Por La Máscara Negra
Desde luego, el «arte contemporáneo importa», constituye el imperativo expresivo de la autorerencialidad en los días que corren. Sin embargo, como ha dicho Alfredo Triff en Miami Picadillo, la falta de la honesta crítica ( fitness de la crítica) no ha podido establece controles correspondientes para evitar el dominio de masificación y la mala publicidad (el mercado sobre arte) en el arte. Miami Picadillo defiende, según el autor, «un estilo de crítica honesto, falible y enriquecedor». Pretende ejercer una influencia decisiva a partir de la crítica sobre la productividad del arte (más calidad, menos cantidad), una suerte de contención contra la chapucería artística.
Quisiera abordar brevemente dos puntos de vistas la ascetología estética (su relación con el sistema del mercado del arte)implícita en Miami Picadillo: la «casa disciplinar del arte (la auto producción del hombre artista)» a partir de las sugerencias narrativa del capítulo La «casa» de Jorge Pardo y luego su corolario: el resquebrajamiento del «trabajo artesanal artístico tradicionional» (el oficio de artista) por el asalto del «trabajo abstracto», sans phrase, del mercado del arte, siguiendo las peripecias de la domesticación artística según reza el capítulo ¿Como el arte se vuelve obediente al arte de «no hacer»?
En la historia del arte contemporáneo, desde 1910 hasta hoy es evidente que en este período de tiempo se consuma el infortunio de las artes plásticas. Tres generaciones decisivas de artistas, en el campo de las artes plásticas, (1910 a 1945, 1945 a 1980 y 1980 a 2020) han ampliado el ámbito de su oficio a través del avance vertiginoso de los nuevos procedimientos. Cada una de estas generaciones ha desaprendido la capacidad de conectar con el nivel de suma exigencia artística de la generación anterior. En su gran mayoría han dejado de seguir la cadena dorada de las imitaciones (temáticas, técnicas y formales) en el plano de los experimentos artísticos ilimitados de la contemporaneidad.
La caída del arte contemporáneo deja ver como se produce el daño al procedimiento de imitación y de la conciencia de entrenamiento vinculado a él, que había abarcado los tres mil años precedentes de la «historia del arte», con una proliferación, por fragmentada que fuese, de maestría y de secretos de oficio. Tras una secuencia de ochenta a cien generaciones de procesos de copiado basados en la imitación en el arte pre moderno, en apenas dos generaciones se priva casi totalmente a la imitación de contenidos y de técnica de la función que tenía como réplica cultural decisiva.
Con el desplazamiento del arte en cuanto poder de producción (junto con el «lastre>> de los antiguos maestros) a un arte como poder de exposición (con toda su libertad de efectos, la publicidad descontrolada) se hace predominante una forma de imitación que vuelve la espalda al taller y convierte el lugar de la presentación en el centro del acontecimiento (el caso autorreferencial en la obra «cómo el huevo roto de Koons dinamita la artesanía».
Ya no es secreto la secesión de las artes respecto a las artesanías, el espectáculo más relevante de la Edad Moderna, antes de la entrada en acción de un drama aún mayor: la cristalización del «trabajo en general, el trabajo sans phrase» y, con ello, de aquel trabajo sin características (el arte sin características) en el que Marx encontró la definición sistémica de la condición proletaria, como una auto venta, aparentemente libre, de una «mercancía de la fuerza del trabajo» disponible para todo.
Así pues, en este contacto penetra un elemento incontrolable y desbordante de selfishness (egoísmo) no sólo en la actividad artística, sino en las propias obras de arte. Durante varias décadas se constata con más claridad que cada vez es menor el interés por la cuestión de la producción de la obra de arte y mayor el interés por la forma de «ser expuestas». El egofitnees (el entrenamiento, la forma) de la obra de arte se ve desplazada en los días actuales por el arte selfishness.
Continuará….