Hay muchas teorías sobre la libertad, pero esta, narrada por Kafka, es única: el hombre encuentra placer y libertad en la medida en que desarrolla habilidades para su propio destino. No importa la jaula, el parque temático, la ciudad sitiada, las arenas, el estadio o el país bajo totalitarismo.
La libertad no depende del lugar, sino del grado, nivel y valor de las habilidades desarrolladas. A medida que uno adquiere más habilidades para dominar un trabajo o crear una obra de arte, en esa medida encontrará más placer, más libertad. La libertad no es abstracta como el sonado estribillo de «opción de elegir» o «libertad individual»; es relativa a algo sustancial. Un violinista, por ejemplo, encuentra más libertad y placer en la medida del virtuosismo de su violín.
Un mono es capturado en África y llevado a la civilización. Ante él se abren dos caminos: vivir en el zoológico o ser parte de un circo de variedades en la ciudad. Del zoológico sabe mucho; del circo, nada. En el circo, deberá adaptarse al ambiente humano, convivir con nosotros y desarrollar nuevas habilidades.
Primero, imitando trivialidades humanas, ganará la confianza para salir de la jaula. Luego, deberá encontrar su lugar en la cultura, imitando nuevas acrobacias circenses. Una de estas imitaciones, como describe Kafka en Informe para una academia, será chocar las manos con el público como gesto de amistad y reconocimiento. Pero chocar las manos requiere ciertas habilidades previas.
De la libertad y el desmoronamiento de la metafísica hablaremos en la presentación del libro Existencialismo de variedades en la narrativa de Franz Kafka, el sábado 29 de este mes.