«Que no me devuelvan»: Aspectos narrativos

Por El Despingador

Primero: celebrar con agrado la inteligente introducción de María Cristina Fernández, que se titula Origen y destino, una metáfora sobre el viaje. Si algo se ha vuelto cotidiano e inseparable de la existencia humana: el individuo se le puede definir como tal en lo que al viaje se refiere. El viaje, el traslado, la movilidad con que el hombre desarrolla sus pasos en el espacio, más allá del alcance de lo inmediato y lo cercano.

El hombre de esta era se ha convertido en un ser trasatlántico, por añadidura. Ha llegado de improviso a la última etapa de la globalización terrestre. Lo hizo por navegación, después por tierra y ahora le da la vuelta al mundo, para

colmo, conquistando el espacio abierto. En el sentido de un origen y un destino, el viaje a través del espacio abierto trasciende la imagen del hombre como realidad finisecular. El hombre construye espacios, ciudades dentro de ciudades, y crea una ontología autoplástica sui generis. Los aeropuertos en la modernidad constituyen, siguiendo la idea anterior, nuevos lugares de estar en el mundo para narrativas o para la creación de un ombligo ontológico conectado con la ciudad.

Segundo: ahora que trabajo en el aeropuerto da cuenta en la realitatem del significado metafórico sobre lo que Dostoievski le atribuyera en Memorias del subsuelo a la expresión, la modernidad es como un Palacio de Cristal, desbroza un terreno fértil para escudriñar en el sujeto narrable moderno. ¿De qué se trata? Por una exclusión, por naturaleza cultural, estaríamos arribando a la consumación de la posmodernidad mediante estos simbólicos palacios de cristales (aeropuertos) y de gigantescas ciudades interiores al margen de la Historia, donde el hombre encontraría resguardada una nueva forma de existencia. Trátese ahora de un Mall, Restaurantes, banco, pero el objeto narrable ha cambiado de espacio, como profetizaba el maestro del resentimiento, y ha emigrado con creces desde los espacios naturales e históricos a espacios autocreados artificiales por el hombre.

Tercero: En la migración de espacios está el quid de la actual narrativa mundial. Por eso me ha parecido oportuna la publicación de las crónicas sobre el aeropuerto. Una de ellas, Diles que no me devuelvan, que titula el libro de Denis Fortún, un texto irreverente porque trata de ganarle la partida a la existencia con ironía y humor. Y es precisamente en los nuevos espacios ahistóricos donde el hombre es más narrable que nunca, vulnerable ante los desafíos de la existencia postmoderna. Tan protegido de la nueva-naturaleza, pero tan frágil en su existencia particular. El Aeropuerto Internacional de Miami es, usando la metáfora de Dostoievski, un inmenso Palacio de Cristal, en cuyo espacio interior autoplástico cuaja, a la vista del cronista, distintas variantes de objetos narrativos de la posmodernidad.

Cuarto: ¿Por qué existimos y para qué insistimos en el palacio de cristal? En Diles que no me devuelvan (Crónicas del aeropuerto) puede encontrarse elementos vivos a una respuesta de la pregunta anterior. Denis Fortún ha penetrado en el justo lugar del sujeto narrativo donde la vida alcanza la mayor prontitud y el significado presentista. No hay otro mejor lugar en el vórtice de la postmodernidad que el aeropuerto donde antropológica del origen y el destino se materializan en una realidad empírica subyugable. Los sujetos narrados son abordados como lo que son:  eventos resultantes del choque de culturas y sociedades al margen de la historia, trayendo y llevando en sus equipajes el intento de sobrevivir los destinos de la globalización.

Quinto y último: un periodismo poético. Una instancia narrativa que escudriña en los aspectos psicosociales de cada personaje en los 26 relatos que constituyen el libro. Pero, ante todo, una mirada del sujeto narrador capaz de absolver con creces la autenticidad de la angustia y el terror. El miedo conquista el palacio de cristal. Lo imperdonable del paso del tiempo, la ansiedad de escapar de la tragedia del capital, el temblor a perder la vida, entre otros temas sugeridos, permiten comprender el desdén de la vida cotidiana de hoy. Pero la sospecha más inaudita está en el miedo a perder la libertad en tierra de libertad. Diles que no me devuelvan es el imperativo categórico que resuena en lo más hondo de cada ser inmigrante llegado a Estados Unidos. Tema, por supuesto, para todo narrador que se respete.

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