos contra los acusados. No será posible. Primeramente, porque los acusados tienen derecho a réplica y a repeler legalmente la difamación y la perturbación que ha creado el régimen en sus vidas privadas, empleo y relaciones humanas. No se van a asalir con las suyas, porque calumniar, difamar, y tratar de fusilar a una persona con agravios infundados, puede serle un veredicto en contra en cualquier tribunal democrático. Es lo que seguramente sucederá. El descarado emplazamiento público, basado en la mentira y el odio, les costará caro, y al mismo tiempo la mala intención totalitaria ha generado un movimiento de apoyo hacia los acusados, que ahora no son simples nombres, sino figuras queridas de la vanguardia honradas en el exilio cubano, y en los demás exilios antitotalitarios del mundo.   

Notas

(1) La inocencia realmente no existe, pero tengo amigos exiliados que critican al exilio tildándolo de mafia, porque suponen que lo es, o porque creen en la propaganda, pero no dan pruebas. No se puede criticar a un conglomerado, en base a hechos singulares. Las mafias, la corrupción, existe en todo el mundo y es en el mundo comunista donde la mafia goza de mayor impunidad, empezando por Cuba.  

(2) Ver la lista oficial de terroristas, en Gaceta Oficial de la República de Cuba, No.83, Año CXXI, La Habana, jueves 7 de diciembre de 2023. Puede consultarse íntegra en Internet.

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