Por Pánfilo de la havana
La palabra “criollo”, con la que se designó un carácter clasista y de nacimiento a los hombres de los pueblos americanos, es un derivado del vocablo de la prístina portuguesa “crioulo” que significaba “crianza de pollo”. En los diccionarios razonados de voces cubanas del siglo XIX y XX el vocablo “criollo” asume una connotación enteramente antropoetnica positivista según el contexto de la formación de la cultura burguesa cubana y se le despoja del concepto “cria-animal” porque el nacido en la tierra, en patria, en casa, va a quedar desprovisto de un relato de la antropogenesis universal y regional.
El historiador cubano Julio Le Revirend en un libro póstumo sobre el criollo y la nacionalidad cubana apunta que la “criollez” en el siglo XIX fue resultado de la compleja dinámica de la espacialidad doméstica en las ciudades donde el proceso de la economía de marcado se abrió paso en la isla. Lo que resulta evidente no ha sido estudiado hasta el momento: la domesticación de la vida criolla en enclaves específicos fue el factor de diferencia y ruptura con el modo de vida foráneo y colonial.
La crianza (el modo de como el “pollo cubano” sobrevive a la infancia) todavía esconde la vía y la forma de cómo ser cubano asume el “claro” de la historia y el destino de la nacionalidad y la nación hasta en los días que corren.
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