Por Waldo González López
El catedrático y sociólogo Ricardo Bofill Pagés (La Habana, Cuba, 1943 – Miami, Florida, EUA, 2019) es recordado por su digna y valerosa existencia, no solo en Cuba y Miami, sino en todos los países donde hay compatriotas que luchan contra el comunismo. Profesor de Historia de la Filosofía en la Universidad de La Habana, en 1965, como otros que creyeron en las fábulas del traidor Castro, se incorporó al Partido Comunista de Cuba. Sin embargo, al percatarse de las infamias del asesino, se opuso y se convirtió en activista, disidente y fundador del Comité de Derechos Humanos y del Partido Pro Derechos Humanos en Cuba (PPDHC). Fue un opositor implacable del gobierno de Fidel Castro y cumplió varias condenas por cargos políticos antes de emigrar a los Estados Unidos.
El 20 de junio de 1988, por iniciativa de Bofill, se constituyó el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba. El 6 de noviembre, el PPDHC anunció la Declaración de La Habana, un llamado a firmas para realizar un referéndum democrático en Cuba similar al celebrado en Chile. El 30 de noviembre de 1988, Bofill fue recibido en la Casa Blanca por el presidente Ronald Reagan. Durante su ejemplar vida de lucha por la libertad, hay mucho más que destacar, pero resalto un hecho que habla por sí solo: en privado, agentes de la inteligencia cubana lo reconocieron como un hombre inteligente y un hábil oponente: «Este tipo con gafas, camisa blanca y pantalón negro, con una maleta en las manos, fue reconocido por toda Cuba». La disidencia cubana y la emigración política caracterizaron a Ricardo Bofill como un valiente luchador por los derechos de los oprimidos y el primer periodista independiente que desafió la dictadura de Fidel Castro. Murió en Estados Unidos a los 76 años.
Un Bofill no tan conocido: el narrador
Censurado como la mayoría de los ciudadanos en la Isla Cárcel, muchos desconocíamos su actividad literaria. Sin embargo, recientemente conocí la calidad narrativa de Ricardo Bofill gracias a la lectura de su breve novela El tiempo es el diablo, publicada por Carlos Alberto Montaner en la prestigiosa Colección Biblioteca Cubana Contemporánea de la madrileña Editorial Playor, creada en los años 80 por el recién fallecido periodista y narrador cubano.
El realismo mágico
El influjo del realismo mágico se percibe apenas se inicia la lectura de la lograda novela de Bofill, con elementos característicos de esta tendencia literaria, en particular por el influjo de uno de sus mayores exponentes: el colombiano Gabriel García Márquez.
Bofill comparte esta afinidad con otro narrador y periodista cubano, también exiliado y fallecido en Estados Unidos: José Lorenzo Fuentes (Santa Clara, 1928 – Miami, 2017), cuentista, novelista y ensayista. En 1991, Fuentes integró el grupo de intelectuales firmantes de la Carta de los Diez, que demandaba reformas democráticas en Cuba. Tras una invitación de la Universidad de Iowa, estableció su residencia en Estados Unidos.
La Editorial Playor publicó títulos significativos como Cavernas del silencio de Armando Valladares, Los gays bajo la Revolución Cubana de Allen Young, Esa tristeza que nos inunda de Ángel Cuadra, La campana del alba de Ernesto Díaz Rodríguez, De la sangre de otras venas de Roberto Martín Pérez, El radarista de Eloy Gutiérrez Menoyo y el guion del célebre documental Conducta impropia de Néstor Almendros y Orlando Jiménez.
Fuentes, merecedor de varios galardones literarios —como el Premio Internacional Hernández Catá en 1952 por su relato «El lindero»—, en los cuentos de su libro Después de la gaviota (Colección Premio Casa de las Américas, 1968) y sus novelas La piedra de María Ramos (Editorial Letras Cubanas, 1986) y Brígida pudo soñar (Editorial El Conejo, Ecuador, 1986), corrobora tal influjo. Su confesa admiración por el autor de Cien años de soledad se evidencia en su volumen Entrevistas a 5 grandes: Gabriel García Márquez, Cundo Bermúdez, Wifredo Lam, Julio Cortázar y Alfonso Grosso (Editorial Voces de Hoy, Estados Unidos, 2014).
Entre otros rasgos de la narrativa de Bofill, destacan su barroquismo narrativo, que se distancia del de García Márquez por su moderado uso del mismo, y su estilo periodístico «cortado», que le permite un atinado empleo de la imagen sin llegar a la complejidad de Lezama Lima. Sobre todo, logra una poética particular sostenida por un lenguaje coloquial-campesino, muy distinto del asumido por los autores del movimiento realista «novelística de la tierra» (1915-1935), entre cuyos mayores autores figuran el colombiano José Eustasio Rivera, los venezolanos Rómulo Gallegos y Arturo Uslar Pietri, y los argentinos Ricardo Güiraldes y Benito Lynch.
Ejemplos de esta influencia aparecen en la primera página de El tiempo es el diablo, evocando fragmentos de Cien años de soledad: «Tranquilino se despertó, estuvo a punto de bostezar ruidosamente, miró a la mujer que dormía a su lado y se puso los pantalones». Otro ejemplo es: «El primero en entrar en la habitación fue Lucas Guardado, un hombre tan corpulento que siempre caminaba dentro de su casa con la cabeza gacha, encorvándose lamentablemente, por temor a golpearse con las vigas cercanas al techo».
Otros rasgos que remiten al realismo mágico y a García Márquez son los nombres de los pueblos y personajes: Mabujina, Corral Nuevo, Amarillas (poblado de Matanzas donde naciera el editor y narrador Imeldo Álvarez), Tranquilino, Lucas Guardado, María Magdalena, Olvido, Candelario, Rogelio, el Pecoso, Gumersindo Cabral, Anselmo, Leonardo de la Caridad, Celestino Troncoso, Mercedes Santurio, Beba, Brunilda, Delicias, y Fallanca, el del billar.
En otros momentos, la narrativa de Bofill recuerda a Onelio Jorge Cardoso, conocido como «El Cuentero», cuya rica prosa alusiva lograra este apodo en alusión a su personaje central con adagios de la sabiduría popular. Veamos algunos ejemplos de estos rasgos:
- «Tranquilino pensó que de joven él tampoco había sido prudente. Acaso ningún joven lo ha sido nunca».
- «Siempre que uno desea algo con fuerza lo consigue».
- «Lo sabía en la forma en que se saben las cosas antes de que vengan las palabras a nombrarlas».
- «Tranquilino tuvo la idea de que ya empezaba a andar por el sendero de todas las explicaciones posibles».
- «Lo miró con sus ojos verdes, del color del agua muerta de las lagunas a la hora del atardecer, a los que ya daba lumbre siquiera el esfuerzo de la curiosidad».
- «Los sufrimientos llegan apenas empieza a despertarse la conciencia».
- «El destino con frecuencia aborrece las monótonas repeticiones».
A pesar de estos influjos y su genuino talento, Bofill logró mostrar su estilo personal. Es lamentable que, debido a su vida de lucha contra el castrismo/comunismo, no pudiera continuar su obra narrativa, cuyo inicio prometía muchos éxitos.
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