«Nietzsche, el mecenas», de Ángel Velázquez Callejas

Siguiendo la inercia de esta gran ola de pensamiento intempestivo, he decidido sumarme a su flujo con este modesto libro. Nietzsche, el mecenas verá la luz en la plataforma Kindle de Amazon en un futuro cercano, bajo la benévola mirada de alguna editorial amiga. He compuesto estas meditaciones intempestivas adoptando un estilo de combate intelectual, evocando el espíritu que Nietzsche insufló a cada línea de su obra.

He entablado un diálogo imaginario con el caminante de Sils María, asumiendo el riesgo de una “guerrilla poética” y un ataque literario, en un esfuerzo por capturar la esencia misma de su pensamiento como una fuerza de desciframiento tenaz ante el poder y sus formas.

Desde Playa Albina, tierra querida, en un rincón de esta ciudad en crecimiento y desde una atalaya imaginaria, invoco a la prudencia al acercarse al poema inaugural de Nietzsche, el mecenas.

¿De qué mecenazgo hablamos? Nietzsche, en su escritura, se erige como un mecenas innegable, un creador generoso que, con su arte, no solo ofrece dones, sino que también construye destinos. Su intención fue la de realizar una donación aristocrática a la humanidad, un obsequio a sus lectores, sin imponerles deudas. Desde la ficción hasta el ensayo, pasando por aforismos y poemas, Nietzsche dispuso sus ofrecimientos con una fuerza obstinada, lanzándolos a la posteridad como un legado tan complejo como trascendente. Estas ofrendas han marcado profundas cesuras en el lenguaje, resonando a lo largo del siglo XX y más allá, en todas las generaciones que han recogido sus ecos indirectamente.

Nietzsche es un autor generoso en el sentido de que impregna en su lector la conciencia de la libertad y la individualidad. En el contexto cubano, sin embargo, su recepción fue escasa: el temor a aceptar la legitimidad del egoísmo, una idea fundamental en los escritos de Nietzsche, contrastaba con el discurso colectivo e independentista que permeaba la época. Su defensa de una autonomía aristocrática del espíritu fue malinterpretada y, en su momento, ignorada.

«El hombre es un ser para la domesticación y la cría», escribió Nietzsche en Ecce Homo, una profecía que bien puede entenderse, en clave poética, en la narrativa de El Principito.

Así que, sí, aceptémoslo: no le pidamos peras al olmo.

Total Page Visits: 265 - Today Page Visits: 1