Oswald Spengler caricatura de Rudolf Großmann, 1922

Oswald Spengler caricatura de Rudolf Großmann, 1922

Spengler: espacio y cultura

Por: Kukalambe –

Impulsado por la distinción introducida por Leo Frobenius entre sociedades que abrazan la expansión hacia lo lejano y aquellas que la temen, Spengler se embarcó en el intento de categorizar las culturas según sus formas de relación con el espacio. Fue entonces cuando notó lo que podría describirse como la introducción de un desafío específico en el alma de una cultura, un choque inicial.

En esta discusión, se deja de lado el hecho de que estas almas culturales, aunque desacreditadas, son unidades definidas de manera simplista, y que ya no son relevantes en la era de la sociedad global incipiente. Spengler habla sobre estas conexiones en términos muy similares a los de Nietzsche, especialmente cuando se considera que Nietzsche, en sus momentos más lúcidos, se asemeja a un inmunólogo o a un médico cultural consciente de que las culturas y sus portadores, los seres humanos, son criaturas que han sido expuestas a lo monstruoso y desarrollan sus propias respuestas de inmunidad, que dan lugar a diversos temperamentos culturales.

En este sentido, se debe entender la idea spengleriana de que solo existen ocho culturas superiores en un sentido estricto. Solo en estos pocos casos las culturas superiores, cada una con su carácter único e irreemplazable, han logrado desarrollar respuestas creativas de inmunización. Estas ocho culturas auténticamente superiores serían extensiones de reacciones inmunitarias locales y, como se sabe, durarían miles de años o cuarenta generaciones. No hay que dejarse engañar por las metáforas botánicas utilizadas por Spengler.

Sus culturas no son tanto plantas de un orden superior, como él sugiere, sino procesos generacionales que se desarrollan a través del estímulo de una respuesta de inmunidad creativa que se va formalizando cada vez más hasta llegar a la parálisis. El único aspecto casi vegetal que se podría admitir aquí es que las culturas superiores siempre han estado estrechamente vinculadas a un paisaje distintivo. Este pensamiento morfológico fundamental se hace especialmente evidente en las dos culturas que Spengler identifica como problemáticas en su lista.

Spengler alcanza su máximo potencial, como reconocen incluso sus críticos más escépticos, cuando analiza la cultura fáustica y la árabe. Estas dos culturas son, por así decirlo, las más incurables y peligrosas; en otras palabras, son aquellas en las que la reacción inmunitaria a la exposición a lo monstruoso ha fallado o ha degenerado en reacciones exageradas. De estas surgieron fenómenos patológicos como Europa, America y «Arabia», que siguen siendo fascinantes e inquietantes.

La cultura árabe sigue siendo problemática principalmente porque no ha logrado formar una identidad propia; nunca ha sido capaz de establecer un territorio convincente, por lo que solo ha existido como una historia fantasmal de alto nivel. Spengler lo describe elegantemente como una pseudomorfosis. No se debe olvidar que, según él, el cristianismo en su primer ciclo no fue más que una metástasis del alma árabe que rondaba como un fantasma entre los pueblos.

El segundo caso problemático es la cultura fáustica, que ya hemos discutido anteriormente: un estadio civilizatorio tardío al que los europeos accedieron, según el esquema de Spengler, desde finales del siglo XIX. Su carácter expansivo se explica por su exposición al concepto de lo infinito, que representa una reacción inmunitaria fallida al shock del espacio ilimitado, lo que resultó en un exceso constante y una expansión perpetua de sus fronteras.

Según esta perspectiva, los europeos del norte, en contraste con los griegos que amaban las fronteras definidas, podrían ser vistos como obsesionados con lo infinito, arraigados profundamente en su estructura psicológica, pero no de manera defensiva o fóbica, sino de manera ofensiva y expansiva. Desarrollaron una suerte de síndrome sádico de infinitud que, en el contexto de la era burguesa, podría ser considerado fáustico. Esto puede relacionarse con algunas observaciones relevantes sobre la cultura europea y su derivado norteamericano, que muestran una tendencia hacia lo infinito y una resistencia primordial contra los límites y la escasez.

Es cierto que el pensamiento moderno también reconoce la importancia de los límites y su defensa contra aquellos que los traspasan. No es casualidad que uno de los libros más exitosos de la segunda mitad del siglo XX sea «Límites al Crecimiento». Aunque el título sigue desconcertando a muchos, dado que gran parte de sus críticos argumentan que en nuestro mundo no existen límites para el crecimiento, este problema tiene implicaciones más amplias. Desde una perspectiva filosófica, implica el debate entre Heidegger y Hegel; políticamente, se refleja en la lucha entre los ecologistas, defensores de la finitud, y los neoliberales y socialistas, quienes parecen abogar por políticas de infinitud. En este contexto, la socialdemocratización del planeta explica por qué la socialdemocracia puede ser vista como una promoción del infinitismo en términos de redistribución, lo cual depende a su vez del infinitismo inherente a la producción capitalista.

Se puede acercar a una comprensión más precisa de estos asuntos si se considera la historia del concepto de infinitud en relación con los discursos actuales sobre cultura y sociedad. A pesar de todas las críticas válidas y las limitaciones de su enfoque, Spengler sigue siendo un interlocutor relevante para ciertas ideas, especialmente en lo que respecta a las relaciones entre el espacio y la cultura, tal como lo señaló junto con Frobenius. Ambos introdujeron una distinción crucial que cualquier «médico de la cultura» debe tener en cuenta: la diferencia entre culturas más o menos «sanas» y más o menos «enfermas», lo que deja claro que las culturas superiores son inherentemente complejos patológicos en desarrollo.

Sin embargo, más tarde se ha llegado a comprender las limitaciones y problemáticas de estos conceptos. Esta comprensión es crucial, dado que se han cometido muchos errores debido a los cortocircuitos entre los discursos médicos, políticos y culturales. A pesar de que los análisis anteriores pueden haber sido insatisfactorios o simplistas, no se pueden ignorar estas cuestiones poco convencionales. La situación actual, tanto ecuménica como ecológica, vuelve a plantear preguntas fundamentales sobre orientación normativa.

Si uno está interesado en la apertura y la circulación libre entre culturas, debe reconocer la conexión entre la disposición hacia el espacio y la actitud hacia los extraños, y, por lo tanto, la conexión directa entre los fenómenos correspondientes de amistad y hostilidad. Por lo tanto, es relevante profundizar en las intuiciones de Spengler y considerarlo como un experto en cuestiones relacionadas con el espacio primordial.

Caricatura de Spengler por Rudolf Grossmann (1922).

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