Por: Spartacus
La actualidad impulsa y tecnifica el despertar de los sueños de la conciencia. La sátira sagrada, en su rumbo hacia un destino definido, se despliega en diversas formas cinematográficas y ciber-alternativas desafiantes en el reino de la mente consciente. El ciberespacio, representado por las redes sociales, se erige como el epicentro de la ironía, siendo la tercera variante tras la literatura. La amalgama entre humanos genuinos y replicantes en el ciberespacio genera una frontera difusa, donde la creación artística difunde estas distinciones al mundo real.
Esta simbiosis impulsa un sendero común para hombres y máquinas, llevando la existencia en el ciberespacio a buscar un nivel de simulación técnica. Este conocimiento se vincula a una imitación completa, un equivalente funcional de la realidad.
Los hermanos Wachowski exploraron visualmente este concepto en una obra cinematográfica neuro-cibernética. Sin embargo, la atmósfera de simulación en la película no es simplemente cautivadora ni metafísicamente conservadora; es profundamente paranoica, manteniendo la distinción antigua entre el mundo verdadero y el aparente.
El vaivén entre estos dos polos crea una turbulencia compensatoria, ya que la película no puede más que ofrecer la misma visibilidad a ambos estados. Los directores mantuvieron la estabilidad al filmar ambos polos en color, evitando sumergirse en las proposiciones ontológicas entre blanco y negro y color. En esta perspectiva, se revela una tercera entidad entre el ser en la realidad y el ser en la simulación: el ser en la película, que es ambos y ninguno a la vez.
La película expone la posibilidad de poner a prueba una antigua idea de Nietzsche en «El nacimiento de la tragedia»: ¿es posible liberarse filosóficamente de la apariencia a través de la redención por la apariencia misma? Surge así un dilema al espectador: ¿es opción la redención a través de la liberación aparente? Es cuestionar la apariencia en el pensamiento dualista (sujeto/objeto) y buscar en la complejidad de la realidad un tercer y un cuarto como un espíritu de información.
La información se presenta como un valor reflexivo entre la subjetividad y la objetividad. Las máquinas inteligentes desafían el pensamiento positivista al mostrarnos que la subjetividad está inextricablemente ligada a estos polos, y puede ser redescubierta y reinterpretada. Las máquinas computacionales pueden considerarse como entidades materializadas o convertidas en objetos que establecen relaciones con las personas, representando manifestaciones del «espíritu objetivo». La «teoría de los Archivos» se fundamenta en esta premisa como agencia mediológica y transmisora de información.