Profecía de Nietzsche: la religión en el futuro dejará de ser mítica)

En el aforismo 300,  «Preludios de las ciencias», del Gaya ciencia (1882), Nietzsche juega con la idea de que, en una época lejana, sea posible considerar «toda la religión… como un ejercicio y un preludio», como una escuela preparatoria indispensable y superable para la experiencia elevada que los individuos tienen de sí mismos. Según él, uno de los predecesores de este tipo de grandes individuos fue Prometeo cuando, colgado en la roca del Cáucaso, se imaginó expiando con su encadenamiento el robo del fuego y la luz que había cometido, iniciando así la historia de la humanidad.

Pero es posible que Prometeo tuviera su mejor momento sólo cuando salió de su delirio para descubrir que toda su historia era obra suya: «y que no sólo el hombre, sino también el dios era obra de sus manos, de la arcilla modelada por sus manos…».

¿Todo, nada más que imágenes del creador de imágenes?  Como también el delirio, la huida, el Cáucaso, el buitre, y toda la trágica Prometheia de todos los buscadores del conocimiento? ¿Podría imaginarse que Pablo, en una fecha posterior, despertara de su sueño apostólico?

Para saber hasta qué punto su empresa, con todas sus incidencias, era su mejor producto, que el viaje a Damasco, su ceguera ante las puertas de la ciudad, su audición de la voz de Jesús, su conversión y todo lo que siguió, fueron su propia creación, y una creación que incluía a su autor, pero también ese rayo brillante a la luz del día, la voz fuerte y la caída a la dura tierra de Siria donde se inventó como un médium de su Señor, un médium que podía hablar con las lenguas de los hombres y de los ángeles sin convertirse en un bronce resonante y en un címbalo resonante, porque tenía amor; y que mientras lo hacía, su caballo bajó la cabeza en su dirección para compartir con él, el asombro del acontecimiento.

En 1918 Franz Kafka escribió una imagen mental que miraba a la antigüedad y a la edad mítica que la precedió. El texto apareció póstumamente en 1931 en una colección en la que Max Brod y Hans-Joachim Schoeps editaron material inédito encontrado en la colección bajo el título La construcción de la muralla china. Yo lo llamaría «la fábula entrópica». Cuenta, en un estilo lapidario, el resultado de la revuelta metafísica.

«Cuatro leyendas nos cuentan la historia de Prometeo: según la primera, fue encadenado en el Cáucaso porque había traicionado a los dioses por el hombre, y los dioses le enviaron águilas, que devoraron su hígado siempre en alza.

Según el segundo, Prometeo, huyendo del dolor de los picos que lo desgarraban, se hundió cada vez más en la roca hasta hacerse uno con ella.

Según el tercero, su traición se olvidó a lo largo de los milenios, los dioses se olvidaron, las águilas, y él mismo, se olvidó. Según el cuarto, se cansaron de lo que tenía la apariencia de un epílogo.  Los dioses se cansaron, las águilas se cansaron y la herida se erró.

Quedaba la inexplicable roca. – La leyenda intenta explicar lo inexplicable. Como nace de un fondo de verdad, debe volver a lo inexplicable»

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