
La neurosis Lord Chandos de Wittgenstein
(Fragmento de la ‘Nota introductoria’)
Por Ángel Velázquez Callejas
Wittgenstein poseía el hábito de inscribir sus pensamientos en sucesiones de anotaciones más o menos a fines entre sí, que conservó en cuadernos durante toda su vida. Las anotaciones aquí, que se titulan Cultura y valor, obedecen a las opiniones de Wittgenstein sobre los asuntos pocos técnicos de su filosofía. De modo que, las anotaciones serán sobre religión, música, arquitectura, naturaleza de la filosofía, el espíritu del tiempo y el cuasi reglamento de una secesión cultural y la proposición de la cultura como un reglamento de una orden.
Desde luego, pensar para Wittgenstein simbolizaba una travesía entre varias formas dispersas dentro de la monstruosidad oscura. Wittgenstein es, verdaderamente, un pensador que ha legado una obra compuesta por frases aisladas. Fue su tremenda necesidad de precisión la que haría de él un mártir de la incoherencia. Se le hizo dolorosamente consciente que padecía una especie de neurosis Lord Chandos, un trastorno de la capacidad de afirmar con palabras las cohesiones del mundo y de creer en las afirmaciones de esas cohesiones.
Toda una vida puede transcurrir bajo una ilusión: la de que las palabras equivalen a la realidad. A veces, el embrujo de la existencia puramente verbal puede romperse. Es lo que le ocurrió a Wittgenstein. Para expresar su experiencia, apeló a diversas anotaciones, a una surte de identidad de Lord Chandos. Las promesas artísticas de la neurosis Chandos se desvanecieron cuando se retiró a vivir al campo. Allí era un acomodado estanciero. Sus conocidos de Londres, que antes habían celebrado la exquisitez de su pluma, esperaban que, desde su retiro campestre, les enviara una fulgurante y contundente obra poética.
Pero Chandos solo envió silencio y ausencia. Para Chandos, lo real es la trama incandescente de las particularidades que nos rodean y acompañan en cada instante de existencia. Vivimos dentro de la espuma cambiante de la materia. Todos los objetos que nos abrazan entre el cielo y la tierra exhalan una riqueza singular, inexplicable por cualquier concepto del lenguaje. La piedra, el árbol o la pradera que descubre Chandos al cabalgar por el campo inglés, no son ya únicamente ramilletes de objetos definidos de una vez y para siempre por el diccionario de una lengua. Cada ser particular es ahora un estallido incesante de vida. Que deviene y cambia, sin perder con ello su propia aura singular.
Lo cercano y conocido se torna así algo extraño, fantástico, inexplicable. Y esa urdimbre exaltada de la vida singular, Chandos la sentirá dentro de su propio cuerpo, como un jugo hirviente que corre por sus venas. Chandos sabe que debe callar. Que nunca podrá sustituir lo vivido por lo expresado por el lenguaje. Lo real se torna entonces silencio, no por carecer de voces o clamores, si no porque el lenguaje no puede expresar la sinfonía profunda de lo viviente. Y al experimentar la distancia entre la realidad que es y el espejo opaco de las palabras, Chandos abandona la literatura.
En el caso de Wittgenstein, apenas transcurrido medio siglo desde su muerte es ya un mito intelectual del siglo xx. Pese a que la distinción de Vico entre filosofía civil y monacal parecía haberse anulado desde la Revolución Francesa, uno se siente inclinado, sin embargo, a reactivar esta diferenciación una vez más a propósito de Wittgenstein.
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Wittgenstein: de la filosofía del lenguaje a la interpretación de la cultura
(Fragmento del ‘Prólogo’)
Por Alberto Méndez
Ahora que se cumplen este mes de abril 133 años del nacimiento del filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein y un siglo de que el lógico matemático y fundador junto a Frege, Russell y Moore de la filosofía lógica moderna, se diera a conocer al mundo con la proeza de ascetismo intelectual de la publicación en su versión en inglés del Tractatus Logico-Philosophicus (Wittgenstein [1922] 2006) es también una oportunidad para dar a conocer en la editorial Éxodo la versión de uno de los diarios íntimos del filósofo austriaco en la traducción al español del ensayista e historiador Ángel Velázquez Callejas para el lector cubanoamericano a partir de la versión en inglés de fragmentos de ese diario publicado inicialmente en inglés hace algunos años por el también muy reconocido filósofo lógico de origen finés Georg H. Von Wright (Schilpp, 1989b) quien fuera además de editor y albacea, un reconocido discípulo de Wittgenstein y sucesor de éste en su cátedra de filosofía en la Universidad de Cambridge.
1. Wittgenstein, una introducción a la filosofía del lenguaje
Mi recuerdo del nombre de Wittgenstein se remonta a La Habana de finales del siglo xx, durante los años 90’s, hace ya de esto, buena cantidad de años, poco más de veinte. Entonces, dedicaba cada semana, horas enteras de detallada lectura a estudiar la serie de libros publicados por Paidós de los Seminarios del psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Lacan, dictados en París, para sus colegas, primero en el auditorio de la clínica mental de Sainte Anne en los años 50’s donde asistían solo sus colegas psicoanalistas como Serge Leclaire, Octave Manoni y Françoise Dolto, psiquiatras como Jean Delay y Henri Ey Taurus, Madrid, 1978, p como algunos filósofos de la altura del existencialista Jean Wahl y del hegeliano Jean Hyppolite. Más tarde, en los años 60’s honrado con la presencia de sus maestros Lévi-Strauss, Roman Jakobson y Alexandre Koyré, Lacan consagraría sus Seminarios para un público más amplio de entre sus alumnos y seguidores en las salas de la Sorbone y de la Ecole Normal Superieure en París y se entregaría con vehemencia a restaurar la doctrina de Freud en el campo abierto por la palabra en el inconsciente. Un recorrido que comenzara con su «Discurso de Roma» en 1953 recogido en sus Escritos (Lacan [1966], 2003) donde habría postulado su tesis estructuralista, ya clásica, de que el inconsciente estaba estructurado como un lenguaje, que lo llevaría hasta la fundación de su Escuela Freudiana de París en 1964 (Roudinesco [1994], 2016). Sin embargo, Lacan tomaría distancia de aquella tesis rompiendo con aquella primera etapa hegeliana, lingüística y heideggeriano-hermenéutica para introducir con un giro lógico y filosófico matemático una de las tesis más cardinales de su última enseñanza a inicios de los años 70’s, justo cuando introducía la lógica de los cuatro discursos y las cuatro matrices simbólicas de las fórmulas de la sexuación, la tesis del nudo borromeo y la perturbación de las defensas del inconsciente real a partir de una reinterpretación de la segunda tópica freudiana del Ello, el Yo y el Superyó. Fue durante mi lectura de los textos de Lacan en esa última etapa, que, en uno de sus Seminarios, descubrí por vez primera el nombre de Wittgenstein (Lacan, 2008).
Fue en esa última etapa de su enseñanza en que Lacan descubría la lógica moderna e introducía en su siempre renovada interpretación del psicoanálisis el giro lingüístico ocurrido a inicios del siglo xx en la filosofía empirista del atomismo lógico anglosajón de la Universidad de Cambridge y en el positivismo lógico del Círculo de Viena, cuando Lacan introduce los hallazgos de Wittgenstein (Lacan, 2008). Lacan que con mirada clínica ya había deducido de su lectura del Tractatus… la psicosis de Wittgenstein (Lacan, 2008), enfatiza en su Seminario (Lacan, 2008) que esa psicosis era la consecuencia de aquella relación biunívoca que Wittgenstein había establecido no sin una notable rigidez entre la enunciación de las proposiciones y la significación de los enunciados en el pensamiento lógico de inicios del siglo xx cuando el filósofo austriaco había publicado en inglés su Tractatus Logico-Philosophicus en 1922 y que había sido prologado para la edición inglesa por su mentor el también filósofo y fundador de la lógica moderna Bertrand Russell (Wittgenstein, [1922] 2006).
Lacan, en esta dirección, llega incluso a trazar en su Seminario una conexión entre las proposiciones lógicas de Wittgenstein y las relaciones entre analiticidad y sinonimia en la crítica que el lógico W.V. Quine (Quine, 1998; Schilpp, 1986) hace de la distinción kantiana de los juicios analíticos y sintéticos en relación con la teoría significante del enunciado y la enunciación desarrollada por Lacan en el mismo Seminario (Lacan, 2008). Quine será también igual que Wittgenstein una referencia decisiva en la última enseñanza de Lacan. Fue por esa razón que, especialmente, la lectura de los Seminarios de Lacan marcaría definitivamente mi interés por la obra y el legado filosófico de Ludwig Wittgenstein.
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ISBN: 979-88-33612-64-4