(Eingeschränkte Rechte für bestimmte redaktionelle Kunden in Deutschland. Limited rights for specific editorial clients in Germany.) Friedrich Nietzsche,Friedrich Nietzsche,,Hans Olde (*15.10.1844-25.08.1900+) , Philosoph, Schriftsteller, D, Nietzsche auf dem Krankenlager, Weimar 1899, Kohlezeichnung von Hans Olde (Photo by ullstein bild via Getty Images)

Nietzsche y la genealogía del historiador

Por Robert James

Según Nietzsche, desde una perspectiva teleológica o utópica, la historia carece de existencia palpable. Los relatos que intentan atribuirle un sentido, una meta, un final o un telos son meras interpretaciones subjetivas de los autores. Los historiadores, al describir los eventos, tienden a proyectar sus propias creencias, esperanzas y temores, sin alcanzar una comprensión única y definitiva de lo sucedido.

Nietzsche aborda la historia no como una entidad concreta y concluyente, sino como una serie de interpretaciones diversas que no obligan a comprometerse con los eventos ni a entender el presente como la culminación del pasado. En este contexto, la utilidad de la historia se cuestiona: ¿es simplemente una compilación de respuestas arbitrarias que la humanidad se ha dado a sí misma a través de los historiadores? ¿Es posible prescindir de comprender el porqué de los eventos y concebir la historia como un movimiento desconexo, sin introducir visiones y significados por parte de filósofos e historiadores?

Desde la perspectiva de Nietzsche, la única forma válida de abordar la tarea del historiador y concebir la historia es a través de la genealogía. Michel Foucault describe esta perspectiva como meticulosa, documentalista y gris, centrándose en la singularidad de los eventos desapercibidos y rompiendo con las monotonías a través de la erudición.

La genealogía, para Nietzsche, carece de metanarrativas, significados ideales o horizontes teleológicos. Se manifiesta de dos maneras: como objeto de investigación, como se ve en su obra «Genealogía de la moral», donde reflexiona sobre el origen de los prejuicios morales; y como la posibilidad de identificar las formas móviles anteriores a lo externo, accidental y sucesivo, sugiriendo algún origen.

En lugar de aceptar las interpretaciones convencionales, la genealogía se burla de ellas para revelar su falsedad y fatuidad, desentrañando supuestos principios solemnes como meras fábulas de la razón y fanatismo. Nietzsche critica la visión moderna del historiador como objetivo y preciso, que descubre un pasado inmóvil con esencia y relaciones causales. Para él, esta visión es una perspectiva que se desdibuja, una geometría ficticia universal que imita la muerte, sin rostro ni nombre, engañando con una supuesta ley inevitable.

El filósofo busca un comienzo mejor que simplemente contar la verdad sobre el surgimiento de algo con supuesto valor intrínseco. Busca el conocimiento diferencial de energías y desfallecimientos, alturas y hundimientos, venenos y contravenenos. La genealogía, para Nietzsche, implica comprender la procedencia, las fuentes, la pertenencia a grupos de sangre y tradiciones, siempre relativas y contingentes. Es leer lo que somos en la exterioridad y el accidente, ver las raíces de nuestro cuerpo, el nacimiento de nuestros deseos, errores y aspiraciones.

La genealogía revela la articulación entre el cuerpo y la historia, mostrando tensiones, presencias y destrucciones. Nietzsche descubre que el nacimiento es la emergencia del poder, el despliegue de un diagrama de fuerzas y sus variaciones. El genealogista muestra cómo las fuerzas luchan, estableciendo sistemas de sumisión según el juego azaroso de las dominaciones.

Nietzsche rechaza el modelo de historiador que cree en un final, un ideal ascético, un sentido que guía lo contingente hacia lo universal. Introduce la figura del genealogista, con una actitud anti-histórica, usando la parodia para destruir la historia monumental y la idea de que el historiador ofrece reminiscencias del pasado. El genealogista disocia su identidad, muestra la heterogeneidad que prohíbe cualquier esencia, y utiliza la voluntad de saber como un instinto, revelando el poder pasado.

Nietzsche adopta un estilo fragmentario en su escritura para desarrollar su genealogía anti-histórica, atacando la pulsión de verdad de historiadores y filósofos. Los fragmentos nietzscheanos remiten al juego, al azar y a la risa, mostrando un pensamiento lábil y con escansiones.

Este estilo va más allá de la acumulación de conceptos filosóficos, caracterizándose por su uso disruptivo, irreverente y contradictorio, sin perder la capacidad crítica. A diferencia de historiadores que buscan la verdad, Nietzsche cree que la genealogía surge espontáneamente en un estado de éxtasis intelectual y pensamiento viajero. Su obra es una sinfonía de intensidades fluctuantes y vibraciones internas, una síntesis paradójica entre la vida y las ideas, expresada en textos irónicos y psicológicamente penetrantes.

Según Pierre Klossowsky, esta fluctuación de intensidades se interpreta a sí misma, descubriendo su propio sinsentido en la búsqueda constante de significados frágiles y efímeros. Tras la intensidad inicial, sigue una calma relativa, reiniciándose el proceso de autorreconocimiento en la escritura fragmentaria, sin tiempo, secuencia ni estructura narrativa.

Nietzsche vive con intensidad la restitución de la apariencia, identificando la verdad con la fábula y la ficción. Busca mostrar la exasperación de la razón en el extremo, la excentricidad de la gramática y la desconfianza a cualquier pista de verdades teleológicas. La escritura genealógica y fragmentaria implica el uso de símbolos con múltiples significados, desencadenando diferentes reacciones y desafiando fuerzas reactivas hacia situaciones existenciales en los umbrales de la locura.

Al escribir la historia desde una perspectiva anti-histórica, se revelan las máscaras entre eventos y percepción, jugando con imágenes fragmentadas que desafían la «objetividad». Las palabras y esquirlas en la escritura de Nietzsche reflejan su «olvido y anamnesis de la experiencia vivida del eterno retorno». Identifica el «mundo verdadero» con el de la apariencia, considerándose un reflejo pasajero, en contraposición a la historia monumental. Para Nietzsche, la existencia está en la danza de los círculos del retorno, donde la pasión, la vida y la historia se entrelazan en un movimiento estético sin meta ni final.

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