Por Alfredo Triff
Agradezco a Ángel Velázquez y del escritor Armando de Armas por la invitación a presentar El Regreso de los imperios en esta hospitalaria y animada «Taverna Calle 8». A Uds. por su presencia y atención en esta tarde calurosa miamense.
El libro lleva el subtítulo Diálogo con Armando de Armas. Son las respuestas del autor a seis preguntas calibradas del editor, quien además nos regala un prólogo necesario como introducción al pensamiento de Armando de Armas.
Regreso de los Imperios es un texto pausado e íntimo. El tono es ameno, accesible e informativo. Me explico. Accesible significa saber llegar a cualquier lector de manera clara. Lo informativo consiste en entrar en los detalles y descifrar la realidad imperante, desembrollar los problemas. Ameno es el don de saber discutir y polemizar sin aburrir ni intimidar. Hay un cuarto ingrediente que es el humor. De Armas se ríe de la época que nos ha tocado. Pero no hay berrinche; el estilo se mantiene dentro de esa línea apolínea de alejamiento necesario para sopesar los asuntos al amparo de esa técnica que los cínicos de la antigüedad llamaban “ataraxia”.
Están ausentes los vicios de la cháchara política de hoy en día: la oscuridad léxica, el panfleteo ideológico y el hubris academicista de las élites. De armas critica pero levantando el tema, sometiéndolo a un método crítico muy personal (que elaboro más adelante).
El título El regreso de los imperios puede despistar a cualquiera. El consenso es que la era de los imperialismos desapareció –aunque Castro llamara a Estados Unidos «Imperialismo Yanqui» hasta el final de su vida. Me refiero a la tesis de Fukuyama del «fin de la historia», salida justo después de la caída del bloque comunista. En todo caso, EE. UU. nunca fue un imperio en el sentido decimonónico del imperio británico victoriano con monarquía y todo «donde nunca se pone el sol». Eso no es «imperio» para de Armas.
Una pregunta queda colgando: ¿Regresan los imperios? ¿Y cuándo? Esa respuesta se la dejo al autor. Lo que deseo ahora es bordear las cuestiones, presentar lo que en gastronomía llaman primo piatto. Me lanzo con uno. De Armas no se cree profeta, pero apunta con cuidado a ciertos síntomas:
… los cambios epocales son precedidos de cataclismos, guerras, pandemias, la corrupción total de las élites, sectas apocalípticas, falta de comunicación.
Debemos comentar el proceso que indica la señal. Proceso no es un acontecimiento particular, sino una constelación que se da entre lo posible y lo necesario. Tampoco los estadios son estáticos, sino que pasan el uno al otro, el uno desapareciendo en el otro. Es lo que de Armas discute como la cualidad «cíclica» de la historia:
Es un moverse de ciclos, ciclos dentro de ciclos, ciclo menor dentro del ciclo mayor.
Entre paréntesis, el autor se mete en la famosa reyerta inmemorial entre Parménides de Elea y Heráclito de Éfeso. El primero afirma lo inamovible: «Lo que es, no puede dejar de ser». El segundo presenta la famosa metáfora del cauce del río: «Nunca entramos en el mismo río dos veces».
De Armas resuelve la paradoja integrando las dos tesis en un fragmento poético:
En esencia estamos entonces antes una mutabilidad inmutable, fluir de diferentes formas en una misma alma en la eternidad, distintos cauces y cuerpos en una misma alma, que habría también cambiado sin dejar de ser la misma.
Volviendo a la señal, cualquiera diría que han ido apareciendo por aquí y por allá. De Armas apuntaría: “hay que saber ver”.
¿Recuerdan Mateo 13:9?
El que tiene oídos, que oiga.
Aunque miran, no ven; aunque oyen, no escuchan ni entienden.
En ellos se cumple la profecía de Isaías:
Por mucho que oigan, no entenderán;
por mucho que vean, no discernirán.
Ahí están las señales recientes: La pandemia china del Covid-19 y la reacción arbitraria y autodestructiva de las burocracias globalistas ante la epidemia. El culto catastrofista del cambio climático en contubernio con el poder burocrático de la Unión Europea, que no cesa de despilfarrar miles de millones de euros de la ciudadanía siguiendo políticas energéticas que torpedean sus propias economías. La guerra clara contra los campesinos y granjeros en Alemania, Luxemburgo, Francia, Italia y Holanda, en medio de una nueva imposición onerosa del exceso (no ya del vilipendiado dióxido de carbono) sino el nuevo gas de moda catastrofista: el nitrógeno.
Todo ex profeso, provocando a toda costa el GRAN RESETEO, que significa parar en seco las economías de occidente para recibir la llegada del «Nuevo Orden Mundial». El sueño de Marx y Lenin en la tierra: COMUNISMO GLOBAL , ahora con CAPITALISMO apoyando el primero.
El fenómeno “fake news”; el grado de corrupción GALOPANTE de los políticos de occidente, la corrupción dentro de los órganos de la ley como el FBI; el fenómeno «cultura de la cancelación» alentado por las redes, en contubernio con las corporaciones de occidente. El nuevo antirracismo que se enseña en las escuelas y universidades y que no es más que un racismo a la inversa. Las políticas médicas de cirugía a menores de edad con el pretexto de encausar su identidad “trans” no binaria.
¿Otra señal? Lo que de Armas anuncia como «imposición del modus operandi sin subterfugio», es decir, gobernar sin consulta previa. Acaba de ocurrir con la nueva «Ley de reducción de la inflación», que ahora rebautizaron «Ley climática» (es su verdadero propósito), que le cuesta al país $740 mil millones en medio de una inflación galopante del 8.5%.
¿Las democracias? Quedan a la deriva en ese contexto global que de Armas bautiza como «juego de espejos democráticos».
El Gran Reseteo del Foro Económico Mundial de Davos… donde el capitalismo y el comunismo son las dos alas de una misma ave, urraca usurera.
Añado que ese «foro» está lidereado por una figura siniestra: Klaus Schwab, burócrata globalista de corte totalitario, hijo de Eugen Schwab, nazi arrepentido,
¿Cuál es el protagonista de este teatro epocal?
El individuo común, que va desde un «baby boomer», pasando por la «generación X» de la Guerra Fría, el milenarista de la era digital, llegando al “discapacitado síquico” (cortesía de de Armas) de la generación Z.
Ese individuo es cualquiera de nosotros. Aquí viene el retrato de ese ser humano, de acuerdo a De Armas?
El hombre vacío proyectado hacia el exterior. El hombre sin pasado ni presente, discapacitado síquico, disparado al futuro como un disparate. El hombre moderno cada vez más postmoderno que vive en la tortura del progreso. Un hombre dominado por el deseo. Deseo que no realiza porque está a dieta. Un hombre desinformado y desconectado del ser aunque conectado a la virtualidad de la red.
Regresa el humor: «Un hombre que es como una gallina que corre detrás de un gallo áureo ilusorio».
Cierro con «lo nuestro». Tenemos siempre que volver a eso. Después de todo estamos en la calle 8. ¿No? El consenso de los cubanólogos tiene dos variantes: 1. La incapacidad de Estados Unidos de hacerle frente a Castro o, 2. La estrategia de EEUU estilo “Guerra Fría” de dejar que el sistema mismo se autodestruya.
De Armas invierte las dos conclusiones en una tercera propuesta que denuncia lo que yo llamaría «quintacolumnismo» de Estados Unidos. No voy a dar más detalles. Le dejo el plato fuerte al autor.
Todo esto tiene que ver con un estilo analítico hermético y poético de analizar las cosas de Armando de Armas que parece decir: lo que no parece ser, ES, porque se esconde detrás de sí mismo.
Me recuerda un pensamiento del poeta persa Rumi:
«El ojo del Mar es una cosa y la espuma otra. Deja que la espuma vaya, y contemple con el ojo del Mar».