Por Spartacus
Una de las obras filosóficas más influyentes del siglo XX es El Tercer Canon del Pensamiento de P.D. Ouspensky, escrita en 1922, que plantea una reinterpretación radical de la historia del pensamiento y la conciencia humana. La obra, que forma parte de la serie de textos en los que Ouspensky explora la teoría del conocimiento y los estados superiores de la conciencia, se presenta como un desafío tanto para los estudiosos de la filosofía como para los iniciados en el misticismo. A lo largo de los años, he perdido la cuenta de cuántas veces la he leído, pues cada nueva lectura revela capas de significado que, de alguna manera, se mantienen vigentes, desafiando el tiempo y los límites del pensamiento convencional.
Ouspensky sostenía que, en la historia del pensamiento, el Tercer Canon representaba el primero de los primeros, un texto tan primordial que el propio autor de dicho canon es considerado un «vehículo astral», un ser capaz de transitar entre las dimensiones del conocimiento y de la experiencia humana. En este sentido, Ouspensky no solo nos presenta una reflexión sobre la historia del pensamiento filosófico, sino que su enfoque resulta metafísico y trascendental, al sugerir que las obras fundamentales de la filosofía no solo nos hablan de la razón humana, sino también de las estructuras profundas y cósmicas del universo.
El Tercer Canon no es un texto simple ni accesible en su primer acercamiento. De hecho, Ouspensky afirma que este texto ya existía mucho antes que los dos textos fundamentales que tradicionalmente se reconocen como los pilares de la filosofía moderna: el Órganon de Aristóteles y el Nuevo Órganon de Bacon. Ambos libros, piezas clave en la tradición filosófica occidental, intentan sistematizar y refinar el conocimiento y la lógica, abriendo las puertas a una visión científica y empírica del mundo. Aristóteles, con su Órganon, estableció las bases de la lógica formal, mientras que Bacon, con su Nuevo Órganon, propuso el método inductivo como la forma correcta de conocer la naturaleza. Estos dos filósofos fueron, en sus respectivos contextos, revolucionarios; pero Ouspensky va más allá al plantear que la auténtica base del pensamiento humano se encuentra en una obra aún más remota, el Tercer Canon, cuyas enseñanzas se centran no solo en el conocimiento del mundo exterior, sino en el acceso a los misterios de la conciencia cósmica.
El Tercer Canon del Pensamiento introduce la idea de que los verdaderos misterios de la mente humana no pueden comprenderse simplemente a través de la lógica y la razón. El pensamiento humano, tal como lo conocemos, está limitado por las restricciones del tiempo y el espacio. Por ello, Ouspensky propone que es necesario trascender estos límites a través de un conocimiento esotérico que solo puede obtenerse mediante el desarrollo de una conciencia superior. Este enfoque se aleja de las perspectivas racionalistas y materialistas, acercándose más a una concepción mística del mundo. Ouspensky sugiere que el Tercer Canon no es una obra filosófica en el sentido clásico, sino una clave para comprender las estructuras ocultas del universo, aquellas que solo pueden ser vistas desde una visión trascendental de la conciencia.
El hecho de que Ouspensky utilice la figura de un «vehículo astral» para referirse al autor de este canon es un indicio de su concepción del conocimiento como algo más que un simple proceso intelectual. Para él, el conocimiento verdadero se alcanza cuando la mente humana se une con un plano superior de existencia, y esta unión permite el acceso a una comprensión cósmica de la realidad. En otras palabras, el Tercer Canon no es solo una obra filosófica; es, en cierto modo, un manual para la transformación del ser humano en un ser capaz de percibir la realidad desde una perspectiva más profunda y universal.
En este contexto, Ouspensky menciona tres obras fundamentales que, según su interpretación, marcan etapas en el desarrollo del conocimiento humano. Primero, el Órganon de Aristóteles, que establece las bases del pensamiento lógico y formal. Segundo, el Nuevo Órganon de Bacon, que propone un método inductivo para la obtención del conocimiento científico. Y tercero, El Tercer Canon del Pensamiento, que, según Ouspensky, ya existía antes que las dos anteriores y constituye la verdadera raíz del conocimiento filosófico. Esta tercera obra, en su concepción, no es simplemente una obra escrita por un hombre, sino un texto que trasciende la historia y el tiempo, como si fuera un vehículo para una comprensión más profunda de la realidad.
A raíz de esta obra, Ouspensky se adentró en el misticismo bajo la tutela de George Gurdjieff, un maestro espiritual conocido por sus enseñanzas sobre la conciencia y el despertar. Gurdjieff había desarrollado una serie de métodos y prácticas destinadas a ayudar a sus discípulos a trascender las limitaciones de la conciencia ordinaria y alcanzar un estado de atención y percepción superiores. Ouspensky, que inicialmente se sintió atraído por estas enseñanzas, llegó a convertirse en uno de los discípulos más cercanos de Gurdjieff. Sin embargo, a pesar de esta profunda relación con el misticismo y la espiritualidad, Ouspensky decidió, eventualmente, abandonar la práctica y las enseñanzas de su maestro.
La razón de esta decisión radica en una reflexión profunda sobre el propósito y los métodos del misticismo. Ouspensky comprendió que el misticismo no era más que una forma distinta de disciplinamiento, un camino ascético cuyo objetivo final era la formación del nuevo sujeto, el individuo capaz de vivir en un estado de conciencia elevado. Sin embargo, a medida que profundizaba en las prácticas místicas, Ouspensky llegó a la conclusión de que este camino, aunque profundamente transformador, no era el único camino hacia el conocimiento. El misticismo, tal como lo entendió Gurdjieff, consistía en un entrenamiento intensivo para dominar la mente y el cuerpo, pero Ouspensky llegó a sentir que este entrenamiento no llevaba necesariamente a la verdadera comprensión de los misterios cósmicos que él había intuido en El Tercer Canon.
Así, el misticismo, aunque poderoso en sus métodos, no era la única vía para acceder al conocimiento superior. Ouspensky reconoció que la disciplina intelectual y la búsqueda de la verdad a través de la razón y la lógica podían coexistir con el conocimiento místico, pero que cada camino debía seguir su propio curso. Su decisión de abandonar el misticismo no fue un rechazo absoluto de las enseñanzas de Gurdjieff, sino un intento de seguir su propio camino hacia la comprensión de la conciencia y del universo.
El misticismo, en última instancia, representaba una forma de entrenamiento espiritual que, para Ouspensky, tenía sus propios límites. La búsqueda de la verdad, por más ascética y profunda que fuera, no podía prescindir de la reflexión filosófica y del ejercicio crítico de la razón. En este sentido, la obra de Ouspensky, y particularmente El Tercer Canon del Pensamiento, invita a los lectores a reconsiderar las formas de conocimiento y a buscar una síntesis entre el pensamiento lógico y la experiencia mística. La obra no solo es un tratado filosófico, sino un desafío a las convenciones del pensamiento y una invitación a adentrarse en los misterios de la conciencia cósmica.
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