© de la imagen: pintura de Guillermo Martí Ceballos, 2008

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Terapia de lectura

Por Juan Bautista Durán.

No se suele hablar de la posición en que leemos y es algo sin duda básico para que la lectura fluya. Requiere de unas instrucciones, como quien dice, y a los profesores de lengua y literatura habría que pedirles también unas lecciones al respecto. Instrucciones para leer, tal cual, del mismo modo que Julio Cortázar daba instrucciones para bajar las escaleras, para darle cuerda al reloj o para llorar, incluido el tiempo recomendado. El llanto, decía, debe durar unos tres minutos. ¿Y la lectura de una obra de narrativa? Más que la de poesía y menos que la de un cómic. Aunque eso dependerá mucho, es cierto, del hábito y el humor de cada uno.

Hay que ser un llorón experimentado y tener una pena muy honda para que el llanto se extienda más allá de los tres, cinco o diez minutos, tiempo recomendado por un Cronopio que con probabilidad nunca midió en serio la pena de un Fama. Para el llanto, como para la lectura, lo mejor es no fijarse demasiado en el reloj. La posición sí es importante, y hablar de ella en clase podría ayudar a los alumnos en cuyas casas se lee poco a acceder mejor a ciertos textos. Se habla de posiciones y posturas para muchos menesteres, pero rara vez, y eso que es indispensable, para la lectura. No basta con decir «en una posición cómoda», lo cual es obvio, casi una bravuconada, puesto que la incomodidad es la antesala del fracaso.

Leer el artículo original en el Blog de Editorial Comba

© de la imagen: pintura de Guillermo Martí Ceballos, 2008

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