Sentencia a giros de un machete

Por José Raúl Vidal y Franco.

La traición de una novia - Cuba en Noticias

Quintín Bandera, cuyo nombre completo es José Quintino Bandera Betancourt, fue uno de u nuestro grande guerrero. Estuvo en todas las batallas por la independencia de la Patria junto a Maceo, Guillermón Moncada, Flor Crombet, entre muchos. Fue quien propuso a Juan Gualberto Gómez, la fecha del 24 de febrero de 1895 para comenzar la guerra que Martí con tanta diligencia había coordinado desde el Partido Revolucionario en el Exilio. Era el primer día del carnaval, argumentó.

Quintín tenía un temperamento difícil, de escasa cultura y un modo de decir muy montuno. Era temible en el combate.

Cuenta la tradición que ejecutaba personalmente a cuanto guerrillero cogía prisionero, decapitándolos con su enorme machete. Según testigo los formaba uno al lado del otro y con su peculiar modo de hablar les preguntaba: “Mijo ¿cómo ñama tú? “El guerrillero aterrado respondía con su nombre al tiempo que Quintín giraba frente a él, levantaba el machete y le arrancaba la cabeza de un tajazo. Luego decía: “Te ñamabas”, mientras la cabeza rodaba lejos del cuerpo del prisionero.

Silencio absoluto entre la tropa que observaba. El aire soplaba sereno en la manigua. Solo se escuchaba el lloriqueo de quienes suplicaban por su vida. Algunos eran arrastrados y obligados a permanecer de pie: querían desaparecer mientras que otros se orinaban o parecían idiotizados ante el terror de la escena.

Un día un grupo de oficiales mambises va a ver a Gómez, el General en Jefe, a quejarse de la forma en que Quintín mataba a los guerrilleros. Expusieron todo tipo de razones.

El Viejo, que así le decían a Gómez, los escucha con mucha atención. Cuando hubieron terminado, Gómez guardó silencio por unos minutos: parecía reflexionar. Silencio marcial.

Todos esperaban su decisión sobre el caso. Querían destituir a Quintín. Por fin Gómez se levanta de su hamaca, saca un pañuelo que llevaba entre su bota derecha, camina entre los oficiales secándose el sudor de la frente y dándoles la espalda. Nadie habla. De pronto se vira y les dice:

“Dejen a Quintín que cada quien mata pulgas a su manera”.

Los guerrilleros eran asesinos.

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