«La roca de patmos» (la primera novela cubana post-histórica)

Por Coloso de Rodas

Novela bisagra, decisiva para entender la década de 1930 en Cuba. La primera novela del existencialismo cubano. Sobre ella, (publicada por Carasa, Habana, 1932, reeditada por Letras Cubanas, 2010), sus comentaristas han dicho que se trata de una novela fallida, de bajo perfil literario, el principal personaje de la historia es un hombre sin atributos, cuya narración y psicología es la del derrotismo político cuyo personaje de marras fue simplemente el burgués liquidado, perdedor y neurótico dado a sus modelaciones antipatrióticas.

Pero yo tengo otra lectura, quizás, una opinión más sosegada y arbitraria. Sostengo que la obra constituye la primera novela de la literatura cubana cuyo escenario refleja elementos típicos, en ciernes, de una sociedad post-histórica, perfectamente adecuada al modelo literario de Memorias del subsuelo (1864) de Fedor Dostoievski. Un personaje con espirales impetuosos, desgargantes, con la inquietud de satisfacer deseos íntimos a partir del gozo por sus degradaciones.

Se trata de esos hombres aniquilados por la Historia que se inventan la infelicidad y sacan de quicio al mundo de los progresistas, partidarios de la imagen de que el ser humano es un ser con necesidades en principio susceptible de ser satisfechas.

Los que algunos hoy definen Cuba como una sociedad distópica, post/nacional, post/revolucionaria y cosa por el estilo, haya raíces en el programa anti-nacional literario de Alberto Lamar del tiempo y hombre aburrido. Lamar extrae de la sociedad cubana de 1930 un fenómeno altamente significativo, aun no atendiendo ni por la narrativa ni por el pensamiento cubano: la sensación del tiempo colectivo transformado en aburrimiento. Un estado de ánimo que la tragedia de Hamlet pudo percibir en la época isabelina como locura del tiempo psíquico.

Es más, Alberto Lamar ve lo que hoy, no sé por qué, no se concibe como principio de una teoría de la posthistoria cubana cercenada, cuya auténtica realidad del estado de ánimo inmovilizado del colectivo/nación se precipita continuamente por el filo de la navaja revolucionaria, formando partidos políticos, asociaciones de ayuda mutuas, sindicatos, movimientos revolucionarios y literarios de luchas históricas.

Para ello cuenta con dos aspectos de la vida anímica del colectivo nacional ahogado en aburrimiento y resentimiento. Dos aspectos que le permite a Lamar dudar y reflexionar sobre la finalidad y la meta de la Historia de Cuba. Para Lamar la caída del gobierno de Machado (1933), la dictadura, significó un duro golpe a la finalidad de la Historia de Cuba. Su final, su meta, estaba servido en el programa político, económico, social del bienestar del gobierno de Machado.

Ahora bien, cómo el aburrimiento y el resentimiento constituyen anidamientos existenciales para la formación temporalizada de colectivos/nacionales posthistóricos, es una de las tesis primordiales del modelo literario La roca de Patmos. Habría que buscar en el hombre del subsuelo de La roca de patmos estas dos in-cualidades, la de un hombre que busca sin falla la felicidad en el amor, evitando a toda costa comprometerse con la ley, pero antes necesitando saldar ciertas deudas con el pasado, desempolvar de la memoria existencial las impurezas tradicionales.

Pero esta, según el autor, «es la historia de un hombre que se aburre». Vivió descontento durante una década de estancia juvenil en Estados Unidos y luego se propone viaja a Cuba, a su patria de origen, con el fin de encontrar sentido a su vida. Pero Marcelo Pimentel volvería a equivocarse de entrada: encuentra en las apariencias de la vida en Cuba que todo es cuestión de falta de «honor», en virtud simbólicamente como si todo estuviera santificado por la «ley del decoro».

La roca de patmos, la novela cubana sobre lo real escrita por Alberto Lamar Schweyer en 1927, erróneamente comparada con el argumento de El hombre sin atributos de Rober Musil y caracterizada surrealista, manifiesta con valentía la condenación de «lo mismo». Marcelo Pimentel, el protagonista de la novela de Lamar, no es el hombre que se halla en medio de las relaciones entre el productor y la producción de hombres, sino un atormentado por lo mismo. De nueva York viaja en barco de regreso a Cuba, tras haber vivido cuatro años en lo mismo.

Lo mismo conduce al regreso, intentar vivir una vida distinta. Pero una voz sabia lo increpa: «es un intento inútil liquidar el pasado. Siempre, en todas partes, en el cuerpo y en el alma, lo tendrás grabado».

Las atribuciones de un hombre sin cualidades son falsas. Las preocupaciones de Marcelo de no repetir lo mismo son tangibles. Durante la estancia en Cuba tras el regreso descubre lo mismo de ser uno mismo». Le vuelven a reprochar lo mismo: «Los caminos, amigo mío, no se desandan, aunque se quiera y el cansancio que dejan nos acompaña siempre».

Desde entonces todo el mundo se preguntaba por lo mismo. El intento de que la literatura y la cultura cubana se proyectaba «una misma», se puso en tela de juicio cuando Labrador Ruiz escribió en 1933, siguiendo los impulsos lamareanos, la novela gasesinformen, El laberinto de sí mismo. Años más tarde se expresaría en estos términos: «Pero vivir es estar solo, según una fórmula muy conocida; profundamente solo, sin siquiera la intimidad de uno mismo en ocasiones».

Es cuando Marcelo ralla los límites donde comienza el sentido del nihilismo definitivo. Bajo la presión de la honorabilidad contrae matrimonio (para poner un ejemplo metafórico) tal vez pensando contrarrestar un viejo consejo: «si te casas no podrás hacer, jamás, de tu novia tu amante». No podrás hacer de tu vida el amor. La roca de patmos es la historia subliminal, para usar la metáfora nietzscheana, del último hombre en Cuba.

La historia de un hombre que busca sin fallas la felicidad en el amor, evitando a toda costa comprometerse con la ley, pero primero le corresponde saldar ciertas deudas con el pasado: desempolvar de la memoria existencial las impurezas tradicionales.

Pero esta, según el autor, «es la historia de un hombre que se aburre». Vive descontento durante una década, su estancia juvenil en Estados Unidos. Luego se propone viaja a Cuba, a su patria de origen, con el fin de encontrar sentido a la historia.

Marcelo Pimentel volvería a equivocarse de entrada al regresar a Cuba: encuentra en las apariencias de la vida cubana que todo es cuestión de falta de «honor», como si todo estuviera santificado por la «ley del decoro».

Marcelo llega al límite donde comienza el sentido del nihilismo definitivo. Augura el inicio de la poshistoria cubana. Bajo la presión de la honorabilidad contrae matrimonio (para poner un ejemplo metafórico) tal vez pensando contrarrestar un viejo consejo: «si te casas no podrás hacer, jamás, de tu novia tu amante». No podrás hacer de tu vida el amor.

La roca de patmos (1932) es la historia subliminal del último hombre en Cuba. Lo que sucede después es la consumación de la erotización de la sociedad y la pérdida del honor y la virtud. Lo que sucede después de la caída de Machado es la consumación de la erotización de la sociedad y la pérdida del honor y la virtud del patriotismo y el patriciado cubano. El tiempo colectivo cubano ha caído en un profundo aburrimiento. Este aburrimiento es una de las claves para entender por qué se instaura sin cortapisas las ideas socialistas y comunista sobre el colectivo y la conciencia nacional en Cuba.

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