«¿Por qué América Latina no es apta para la democracia?» (Prólogo de Ángel Velázquez Callejas a la segunda edición de «Biología de la democracia» de Alberto Lama Schweyer)

Por: Ángel Velázquez Callejas

El error científico de la Democracia, juzgada biológicamente, fue el falso sentido de la igualdad

Alberto Lamar Schweyer
Biología de la democracia

1. De la presente edición

De las obras publicadas por Alberto Lamar Schweyer durante las décadas del 20 y 30 del siglo xx, cuatro de ellas se han reeditado en los últimos años: Los contemporáneos: ensayos sobre literatura cubana del siglo (Biblio Bazaar, 2009), La roca de Patmo (Editorial Letras Cubanas, 2010), La palabra de Zarathustra: Federico Nietzsche y su influencia en el espíritu latino (CreateSpace Independent Publishing Platform, 2013) y La crisis del patriotismo: Una teoría de las migraciones (CreateSpace Independent Publishing Platform, 2014). En estas reediciones lamarianas, solo la novela La roca de Patmos contiene un oportuno prólogo de la mano de Adis Barrio, cuyo objetivo se propone contextualizar a la obra y al autor. Como lo destaca la crítica, de que Lamar es un autor olvidado, ya es hora de que reeditemos su obra más polémica, la que le condujo al ostracismo: Biología de la democracia.

Leída y comentada por diversos autores en diversas épocas, Biología de la democracia desató, tan pronto fue publicada en 1927, el debate y por añadidura el enfrentamiento ideo-político entre sus lectores contemporáneos. Si bien la primera edición de Biología, demostró ser un libro contraproducente, anti-nacional, no es menos cierto que para el pensamiento intelectual cubano lo reconociera como tendencioso e impolítico. Los juicios resonaron en la ideología provocada por el «determinismo biológico» y en la que se ocultaban estimulaciones teóricas y prácticas políticas acerca de una doctrina sobre el Estado. En la presente y segunda edición, los editores de Exodus se proponen recobrar una lectura que enfatice también el giro epistemológico, orientado a establecer y a esclarecer una teoría política de gobierno y de Estado. Es importante remarcar que en la base biológica (como forma de vida), Lamar encontraba los argumentos necesarios para formularse una teoría bio-política de Estado, ejecutada desde el pensamiento de derecha. De hecho, para Lamar el pensamiento de derecha constituye otra variación del vitalismo, orientado hacia la selección y la autocracia.

Que Biología de la democracia haya demorado noventa años para reeditarse no es algo que pertenezca a los misterios indescifrables de la nacionalidad, si es que nos atetemos a la preponderancia mayúscula del peso del discurso patriótico nacionalista e independentista sobre la cultura cubana. Más que en el «olvido», Lamar cayó en desuso. ¿Era importante para le teología insular una biblioteca imaginaria particular y colectiva que se apartarse del camino de la cultura de masas, de las influencias de los partidos políticos y los medios de información sobre la sociedad cubana y americana? La particularidad de la formación intelectual de Alberto ­Lamar a partir de la memoria de una biblioteca dionisiaca y vitalista no debe ser desestimada.

La lectura diferenciada del canon naturalista positivista coincide con su estilo, la forma de ensayo, anti-academicista, predominante en sus obras hasta sus últimos días de lector y escritor, lo cual no da lugar a un aparato crítico y citas rigurosas. Como era de esperar, en Biología, aparecen nombrados y citados muchos autores, a veces sin referencias y señales bibliográficas. El resultado, un rizoma hermético anti bibliográfico al que tenemos que acudir con sentido crítico y genealógico: el naturalismo biológico había fecundado al pensamiento a fines del siglo xix creando un nuevo procedimiento para entender las formas de vidas de las sociedades y culturas. La biología entraba a ocupar el espacio de la metafísica. La jurisprudencia y la política se presentaban desde entonces como siervas de la biología. Por tanto, uno de los objetivos de la presente edición de Biología de la democracia consiste en reconstruir y enriquecer el aparto de referencias con el propósito de desmitificar al vir obscurissimus del error que según los argumentos interpretativos de Alberto Lamar procedían de fuentes inverosímiles al fenómeno de la política y la democracia, unida a una bibliografía de historia y psicología.

El territorio medular que ocupaba la literatura biológica en el imaginario de Lamar en la segunda mitad de la década del 20, estimulada por la complexión de la inspiración, contribuiría enfáticamente a instar en Alberto la ruptura contra el positivismo y el minorismo sabático de su época, frente aquellos rostros de intelectuales fabricados por la burguesía y el pensamiento liberal nacional. Cualesquieras de las críticas sobre Biología, al principio y después, jamás consultaron y estudiaron las fuentes originales del pensamiento vitalista de Lamar. Se desprenden así elipsis contemporáneas y deducciones pos-positivistas que llegan a plantear una mecánica aplicación del darwinismo social a los problemas de la democracia en América. Leer por placer no contribuye al pensar. Había en Schweyer una intrínseca conexión entre obra, lectura y existencia. Esta introspección lo llevaría abrazar el vitalismo como forma de conocimiento. Ergo: en lo adelante nos gustaría amplificar los puntos cardinales de su obra polémica: la ruptura con el pensamiento liberal, el concepto de hibridación cultural, la selección racial como categoría heurística, la igualdad, origen fenomenológico del cesarismo, caciquismo y tiranía y la autocracia (minorismo) como forma biológica de Estado y Gobierno.

2. Ruptura contra el ideal positivista

Existe una corta pero exaltada tradición exegética que impugna y obtura toda posibilidad de una lectura social darwinista y de derecha en el pensamiento político de la obra de Lamar Schweyer. Se le califica somera, rudimentaria y artificiosa al propio pathos patriótico de Alberto Lamar. Algunos, contrarios a su pensamiento, lo definen un pensador antipolítico y antidemocrático. Si percibimos lo antidemocrático como una indolencia extraña frente a la teoría del Estado democrático, o como una expulsión natural del mismo, no es el ejemplo clásico de Lamar. El pensador había recibido las influencias de una época, del espíritu que se transformaba en antimetafísico y optaba por la presencia del hombre en sus circunstancias, en el medio provisto de selección y adaptación. El biologismo (o el vitalismo) de Lamar se emparentaba más al sentido biológico de la filosofía práctica nietzscheana que del darwinismo natural y social de los epígonos evolucionistas.

Como se lleva a cabo la metamorfosis entre el vitalismo natural y el espíritu político en el pensamiento de Lamar es cuestión aún por estudiar. Sus desarrollos interpretativos, por el contrario, conciernen directamente sobre lo politeia, las formas de vida de los regímenes antidemocráticos, en base al caudillismo, la tiranía y el autoritarismo político. Para Lamar, según el orden lógico de los acontecimientos políticos, América quedaba imposibilitada para la democracia artificial. Si analizamos a Lamar político, lleno de optimismo y esperanzas para con las Américas, no deberíamos extenporanizar la trama de sus introspecciones, razones por las cuales hoy se presentan variables de todas definiciones sobre política, Estado y democracia, respeto a aquel contexto uniforme. En efecto, Lamar Schweyer, en el sentido populacho del término, es antidemocrático y no comulga con la cultura de masas en tanto la misma no se subordine al gobierno por una nobleza superdotada. Si no está dotado por la naturaleza no puede ser superior. Cree en el minorismo natural o en el aristokratischer Radikalismus a la nietzscheana.

3. El biologismo en el pensamiento político de Alberto Lamar Schweyer

Con la verificación de que vida es vida en un medio –y a pesar de un medio y contra otros medios inconcebibles– empieza a formarse en el pensamiento de Lamar el perspectivismo sobre un posible resquebrajamiento del ideario positivismo del bien común. La disposición del positivismo, de conocer la proximidad en virtud al holismo social analógico (llámesele espíritu, paisaje, patria, nacionalidad, nación, leyes, constitución), pierde valor y orienta la reflexión a una pluralidad de las relaciones vitales con respecto al entorno. Este viraje metódico y constructivista contrasta con los estudios de Schweyer acerca de la teoría darwinista como también la de sus impugnadores. Lamar no solo recrea su vitalismo biológico a partir del darwinismo al uso sino también de los avances de la biología teórica de su tiempo. Una lectura diferenciada en base a la obra de Jakob von Uexküll lo separa bastante de la ortodoxia darwinista. Fue quizás Cartas biológicas a una dama, lo que le inspirara la compresión de que la vida entorno al medio próximo (el mundo circundante) formaba una realidad circundante y vital. De las Cartas…, se apropia del concepto ­Planmäßigkeit, de cuyo «plan funcional» los organismos vivos y las culturas construyen sus teleologías afines. De ello se desprende un concepto evolutivo de voluntad política sobre el Estado, pero donde se ausentan las premisas para una América democrática. Sin este trasfondo metabiológico, de la biología subjetiva, de la funcionalidad de la vida en el espacio no se puede entender Biología de la democracia y los conceptos primordiales de selección, minorías y raza.

El concepto de formación de razas no se apoyaba en virtud del biologismo de salón, captado por el espíritu antinaturalista de la Ideologiekritik positivista y marxista. En el contexto de sus elucidaciones teóricas, había tomado de la biología en apogeo un concepto de razas, cuyas implicaciones hermenéuticas poco tenían que ver con la pigmentación de la piel y los rasgos antropomorfos de la especie, sino con la formación, dentro de la evolución ascendente de la naturaleza y la cultura, del grado, el valor y el rendimiento frente la sobrevivencia cultural y social. De modo que, existe ante todo el peligro de analizar la obra de Lamar fuera de las estimulaciones científicas y teóricas del contexto y de las ineludibles combinaciones durante el umbral de un movimiento epistemológico donde el pragmatismo y la relaciones con la esfera del mundo comenzaban a poner en dudas las formas del pensamiento metafísico. En este sentido, la biología, en particular la biología teórica, contribuyó inesperadamente a dar un giro en el pensamiento filosófico y político entre finales del siglo xix y principios del xx.

Que no se tuviera en consideración ese giro de parte del neo positivismo marxista anterior y reciente, no demerita la proyección teórica y empírica de la formación intelectual de Lamar Scwewyer. Al contrario, el giro de Lamar de la ideología patriótica al biologismo antidemocrático abre el hiato del pensamiento por varias décadas sin si quiera saberse las procedencias de las fuentes y las influencias in concreto. Ante todo, porque el mencionado giro biológico diferencia la acción de la política, la política como pura acción del poder en consonancia con las fuerzas ideológicas patrióticas y nacionalistas ante la virtud de la política como modelo de Estado y Gobierno. Se trata, como apunta Lamar en Biología de la democracia, de interrumpir el cuso del meliorismo fundamentalista de la igualdad natural entre los seres vivos. La diferencia de virtud política estriba en la desigualdad entre los individuos. Estas desigualdades no eran raciales en tanto a política se refiere, sino de minorías y formas en tanto autocracias. Veremos más adelante en detalle, en qué consiste el minorismo autocrático y qué relación confiere Lamar Schweyer con la biología. Todo tratado de la biología contra la democracia no explica y no pone entredicho los fundamentos autocrático político de la biología.

4. El autor y su época

La primera ocasión que hojeé los libros de Alberto Lamar Schweyer fue en la primavera del 2011, mientras fichaba datos sobre la prensa cubana de primer cuarto del siglo xx. Fue un año después, durante una visita continuada tras varios días al Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami que me detuve para consultar Biología de la democracia, La crisis del patriotismo y Cómo cayó el presidente Machado, sobre todo el primero de los libros de tremenda repercusión mediática en los predios intelectuales cubanos de la década del 20. Antes había podido leer en artículos y criticas seleccionadas cómo su obra era citada y comentada por los intelectuales de su época para celebrarlo y condenarlo, habida cuenta de las ideas conservadoras, anti-patrióticas, anti-liberales de apoyo al régimen de la tiranía de Gerardo Machado. En febrero de 1927, El Fígaro publica un fragmento del capítulo xii del libro Biología de la democracia y trae aparejado de súbito un intenso debate que marca un viraje en las concepciones políticas de la joven intelectualidad criolla, de tal modo que los efectos inducidos durante la controversia coadyuvaran a tomar la decisión de disolver una de las aglutinaciones más conspicuas de la vida intelectual cubana: el minorismo.

Aunque no es objetivo de estas páginas detenerse en las implicaciones del desenlace ideológico, teórico y práctico que produjo el debate en torno a la publicación de Biología, no se pueden dejar de mencionar grosso modo, las relevantes acusaciones que se tradujeron en fuerzas vitales en manos de la creación crítica textual y bibliográfica del momento. El sociólogo y profesor de la Universidad de La Habana Roberto Agramonte redactó 20 días después del suceso editorial, el documento más extenso y competitivo contra Biología, una constatación mensurada a pie juntilla que le valió el apoyo y la celebración de la mayoría de los intelectuales afectados. En Biología contra la democracia (un texto que rebasa las 200 páginas) Agramonte esgrime, usando el poderío de la sociología positivista, el hecho inactual de la incompetencia intelectual de Lamar. El contrataque de Agramonte a la considerada debilidad empírea eugenésica y racial de la igualdad lo desconcierta, posición que Lamar considera biológica ante el tema de la democracia. Debe considerarse la contra biología agramontina el único documento factual de importancia crítica, teórica y conceptual de la época. Habría que mencionar en este sentido el impulso que motivó a Alberto Edward a publicar un año después una exégesis anti-Lamar histórico sobre la realidad chilena. En La fronda aristocrática, no se trata de desmentir el rol exuberante de la superioridad del homo politikon. Una selectiva selección de políticos instruidos aseguraba la ingeniosidad de la gubernatura chilena.

Una reacción menor pero enérgica desde el punto de vista político y personal en contra de Biología, no se hizo esperar de inmediato. Días después a la publicación del capítulo de Biología, en Social, los colaboradores más cercanos a Lamar, Emilio Roig de Lechsenring y Conrado Amassager hicieron pública una crítica tajante y semanas después redactaron lo que consideraron, con el apoyo de otros intelectuales, la Declaración del Grupo Minorista en respuesta a las afirmaciones de Lamar sobre el extinto deseo «minorista» como práctica intelectual. Publicada en Carteles, el 22 de mayo, la afirmación minorista fustigaba sin pretenderlo el hecho basal de Biología: «creo en las minorías de selección y no en los sabáticos». El criterio de selección, como veremos más adelante, tendrá una repercusión epistemológica decisiva en Biología, a partir de la naturaleza evolutiva del suceso democrático en relación al concepto de raza, herencia y civilización en la obra de Lamar.

Para abreviar, las mayores objeciones a Biología…, provienen, a fines de la década del 20 y principios del 30, de criterios puramente chovinistas y nacionalistas. Alejo Carpentier condenó a Lamar de traidor, Marcelo Pogolotti de trapa y autocrático; Jorge Mañach de Nihilista y escéptico. Sin embargo, Labrador Ruiz lo considera un profundo observador de la realidad cubana. No es hasta la década del 90 cuando aparece en Cuba una meticulosa y tendenciosa crítica a Biología…, desde «posicionamiento marxista». En resumen, se pueden considerar tres momentos en el discurso de la crítica a Biología: la sociología positivista, el nacionalismo patriótico y el marxismo crítico. Todas estas corrientes en contra de Biología, coinciden en la tendencia anti-democrática, social darwinista y fascista-nietzscheana de Lamar Schweyer.

Lamar puede ser, según nuestro punto de vista, catalogado desde su perspectiva autocrática como anti-burgués, anti-liberal y furibundo anti-comunista. Se presentaba a través de Biología…, ambivalente y como un reaccionario inactual (para usar una frase peculiar de Nietzsche); es decir, depositaba la esperanza en una virtual y futura “democracia” para América e intuía al mismo tiempo que la autocracia no era para América. Que ese perspectivismo naturalista ambivalencia lamariano, cuya estructura no tuviera la suerte de sobrepasar los años 30 del siglo xx y convertirse, además, en un pensamiento regularizado en el marco de las corrientes nacionales y en los círculos de intelectuales criollos, pudiera encontrar razón en el hecho de que no constituía, per se una directriz ideológica y patriótica, es decir, una artificialidad natural nacionalista.

Claro está, la evolución de la naturaleza sans phrase para Lamar Schweyer no se produce por saltos. Trasladado este enunciado darwinista a la práctica política conlleva una prognosis que significaría el esclarecimiento de su impuso vitalista y por añadidura al alejamiento de las ideologías y demagogias políticas de la época. Ya en el prefacio del libro decía: «Despojándome del ‘optimismo paradójico’ que denunció la voz magistral de Rodó, he querido exponer una tesis, imparcialmente, con frialdad, sin prevenciones intelectuales que pudieran evolucionar hacia un pesimismo que no existe en mí». En efecto, la fuga de Ariel impone, en el desarrollo posterior al año 1900 en la evolución de la jurisprudencia americana, un coto directo contra la barbarie y provoca como antídoto la democratización de la educación (tema que merece un estudio aparte). En este punto Lamar no profundiza lo suficiente para sostener la tesis de que «la democracia no es americana». El valor de sus postulados sigue siendo demostrativo de la existencia de una jerarquización de las razas.

Que la naturaleza no procede por saltos sino por continuidad, da la posibilidad dentro del pensamiento de Lamar de inferir que Biología…, se desmarca por la implementación de un nuevo Estado basado en la naturaleza. Lo que tomaría de Le Dentec plan unificado constituye la vía de como la naturaleza y la sociedad se unen en un arquetipo jerárquico. Autocracia no es el modelo del culto al poder o de ser culto para ejercer el poder, sino el escalonamiento donde los grados intermedios en la evolución de la continuidad hace de la raza el dominio sobre otra. En América no se producen saltos; de ahí que Lamar considere al caciquismo, el cesarismo y las tiranías grados intermedios en la evolución de la democracia autocrática. Esta nueva forma de autoridad queda fuera de los intereses ensayísticos del libro de Lamar.

5. Biología de la democracia intrinsecus

a) No vamos analizar aquí los pormenores por los cuales las diferentes corrientes del pensamiento en Cuba postularon una crítica avasalladora sobre Biología de la ­democracia. De entrada, el positivismo y el marxismo en Cuba no proceden en términos reales y prácticos con elementos de la biología. La transformación y la mejora del hombre se obtiene desde una conciencia objetiva, con la pedagogía en lo que respecta al positivismo y con la conciencia de clase, herencia proletaria, en lo que supone el marxismo. Pero estos significados hermenéuticos quedan para ser analizados en un estudio aparte. Nos corresponde ahora hablar de Biología, por dentro. Nos asiste la tarea de aproximarnos a las reglas constituyentes de un ensayo que pretende ser fiel a las provocaciones teóricas de una época. Lamar no es un biólogo, tampoco un darwinista en potencia que aplica al pie de la letra las leyes del naturalismo biológico a la estructura de la sociedad.

No existe en la proyección teórica de Lamar un determinismo, sino la combinación de factores, psicosomáticos, dentro de la evolución de la naturaleza. Por mucho que se registe romper el aproximado, Lamar es un vitalista y considera la civilización una forma de vida en la evolución de la naturaleza. Por el momento, ninguna instrucción colectiva cultural ha podido lograr la igualdad que se registra en las apariencias de las democracias en el reino utópico de la humanidad. Lo que para él es democracia constituye un paso de avance, una metamorfosis, de la política menor acaudillada a la gran política autocrática. Los que pueden estar dotados de posibilidades infinitas, capaces de redistribuir valores a partir del rendimiento superior, serán los artífices de la gran política. De ahí que, el análisis de Biología, comience con la disección de los postulados teóricos de la sociología, la psicología y la biología, y avance hasta descifrar la psicología del caciquismo, el caudillismo y cómo estas degeneraciones políticas irrumpen como gérmenes de cesarismos y tiranías en América. La democracia tal y como se le suscribe en América es la base del tirano y el caudillo.

Ya desde el prefacio, Lamar anuncia los objetivos del ensayo: «Curada América de sus males ‘diferencias étnicas, analfabetismo, espíritu anárquico’ automáticamente las tiranías desaparecerán, porque el tirano sólo arraiga y perdura allí en donde el espíritu de desorden y la desorientación política, hija de la impreparación brindales los escalones de su ascenso. América lo sabe y en América puede verlo el Mundo. Pasarán los tiranos, subyugadores del medio, desaparecerán los déspotas, consecuencias del medio bárbaro, pero quedarán las dictaduras. Los pueblos, las masas no pueden regirse por regímenes de igualdad, porque las ciencias biológicas nos han probado, en estos últimos veinte años, que la palabra igualdad no existe en el léxico de la Naturaleza.»

Y luego más adelante llega el aura profética del ensayo: «Pero la disyuntiva es más aparente que real, porque la biología social no autoriza esta libertad de determinación, sino que impone el sistema crudamente. Ello quiere decir, que precisa volver a empezar, adaptarse a la evolución, suprimir el puente democrático, ir de una dictadura a otra. Europa está haciendo eso. América tendrá que hacerlo.» Y no se trata de justificar lo que pretende crear una conmoción teórica sino lo evidente. «Justificar científicamente, explicarlas como un resultante biológico-social, no es aplaudir las dictaduras que América ha padecido, y padece. La necesidad de Rosas no justifica la ‘mazorca’, aunque la unidad argentina justifique a Rosas.»

Con ese trasfondo podemos valorar, de manera simplificada, la hermenéutica del texto. No es un libro para el pacer del texto, sino un texto que demanda la lectura lenta, atenta y rigurosa. El pensamiento, las ideas y las metáforas discurren por el cauce de los conceptos y atraviesan aparejados la epojé del autor: «Este libro es un libro de simpatías, aun cuando diste de ser un libro de elogios. Para escribirlo me desligué de cuanto hay en mí de emocional y de artista, de americano y de joven. Despojándome del ‘optimismo paradójico’ que denunció la voz magistral de Rodó, he querido exponer una tesis, imparcialmente, con frialdad, sin prevenciones intelectuales que pudieran evolucionar hacia un pesimismo que no existe en mí.»

b) La igualdad es un principio anti-biológico. Si la biología está en contra la democracia, el postulado democrático sostenido por la igualdad revela en el fondo la existencia de un principio anti-biológico. Hoy esta tesis no merece ser discutida, sino comentada. Para Lamar lo importante es discurrir mediante la genealogía de la igualdad en América en qué contexto, favorable o no, se produjo la instauración de la idea política de la igualdad en América. Según Lamar, «existe en América un determinante psico-biológico que entorpece la posibilidad democrática. Tal afirmación tiene, como antecedente, el estudio de los factores sociales que integran nuestros pueblos, mientras le sirve de confirmación el estado de desorden y de anarquía ideológico-política en que se desenvuelven la mayoría de las repúblicas y de las cuales, hasta las excepciones, distan mucho de ser verdaderas organizaciones democráticas.»

c) Uno de los términos manejados por Alberto Lamar en Biología, que le ganó el estigma de neo-nietzscheano y fascista y que contribuyó a la noción eugenésica de su teoría, fue la raza en el sentido bio-social darwinista y galtiano. Lamar lee y escribe Las palabras de Zaratusta para revelar la misión de Nietzsche. No hay dudas y es evidente que Lamar con Biología, busca elaborar un telo que desemboque en lo superior desde lo inferior de la raza. Esa transmutación ascendente del rendimiento y la capacidad de que son dotadas las especies vivas por la naturaleza, no queda bien dilucidada en los textos críticos sobre Biología, La crítica prefiere descontextualizar el panorama teórico en torno a la edición de Biología, y asumir las nociones contemporáneas de rechazos al darwinismo racial. En este sentido se toma de Lamar las primeras impresiones cuando afirma: «El grupo generado por las razas mezcladas carecerá de un sentido político unánime, porque la ley de herencia ancestral descubierta por Galton al estudiar el atavismo en biometría, hará que en cada individuo se presenten caracteres físicos y morales de sus ascendientes, en una proporción decreciente que concede lugar a todas las influencias, hasta los caracteres de los tipos fundamentales. Con estas cualidades negativas, queda anulada la posibilidad de un tipo humano cuya moral social permita dentro del grupo, el avasallamiento de individualidad en un mismo sentido, que ha sido el fundamento moral de las organizaciones humanas a partir del desarrollo de la tribu.»

Cuando al final de texto concluye apuntando que, «ya desde el primer siglo de la conquista pueden determinarse los lineamientos de la cultura en germen, que se manifiesta en reacciones y orientaciones desligadas a toda tradición política, artística e intelectual de Europa. A través del tiempo no podrán éstas coincidir en la Democracia. En los siglos que preceden a la revolución, el estado psíquico colectivo americano ha cambiado de acuerdo con los determinantes biológicos ‘mestizaje, lucha en el medio, necesidades de vida.’ Las fórmulas tradicionales o circunstanciales europeas, llegan a no tener sentido sobre los nuevos supuestos psicológicos americanos y su imposición determina toda la gama de anormalidades y desequilibrios» lo decía a partir de haber aplicado un perspectivismo de la raza anti-eugenésico probando a partir de varias teorías de origen «social-darwinistas.»

El problema es no tomarse en cuenta que Lamar, al parecer, reformuló sus perspectivas de los fundamentos raciales de la cultura, de la selección racial, a partir del enfoque de Joseph Gobineau en el Ensayo sobre la desigualdad de las razas humana, texto que leyera Nietzsche con tremendo asombro. El énfasis recaería en destacar que las leyes de selección de razas y su adecuada afición al gobierno de los hombres, constituye la primera labor indispensable del Estado, sin que ocupara un viraje calamitoso e ideológico. La selección iba contra la cultura de masa. La idea básica es histórica y antidemocrática según la cual cultura de masa se constituía como la base para el desarrollo del progresismo, el socialismo y el social liberalismo. Para Lamar, el núcleo duro es la prognosis de que la decadencia y degeneración de América a lo largo del siglo xix se debía a la mezcla interracial, sin que se vislumbrar un ascetismo racial auténtico y autocrático. Lamar aduce al respecto: «La cultura americana todavía en germen, se orienta contra la democracia. Es la tendencia al equilibrio de que hablamos anteriormente. El espíritu sin carácter, formado por los múltiples cruzamientos étnicos ha producido un dilatado caos político, necesario para generar la nueva cultura que sólo llegará a su plenitud con la equivalencia de una raza definida.»

Antes de ellos el genio se anticipa siempre encarnando un sentido futuro, mientras la totalidad le sigue con parsimoniosa lentitud. La sociedad en que el genio se desarrollaba, no pudiendo experimentar la plenitud, daba forma exclusivamente a las partes de sí misma orientadas en el sentido del porvenir, el genio. Miguel Ángel es el sentido que alienta el Renacimiento, pero vive, socialmente, en el medioevo. Rousseau es el sentido que alienta una sociedad que va hacia la democracia, pero vive bajo el gobierno del Cardenal Fleury. Bolívar y Martí, como Moreno y O’Higgins, no pueden representar el sentido del porvenir que Nietzsche hacía encarnar en el super-hombre. Su genio sintetizaba un remate de cultura europea. No se adelantaban al medio, trataban de crearlo. Eran, como ya hemos visto, republicanos actuando en un medio monárquico, desorientándose ignorante. Véase, pues, cómo no es posible juzgar la cultura americana a través de sus hombres síntesis, ajenos a lo que falsamente representan.

La cultura americana, todavía en germen, se orienta contra la democracia. Era la tendencia al equilibrio de que hablamos anteriormente. El espíritu sin carácter, formado por los múltiples cruzamientos étnicos ha producido un dilatado caos político, necesario para generar la nueva cultura que sólo llegará a su plenitud con la equivalencia de una raza definida.

Lo usa y lo aplica desde las posiciones teóricas del darwinismo naturalista, pasando por el social darwinismo hasta concluir en la noción del superdotado nietzscheano de raza. La primera mención aparece:

d) Un deleznable excursus acerca de un tema semántico-político dentro de Biología…, lo constituye el concepto hibridismo, utilizado por Lamar a partir de los juicios de Félix le Dantec sobre el egoísmo como base de toda la sociedad y el que sirviera de principio biológico para explicar aspectos del mestizaje de las razas. Con este giro, el autor de Las palabras de Zaratustra propone que: «… aún dentro de esa tendencia al tipo único, no habrá unidad. El grupo generado por las razas mezcladas carecerá de un sentido político unánime, porque la ley de herencia ancestral descubierta por Galton al estudiar el atavismo en biometría, hará que en cada individuo se presenten caracteres físicos y morales de sus ascendientes, en una proporción decreciente que concede lugar a todas las influencias, hasta los caracteres de los tipos fundamentales.»

De ahí surge el fundamental desacuerdo de la crítica contra la obra de Lamar. Se le reprocha contundentemente aplicar sin menoscabo el principio darwiniano, de la selección natural, a los problemas de la sociedad y la cultura. Si bien cita Galton, artífice de las técnicas eugenésicas del momento, no se puede considerar a la ligera como un mecanismo de segregación racial. La falta de unidad política a la que se refiere Lamar como resultado de la hibridación del mestizaje habría que analizarse tomando en consideración también la contextura biológica (considérese en el sentido del rendimiento y la capacidad individual) de los hombres ante la formación del Estado. Una vez más, el sociólogo devenido en cátedra cosmopolita de historiografía natural, nos convoca a pensar en:

«Ampliemos esta consideración y pasemos de la Familia al Estado. La confusión de razas, crea dentro de este último, capas étnicas y morales que suprimen el proceso de la evolución hacia el mejoramiento político. El protoplasma social al desarrollarse en el medio americano, creó un organismo anárquico en esencia. No actúa dentro de él una raza, sino tres razas fundamentales con sus híbridos. La superioridad intelectual (o guerrera) de la raza blanca, pudo someter a las otras, pero es una mera presión física sin trascendencia espiritual, ya que, en cualquier momento de debilidad, los grupos sometidos actuarán siguiendo su impulso propio ancestral. Dentro del mismo Estado, como más adelante veremos, no se manifiesta una tendencia social sino fracciones de tendencias representadas por los diversos grupos que componen el total. De este modo, la anarquía es una tendencia que se manifestará con la decadencia de la raza dominante que en su caída precipita la bancarrota del régimen que impuso en el momento de apogeo.»

Otro capítulo de relevancia debido a lo que implica según el cuerpo textual y hermenéutico de Biología de la democracia es el XI: novena cultura y el hombre síntesis. La idea proviene de la imagen spengleriana basada en el método fisiognómico contra el vitalismo. Aun así, la ambivalencia se manifiesta cuando en La decadencia de Occidente Spengler expone: «el darwinismo, quizá sin darse cuenta, ha dado una eficacia política a la biología. La hipotética mucosidad primaria se ha encontrado ahora en posesión de una actividad democrática, y la lucha de los gusanos por la existencia constituye una enseñanza ejemplar para los bípedos, que han venido al mundo simplemente y sin complicaciones.» La actividad democrática se refiere al sentido que Lamar le confiere a la cultura en el estado morfológico real, es decir, la democracia como manifestación política externa.

Era imposible en América esta configuración. Entonces, ¿se puede considerar la democracia en la época fáustica un elemento decisivo de la civilización y la decadencia occidental, una técnica social de la política? Para América, Lamar cree que sí. La democracia –afirma– no es para América. De ahí que, «Bolívar y Martí pertenecen a la cultura europea, son europeos puros, física e intelectualmente, sin mezcla indígena o africana. Por eso sus grandes individualidades están desligadas al medio al que no representan, como pudieron Rousseau y Napoleón representar el sentido de su época y su medio. Su caso es único en la historia de las culturas.» Más adelante, en pasaje revelador, Schweyer afirmará que «la cultura americana todavía en germen, se orienta contra la democracia. Es la tendencia al equilibrio de que hablamos anteriormente. El espíritu sin carácter, formado por los múltiples cruzamientos étnicos ha producido un dilatado caos político, necesario para generar la nueva cultura que sólo llegará a su plenitud con la equivalencia de una raza definida».

e) En resumen, Alberto Lamar no se presenta como demócrata in nuce. Su obra está persuadida por la amenaza de los limitados avances democráticos en América. Y se opone a la creencia de que la Democracia, calificada bajo el sello naturalista, le corresponde el pathos de la igualdad. Y como reacción a esa amenaza, propone el resurgimiento del minorismo autocrático para dar forma autónoma al Gobierno y al Estado, sin la injerencia y la influencia de la cultura de masa. En este sentido, Lamar toma como punto de partida la dinámica del concepto de entelequia social, el cual no es posible aplicar a las sociedades donde predominan regímenes caudillistas y tiránicos. En la The History and Theory of Vitalism, el fundador de la entelequia social, Eduard Driesch, propone que la vida social al contener un fin en sí mismo, constituye una causalidad unificante, individualizante, como prototipo del devenir biológico. Todos los organismos y constructos sociales como el Estado y las instituciones del gobierno no pueden violar esa ley de la finalidad vitalista. El hecho de poseer individualidad, la entelequia permite concebir los entes en la temporalidad como modulaciones integras, orgánicas, estatales. La democracia es una falsa conciencia ilustrada.

Y Lamar concluye su alegato afirmando: «Los regímenes políticos son conclusiones de biología social, productos de culturas que encuentran en ellos su representación histórica, manifestación de las fuerzas orgánicas del Estado que derivan hacia un régimen de armonía interior. A cada medio corresponde una cultura que involucra un sistema de teorías propias, una construcción política determinada por sus necesidades, por el carácter psíquico, por el factor biológico de los individuos que la integran. La política es la suprema manifestación de la ética social que es ampliación de la ética individual. El hombre no es un animal político en sí, sino porque necesita una moral pública, un conjunto de inhibiciones, un sometimiento de individualidad para ayudar su vida con la vida de los demás.»

Finalmente, la cita no puede ser más polémica. Para aclarar el inconveniente de como gobernar al hombre de manera satisfactoria, Lamar ubica terminológicamente en primer término del memorándum político el problema de la biología acoplándola con un sistema de teorías propias, una construcción política determinada por sus necesidades. Dos años antes de la edición de Biología de la democracia, 1925, había publicado un artículo en la revista Social en donde compartía criterios sobre el aporte de José Ingenieros al pensamiento americano. En aquel texto se ve anunciada la transmutación del conocimiento positivista en un análisis de la biología como el fenómeno del autocuidado y autoformación de la vida política.

Del pensamiento de Ingenieros, cuyo texto completo aparece al final en el anexo, afirma:

«De ese criterio filosófico se deriva su teoría de la moral adogmática de una época práctica que es práctica en todos sentidos. Y al mismo tiempo que nos descubre en la ética humana un simple problema biológico de herencia en las líneas espirituales tiende a probarnos la posibilidad de una moral alejada de todo idealismo kantiano, con un “noúmeno” casi material, desviada del romanticismo hegeliano, del viejo escolasticismo petrificado aun en muchas conciencias, de todo aquello, en fin, que este más allá de la experiencia. Se argüirá que esta concepción nace en el Catecismo Positivista

No habría motivo para que el espíritu objetivo hegeliano, representado por las instituciones sociales y políticas, cayera en poder de las ideologías. La ponderación de Lamar especificaría que las leyes de selección de nobleza y su acertada aplicación al gobierno de los hombres, es la primera labor innata del Estado, cuestión que evitaría la malformación del gobierno en forma política a través del caudillismo y la tiranía.

Ergo: detrás del discurso de Biología de la democracia se presume a la intención de un autor que aspira a reaccionar contra los problemas de la política liberal democrática en América. Apuesta por el concepto genio, gran hombre,apto para la política ideado por Schopenhauer en el ensayo La sabiduría de la vida. De Nietzsche asume la gradación subyacente de puente cultural en la naturaleza ascética humana: la verdadera historia real y política de un pueblo estriba en la conexión del genio con la gente. Gradación que interrumpe el paso de una generación de últimos hombres a otras.

Dr. Ángel Velázquez Callejas

Miami, diciembre de 2016

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