Libertino y libertad: la poli-erótica del Marqués de Sade a través del «tocador».

La literatura erótica, sensual, tiene una deuda con la fuente original: con el libro del Marqués de Sade «La filosofía en el tocador».  Por «filosofía» se entendía en 1790 como «tratado literario». El contacto con la fuente de la literatura erótica se pierde de vista tan pronto el impulso abrumador y descriptivo del Sodoma se seculariza bruscamente: para el libertino Sade, el virulento narrador de las escenas eróticas temprano como a fines del siglo XVIII, la sociedad sexuada le impresiona poco por su vaga esencialidad.

Para Sade el «tocador» constituye el laboratorio para el primer pensamiento político anti-genealógico de la libertad contra el gobierno decadente no ilustrado. Las alegorías y metáforas sexuales serán las que despierten, entonces, la virulenta adveración contra la «literatura libertina».

Leyendo su libro sobre el «tocador» en el siglo XX, con la audacia con que Apolinarire y Laurence lo acometieron, trajo de vuelta la idea mítica de la «lujuria», la entrega textos sensuales por encargo y encanto, lo cual condujo, a partir de 1790, al nacimiento de la ruptura genealógica generacional entre la burguesía naciente y el mundo post feudal.

Al «tocador» poco le incumbe que las generaciones posean descendencias nobiliarias y provengan de herencias familiares de padres a hijos reales. Para el libertino el objetivo primordial del «tocador» es producir la ascendencia para seres humanos en virtud del rendimiento social y cultural. El «tocador» se convertía en un laboratorio donde la sexualidad sería un indicador para llevar acabo la ruptura cultural contra el linaje hereditario de la enrancia aristocracia medieval.

 Las primeras descripciones de las escenas al inicio de la «Filosofía en el tocador» son grotescas, virulenta, donde un maestro masturbándose le place enseñar a su alumna la experiencia de cómo cosía con hilo y aguja el aparato genital de la madre para evitarla reproducción. Las intenciones de esas escenas macabras serian asumidas un siglo después por Nietzsche para describir la linealidad historicista positivista del nacimiento y la reproducción descendente de los eróticos «últimos hombres».

El «quinto diálogo» y el «sexto diálogo» de la «La filosofía en el tocador» abre un paréntesis mediante el cual se anuncia:

«franceses un esfuerzo más si queréis ser republicanos».

En el «tocador» el libertino retoma varios puntos sobre la libertad y escribe:

«franceses, os repito que Europa espera de vosotros que la libréis a la vez del cetro y del incensario. Pensad en que os resultará imposible libertarla de la tiranía real sin hacerle romper al mismo tiempo los frenos de la superstición religiosa: los vínculos entre una y otra son demasiado estrechos como para que os sea posible dejar subsistir una de las dos sin recaer, pronto, bajo el dominio de la que no os ocupáis de aniquilar. Un republicano no debe prosternarse ante las rodillas de un ser imaginario ni ante las de un impostor; ahora sus únicos dioses deben ser el coraje y la libertad. Roma desapareció en cuanto se predicó el cristianismo y Francia estará perdida si reaparece».

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