La cultura ornamental (aburguesamiento moral)

Por KuKalambe

Contra los periodistas y otros contras, Karl Kraus enuncia una afirmación que, aunque simple en su forma, encierra una crítica profunda y vigorizante: «La cultura y el arte solo pueden progresar gracias a una oposición radical ante el emporcamiento ornamental». Esta reflexión, tomada como punto de partida, nos invita a cuestionar la esencia misma de lo que entendemos por cultura en el contexto contemporáneo. El concepto de «emporcamiento ornamental», tan afiladamente definido por Kraus, hace referencia a la superficialidad que corrompe las formas más puras de la cultura y el arte, reduciéndolos a simples adornos que solo sirven para cumplir una función decorativa dentro de una sociedad cada vez más alienada y despojada de su capacidad crítica.

Kraus, al hablar del «emporcamiento ornamental», no solo critica la estética vacía que se ha apoderado de la cultura, sino que también aborda una degeneración moral que se infiltra en los medios de comunicación, la intelectualidad y los sistemas educativos. Este fenómeno de emporcamiento tiene sus raíces en el aburguesamiento de las élites intelectuales y en la manipulación de la opinión pública por parte de aquellos que, en lugar de buscar la verdad y el conocimiento profundo, prefieren embellecer el discurso y disfrazar lo vacuo con palabras pomposas y colores llamativos. Esta crítica, lejos de ser un simple lamento, es un llamado a la resistencia intelectual, una invitación a despojarse de la ilusión de progreso a cualquier costo, y a enfrentarse a la realidad sin adornos ni maquillajes.

Si partimos de la premisa que el avance cultural solo puede producirse a partir de un despojamiento radical de las formas superficiales, se abre una discusión fundamental sobre el papel de las élites culturales. Es posible que, en un escenario en el que las ideas se someten a un proceso de reducción, emerja un grupo selecto de artistas e intelectuales que operen bajo una nueva «regla» de acción, una forma de existencia que se aleje de las convenciones dominantes y se afirme en una búsqueda genuina de lo esencial. Sin embargo, como señala Kraus, a lo largo de la historia nunca ha existido una ruptura real con lo que él denomina el «emporcamiento ornamental», ni siquiera en las épocas de mayor efervescencia intelectual. La cultura, en su lucha por escapar de las ataduras de la superficialidad, ha sido constantemente devorada por las mismas estructuras que deberían haberla mantenido viva y auténtica.

La ruptura que propone Kraus exige una reconsideración radical de la forma en que nos relacionamos con la cultura. En lugar de rendirnos ante la banalización y el consumo de lo cultural como mera mercancía, Kraus defiende la necesidad de un retorno a una forma simple, funcional y esencial del arte y la cultura. Este retorno no implica una regresión, sino un avance hacia lo fundamental, hacia aquello que no puede ser reducido a una mera apariencia. La cultura, para Kraus, debe liberarse de las complejidades innecesarias que la desvirtúan, y para lograrlo es preciso que haya una «ruptura cultural» que implique un reajuste radical de las normas y valores que guían la producción cultural. Este reajuste tiene como objetivo retornar a lo esencial, a lo que permanece firme y verdadero a través del tiempo, más allá de las modas y las tendencias vacías que tan a menudo parecen dominar el discurso cultural.

Kraus, al igual que muchos otros pensadores de su tiempo, entiende que el lenguaje y el discurso son los vehículos fundamentales de la cultura, y que el sentido de la cultura se encuentra precisamente en la capacidad de distinguir entre lo que merece ser elevado y lo que debe ser rechazado. La famosa metáfora de la urna y el orinal, que aparece en sus escritos, ilustra con una claridad desarmante esta distinción: «En el ámbito del lenguaje he de mostrar que hay una diferencia entre una urna y un orinal, y que solo en esa diferencia encuentra la cultura su esfera de acción». La cultura se define, según Kraus, no solo por lo que dice, sino por lo que sabe rechazar, por lo que tiene la lucidez de identificar como innecesario, trivial o incluso dañino.

Sin embargo, en el mundo contemporáneo, esta diferencia se ha desdibujado, y lo que vemos es una confusión generalizada entre lo sagrado y lo profano, entre lo elevado y lo vulgar. La distinción entre la urna y el orinal, que para Kraus era una metáfora central para entender la cultura como un espacio de tensión y confrontación, ha sido perdida en la amalgama del relativismo cultural. En un mundo donde todo es susceptible de ser presentado como igualmente válido, la capacidad crítica de la cultura se ha visto severamente comprometida. El peligro, como señala Kraus, es que los elementos más valiosos de la cultura sean reducidos a meros objetos de consumo, despojados de su poder de transformación y reflexión.

Este fenómeno no es ajeno a la realidad cultural cubana, que, después de la figura fundacional de Orígenes, nunca ha logrado desprenderse del «emporcamiento ornamental» que Kraus describe. La cultura en Cuba, como en muchas otras partes del mundo, ha estado marcada por una constante tensión entre lo auténtico y lo superficial, entre el deseo de una verdadera reforma cultural y la tentación de adherirse a las formas y estructuras que ya existen. Cada intento de renovación parece estar atrapado en las mismas dinámicas de consumo y poder que critican, lo que plantea la pregunta de si alguna vez será posible romper con esta lógica, y si es posible recuperar una cultura genuina que se base en la diferencia, la crítica y el rechazo de lo que no merece ser considerado arte o cultura en su sentido más profundo.

El desafío, entonces, radica en cómo podemos, en el contexto de nuestra propia historia cultural, encontrar el coraje de destruir las formas vacías que nos han sido impuestas, y reemplazarlas por una visión más simple y auténtica, que sea capaz de resistir la superficialidad de las formas que la sociedad de consumo nos presenta. Solo a través de esta ruptura radical, de este rechazo consciente de lo ornamental y lo vacío, será posible avanzar hacia una verdadera cultura, una cultura que se sostenga en los principios de la autenticidad, la crítica y la reflexión profunda.

Total Page Visits: 605 - Today Page Visits: 2