¡Que Dios prevalezca!

Por Héctor A Rodríguez, PHD

«Dios cambió el nombre de Jacob a Israel, que significa que Dios prevalezca.«
Génesis, 38:28

Jacob era hijo de Isaac y nieto de Abraham. Al igual que ellos, Jacob tenía deseos justos y buscaba las bendiciones del Señor. En un momento decisivo de su vida, «Jacob lidió con un serio problema. Su albedrío se puso a prueba. A través de esa lucha, Jacob demostró lo que era más importante para él: que estaba dispuesto a dejar que Dios prevaleciera en su vida. En respuesta, Dios cambió el nombre de Jacob a Israel, que significa ‘que Dios prevalezca’. Dios le prometió a Israel que todas las bendiciones que se habían pronunciado sobre la cabeza de Abraham también serían suyas» (Russell M. Nelson, “Que Dios prevalezca”, Conferencia General de octubre de 2020, Liahona, noviembre de 2020, pág. 92). Tomar ese nuevo nombre fue una señal de que recibía el convenio que su padre y su abuelo habían recibido.

Al bautizarnos, hacemos convenios y también demostramos que estamos dispuestos a tomar sobre nosotros un nombre nuevo: el nombre de Jesucristo. Además, empezamos a formar parte de la casa de Israel, es decir, aquellos que han hecho convenios con Dios y han prometido dejar «que Dios prevalezca» en sus vidas. Dios entonces nos promete las mismas bendiciones que prometió a Abraham, a Isaac y a Jacob.

Ante los acontecimientos actuales, no hay dudas de qué lado debemos estar. ¿Qué está pasando con muchos países y algunos pueblos que, siendo parte de esta comunión narrada, se manifiestan confundidos y pusilánimes ante la identidad que se pierde al lado de Israel, es decir, al lado de Dios? La historia no puede ser olvidada. Hacerlo es poner en riesgo los principios de la civilización judeo-cristiana.

En el libro de Amós, hay veinte profecías, todas condenando la traición de Gaza y, por lo tanto, su destrucción. Estudiar este libro y sus veinte capítulos nos aclara lo que está sucediendo hoy día. Dios, Jacobo y Abraham delinearon la tierra que Dios les prometió y establecieron una especie de triángulo conformado desde Egipto al Líbano por el Mediterráneo, el lado occidental del triángulo al lado este del triángulo hasta el golfo Pérsico y la base del triángulo por el sur hasta Suez en Egipto. En este territorio, Dios dio Gaza a Abraham y les dijo que sus hijos nunca serán arrancados de esta tierra, dándoles protección de sus ejércitos y reunificando a su pueblo para hacer de sus pobladores la tierra heredable a sus descendientes. Así se fraguó la tierra prometida y, con el paso de los años, nadie tiene el derecho a desheredar a los israelitas de los designios de Dios.

Mucho ha tenido que enfrentar en la historia el pueblo de Israel. Narraré un pequeño ejemplo vivido personalmente que marcó mi destino al lado de este pueblo. Johann Sebastian Bach, un icono de la música alemana. Escuchar su Tocata y Fuga en Re menor siempre me ha emocionado grandemente. Weimar, un hermoso pueblo del este alemán, lo acogió por muchos años y fue allí donde produjo parte de su magnífica obra. No lejos de ese lugar, el opuesto orgullo alemán se convirtió en parte de la deshonra alemana. Buchenwald, uno de los campos de exterminio de judíos más repugnantes y diabólicos, que luego describiré.

Hotel Elefante, Weimar, el mismo pueblo de Bach, 1975, disfrutaba de un suculento desayuno alemán con sus exquisitos embutidos, jamón y quesos, rellenando varios deliciosos bretzel recién horneados. Nos dijeron que en ese mismo hotel se había alojado el culpable de Buchenwald, el mismo Adolf Hitler. Quizá fue cuando delineó su construcción en esa visita. En nuestro itinerario llegaríamos a Buchenwald en unos 20 minutos, ya que estaba cerca de donde estábamos. Al llegar a aquel museo que es hoy día, no pude imaginarme el nazismo en vivo y en directo.

El recorrido comenzó con una explicación de la maqueta del campo y luego comenzó la desgracia de palpar cada uno de ellos. Las celdas para 100 personas desnudas en un espacio de diez metros cuadrados, donde los colocaban antes de morir. La consulta médica donde el supuesto paciente era colocado sentado de espaldas a una pared, donde por un hueco en la misma pared, al otro lado un soldado disparaba con una pistola en la parte occipital de la cabeza, matando al paciente.

De ahí era trasladado por unos ganchos de carnicería que los colgaban por la mandíbula hasta el crematorio. Este consistía en un cuarto con 10 hornos de dos pisos, cinco arriba y cinco abajo, y bordeaba el cuarto un riel donde venían los cuerpos colgados para ser metidos en los hornos. Los cadáveres no eran todos cremados. Existía la fábrica del centro donde deshuesaban los cuerpos para la producción de diferentes productos. El departamento de jabones utilizaba la grasa humana para elaborar los jabones para la guerra.

El departamento de pieles tenía una talabartería que preparaba las pieles para hacer carteras de hombre y de mujeres, así como zapatos para todas las edades y botas para el ejército. Con los huesos hacían diferentes productos, como botones para la ropa, adornos, polvos faciales y fertilizantes, etc. Con los pelos hacían cepillos para el lustre de zapatos, ropa, limpieza y otros usos. Con las prendas y oro de las dentaduras, las fundían y se confeccionaban otras prendas y medallas para los militares. Visitar estos lugares fue desastroso para mí.

El recorrido terminó vomitando el suculento desayuno alemán y preguntándome a mí mismo cómo había sido posible semejante organización de tanta desgracia a poca distancia de la cuna de la belleza de la música alemana de Bach. Los hijos de Israel que allí murieron son los mismos que hoy quieren ser exterminados por otra cultura, la árabe, con métodos diferentes pero con los mismos sentimientos. ¿Será posible que el mundo haya olvidado? ¿Será posible que sean hijos de Dios? ¿Dónde quedó «Que Dios prevalezca»?

Miami, 11/04/2023.

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