Machetico contra el Increíble Hulk

Por La Máscara Negra

En la mañana, a primera hora, la señora tocó la puerta del vecino. Era domingo. Vuelve la señora a tocar la puerta con más fuerza y la puerta se abre. Semidormido, en jean y sin camisa, aparece el hombre que aún no se ha colocado en los ojos los espejuelos redondo corte inglés.

–Señora, qué desea, por qué tan temprano, son las 7.

La mirada de la señora se gira hacia la calle y con el dedo apunta: cómo y quién arrancó un pedazo del lateral de la acera. Ayer hubo aquí, en su patio, un bochinche y muchos carros parqueados en la calle y sobre la acera.

–señora, ningún carro pudo hacer semejante destrozo

–señor, Entonces, quién fue

Un silencio de repente inundó el espacio angosto que los separaba a ambos, la señora después exclamo:

Si, ya sé, nadie lo hizo, ¡fue el fantasma del Increíble Hulk!

En la noche la tertulia «El Machetazo» estaba en los finales, una noche oscura, con luna menguante, pasada por agua. Los tertulianos había disfrutado de la literatura, de un invitado especial que vino del cono sur y la presentación de una muela nietzscheana del hombre dinamita. Todo apuntaba a olor de guerra, combate cuerpo a cuerpo.

Aun todavía, a las 9 de la noche, el tiro de «lager» campeaba a potrero abierto y la piscina hervía de deseo sobrecogedor. La piscina deseaba bañarse en alguien, pero nadie quería bañarse en la piscina. Alguien tenis que caer en la piscina.

Kato y su amigo se despedían, ¡nos vamos!

–Por qué se van, ahora comienza la fiesta, saltó al cuello del «increíble» Pata de Palo vociferando que se quedaran.

Julito el Pescador lo tomó como una agresión, una intromisión no deseada y respondió con el filo de la palabra.

–pues me voy porque me salen de mis cojones

–pues te quedas porque me salen de mis timbales, ripostó Pata de Palo en un tono desafiante

–Te lanzo a la piscina por comemierda, tienes que respetarme, aquí mando yo, Pata de Palo fue definitivo

—a mí ni pinga, Julito enfurecido

Ambos, antitrumpitas y demócratas autoritarios, llegaron a la cima de la desolación forcejeándose al lado de la piscina que pedía a gritos un bañista. ¿Julito o Pata de Palo? Julito se tambaleaba, pata de Palo lo empujaba, a tal punto que tuvieron que entrar en acción los rescatistas en el desafuero literario. Pata de palo es un gran poeta y narrador; Julito un gran poeta y narrador. La competencia estaba echada.

–A mí ni pinga, la frase caía con más fuerza sobre la piscina y los rescatistas se molestaron. Faltaba más que estuviera allí, en ese momento, el señor Despingador. Tres, cuatro despingadores, quién iba a detener a la democracia autoritaria. Todo parecía un despingamiento absoluto.

Del tumulto salió otra frase meno púdica, –¡lo abro en dos como a un puerco!, ¡lo tiro a la piscina!

–A mí ni pinga, Julito se puso en tres, cuadráo para lo sea. Si, Pa’ lo que sea Fidel, pa’ lo que sea Fidel, una voz rumoraba el oído. El coraje tomaba vuelo.

Al notarse de que ambos no se lograban arañar, Pata de Palo optó por otra estrategia pírrica.

–¡lo abro en dos como a un puerco!, a viva voz repetía Pata de Palo. Fue y abrió la puerta de un cuarto donde se guardan las herramientas de trabajo y haló un «machetico» para comenzar a dar planazos en la pared y no lograr otra cosa que cortar los cables de la corriente.

Aquello se puso más oscuro, color de hormiga. Los golpes de los macheticos en la pared se oían como aplanadora, al sonido del tambor. La gente no dejaba a Pata de Palo avanzar y la tristeza de la piscina era más aun espeluznante. La piscina lloraba de tristeza y melancolía de no poder mojar al más valiente, al más aguerrido, al más revolucionario.

–lo mato, lo abro en dos como a un puerco,

— A mí ni pinga

«Ni pinga» abrió los ojos despavoridos cuando vio el machetico alzarse por el puño y «patica pa’ que tengo». Como todo un bólido que saca fuerza extra de donde no la hay, corrió hacia la calle para buscar con que defenderse. Corrimos a suerte, Kato por un tilín se destarra, pero ya no estaba Fofita, Julito el Pescador.

En la calle, parado al lado de un Chevi Cruse, despavorido ante la muerte, encontramos al Increíble Hulk con un enorme trozo de piedra para defenderse.

¡Alabado sea el señor!

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