NI ARRIBISMO NI CÁLCULO

Por Juan Carlos Recio

(Leer o escribir sobre el tránsito entre la poesía contemporánea y la establecida requiere de un amplio conocimiento y comprensión, partiendo desde el origen de las inspiraciones que las han logrado. No es algo tan simple como el sonido del guaguancó para los nativos de los solares caribeños.)

En las formas de conjeturar ideas que se narran como propuestas narrativas en la poesía contemporánea norteamericana, hay algo recurrente. Es evidente que existe una considerable influencia de otros escritores, como lo fueron en su momento Silvio Rodríguez y Carlos Varela. Ahora, en lugar de una identidad dadaísta, han adoptado mucho de Dylan Thomas. No es difícil detectar ciertos intentos de escritura por parte de otros contemporáneos de la poesía cubana actual que parecen haber consultado en algún momento las deficientes traducciones de poetas como Patrick Lawler, Robert Pesich, Anthony Seidman, Paul B. Roth, Chris Talbott, y una lista más de aquellos nacidos o traídos a tierras del imperio.

 La cuestión clave aquí es la apariencia. No niego que pueda ser un defecto en los poetas estadounidenses, pero aquellos que intentan presentarse como originales a menudo se quedan atrapados con rasgos que, a través de peculiaridades, más bien insinúan la imitación de ideas comunes desde lo común. Y cuidado, no siempre es una apuesta válida, ya que te adentras en un campo donde la poesía te traiciona de inmediato.

En el idioma inglés, lo que interpretas tiene esa atmósfera que nunca se desvía de su finalidad íntima. Al suponer que su visual es un trabajo ortopédico que restaura una mirada social o raigal de individuos acostumbrados a generar sus estados de ánimo en la observación y no en la carencia.

Allen Ginsberg, con su enorme poema épico Aullido, demuestra que lo interesante de rescatar en una sociedad de confrontación entre alientos libertarios y tradiciones de luchas y defensas de todo tipo, hay ideales poéticos que no pueden ni traicionar la realidad del contexto ni disuadir mediante palabra alguna de que esa realidad se pueda mostrar con palabras que operan una cotidianidad siempre en movimiento.

 No son afloraciones divorciadas de ello, y los lectores de esas traducciones lo interpretan desde fuera de su idioma original para tergiversar las intenciones mismas que, aunque no sean citas en la obviedad de los nuevos textos de esos poetas emigrantes o denigrantes, tal vez sea su apodo, lo cierto es que malinterpretan la atmósfera y los giros con la intención de conservar, según ellos creen, la cualidad de quienes les inspiraron.

Constantemente ves triunfar a estos simuladores como si la resaca de una lectura fuera la inspiración que podría salvarlos. No comprenden los muleros empíricos que la generación del movimiento Beat no fueron precursores de observar lo que otros hacían. Ellos se sumaron a la ola auténtica de vivir sobre ese rompimiento contra convenciones morales, cuando las drogas y el sexo libre lideraban gustos fuera de cualquier metáfora de plagio.

Por lo tanto, lograr la autenticidad de encantarse con egos y egocentrismos primitivos, de lo que pareciera ser existencialismo sin una vida propia en ello, y explayarse sin conciencia del peligro de repetir fórmulas de cierta zona de strike de estos poetas que operan en su mente natural, y creer que no conlleva estos eufemismos de grandeza, que son, sin duda, secuencias de cálculo «de hacerlo como los grandes» pero, sin tener el tamaño de la esfera rodante que ha tenido en la poesía norteamericana su autenticidad, siempre, desde ese don y aire de grandeza, que no necesita inspiración ajena para subir cuestas y cimas que nosotros, los lectores, no podamos advertir, y para ser exacto, con características que confirman su fuerza real.

Mi recomendación para aquellos que escriben con esa lupa, considerando estas influencias, es tener en cuenta un fenómeno que ocurrió en el movimiento de los beatniks, ya convertidos en mods (nombre tomado del modern jazz). Fue un fenómeno muy integrador y natural en sus circunstancias de la época, cuando los trabajadores ingleses acogieron a los trabajadores británicos y, aunque no fueran iguales, hubo una necesidad extrema de adaptarse como estrategia y guía para sus propios intereses.

La mejor manera de entender la poesía norteamericana es absorber lo que produce en nuestra cultura adquirida y mostrarla desde su origen, sin intentar imitar ni sus deficiencias ni sus peculiaridades. Simplemente hay que comprender su profundidad desde la convicción de su carácter e idiosincrasia. La idea de resolver la metáfora de la aspirina que tapaba el sol no funciona en estos casos. No es lo mismo conectar vasos comunicantes que escribir en paralelo, tratando de que tomemos la aspirina con agua filtrada que no cautiva porque carece de la fuente precisa que depende del lecho natural.

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Juan Carlos Recio Martínez (Cuba 1968). Sus poemas y narraciones han aparecido en revistas en papel y digital en Canadá, EE.UU. y España, así como en varias antologías. Fundó en Estados Unidos La Biblioteca Visual de autores cubanos, que recoge en vídeos las obras de poetas y narradores de su país natal. Antes de emigrar a Estados Unidos en 2000, ejerció el periodismo independiente en Cuba, lo que le valió una temporada en las cárceles del castrismo. Fue declarado prisionero de conciencia por amnistía internacional, comité de periodistas de New York en 1998.

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