Por Armando de Armas
Este 24 de junio, día de San Juan, se cumplen 3 años de la muerte de Roberto Martín Pérez, uno de los hombres más íntegros en la lucha contra el comunismo en Cuba que he conocido y, tal vez por ello, uno de los menos mediáticos dentro de esa lucha; tampoco es que lo necesitara -si la memoria no fuese tan corta e interesada- porque sus acciones bastan para no ser olvidado.
Martín Pérez murió a los 86 años en Miami y de estos pasó 28 y 6 meses plantado en la cárcel política en Cuba; desde 1959 hasta 1987. Nació en la ciudad de Santa Clara el 11 de agosto de 1934. Tras salir de la prisión, el 29 de mayo de 1987, contrajo matrimonio con la destacada artista, periodista y activista por los derechos humanos Ninoska Pérez Castellón; quien antes había encabezado una tenaz campaña a favor de su liberación de las cárceles cubanas.
Ninoska ha escrito, y todo el que estuvo en la prisión con él lo confirma, que Roberto “Vio morir a sus amigos en huelgas de hambre, caer acribillados por las balas ante el paredón de fusilamiento, pasó hambre, frío, rabia y dolor junto a sus hermanos. Sobrevivió torturas, castigos inhumanos, falta de atención médica y nunca lograron doblegarlo”.
No pretendo escribir su biografía, ya existe bajo el título de Macho, un prisionero político cubano: Roberto Martín Pérez, obra del autor español Rafael Cerrato que se puede adquirir en Amazon. Sólo pretendo recordarle, recalcar algunos puntos de esa biografía singular y exponer mis impresiones acerca de su carácter en el trato que tuve con él.
En agosto de 1959, apenas haber escapado de la isla, Macho -como le apodaban sus amigos- regresa desde Santo Domingo al frente de una expedición militar en un avión DC47 por la ciudad de Trinidad, donde como parte de la conspiración, según siempre sostuvo Martín Pérez, lo estarían esperando con armas y hombres los comandantes Eloy Gutiérrez Menoyo y William Morgan; pero quienes estaban esperando eran las tropas castristas. Luego de un intenso intercambio de disparos hubo 2 muertos por parte de los expedicionarios y tres por parte de las fuerzas del régimen. Roberto y el resto de los sobrevivientes, Luis Pozo y un español de la Legión Extranjera Francesa, sin municiones, exhaustos y rodeados de fuerzas infinitamente superiores son capturados. Geoestratégicamente Trinidad era el punto ideal para una invasión a la isla, situada en la faldas de la cordillera del Escambray y con una población en su inmensa mayoría en contra del nuevo régimen, no así los pantanos de Bahía de Cochinos como ocurrió después con la clara intención de que fracasara y armar la mentira de Castro como causante de “la primera derrota del Imperialismo yanki en América”. Gutiérrez Menoyo y Morgan pagarían muy caro después el no cumplir con lo acordado. El primero pasó 20 años en la cárcel y el segundo fue fusilado, acusados ambos de conspirar contra el régimen que habían ayudado a triunfar.
En mi libro Mitos del antiexilio, Miami, 2006, en el capítulo 4 titulado El exilio está dominado por el odio y la intolerancia, pongo una anécdota de Roberto como ejemplo supremo de ese odio que nos achacan; escribí entonces: “después de permanecer 28 años en la cárcel (Mandela estuvo 25), donde los castristas le obsequiaron con 7 impactos de bala, uno de los cuales le reventó un testículo, y con un bayonetazo en el recto, Roberto Martín Pérez se encontraba un día en su oficina de la Fundación Nacional Cubano-Americana, cuando un grupo de compañeros de presidio irrumpió en el local arrastrando a un individuo que gimoteaba, imploraba perdón y caía de rodillas ante un azorado Martín Pérez que no acababa de entender a qué se debía tanto alboroto; hasta que se lo explicaron. El individuo, que a esas alturas se había orinado y defecado en los pantalones, no era otro que el jefe de la prisión de Isla de Pinos; el mismo que allá por el año 1962 le había herido con la bayoneta en el recto. Cuenta el ex prisionero que su primer impulso fue estrangular a aquel despojo humano, pero algo en su interior le conminó a no arrastrarse al nivel de su victimario y lo perdonó; y no sólo lo perdonó, sino que mandó a que lo llevaran a bañarse, le dieran ropa limpia y le hicieran café; hizo más, le buscó un empleo al sujeto que recién acababa de arribar a Miami; esa ciudad de intolerantes”.
En 1897, debido a una gran presión internacional, la dictadura cubana deja en libertad a Martín Pérez para que se fuera a Panamá, pero el avión enviado a Cuba por el general Manuel Antonio Noriega a recogerlo, como un favor a Fidel Castro, tuvo que regresar sin el preciado prisionero, Roberto no aceptaba salir porque habían otros 200 presos que estaban en peores condiciones y solo después de varios días de esos mismos presos rogarle que saliera y abogara por ellos en el exterior fue que abandonó la prisión.
¿Cómo conocí a Roberto? Como conocí a tantos otros ex prisioneros políticos históricos, el poeta Ángel Cuadra, Raúl Pintado, Rolando Borge, Justo Quintana y muchísimos más, en los distintos caminos emprendidos en la lucha por la libertad de Cuba. Cuando este autor apenas gateaba ya ellos estaban presos o inmersos en esa lucha, luego tuve el honor de unirme a muchos de ellos en esa misma lucha. En calidad de directivo del Ex Club, Organización de Ex Prisioneros y Combatientes Políticos Cubanos, fui invitado por Borge, presidente del organismo, a una reunión con Roberto por una de las operaciones que con bastante éxito llevábamos a cabo dentro de la isla. Nos simpatizamos enseguida. Era lo que se llama en el argot de la calle, hombre y amigo, y me dio la impresión de ser como un niño grande; cualidad que estimo no ha de faltar a los auténticos héroes. La otra impresión que me lleve es que era efectivamente un hombre duro, tal cual la leyenda aseguraba, pero también un hombre de un corazón generoso, dispuesto siempre a dar al desvalido o menos afortunado, aunque fuese sólo un abrazo o una risa franca, alguien que se había recubierto con múltiples armaduras para sobrevivir en los más adversos ambientes sin perder la esencia de hombre bueno y cordial. Tenía también una visión clarísima de cómo debía ser el cambio en Cuba y de cómo conducir al país con justicia, pero sin venganzas, por un camino de orden y prosperidad. De las muchas conversaciones que sostuve con Roberto deduzco que era de las pocas figuras del exilio que, sin desdeñar la cordialidad, entendía la importancia de un orden jerárquico para Cuba.
Roberto Martín Pérez encarnó, con todas las consecuencias en el mundo físico, al arquetipo del héroe.
¡Descansa en paz Macho que aún no nos rendimos y vendrán otros que tampoco se rendirán!
16 de junio de 2024