Por Héctor A. Rodríguez, PhD.
Me asilé en Venezuela después de un viaje de trabajo al regresar de Brasil. No seguí viaje a Cuba y me instalé en este hermoso y rico país en aquel entonces, 1992; hoy, en 2024, sigue siendo hermoso pero empobrecido. Representaba un lugar ideal para emigrar; lo había estudiado y sus características socioeconómicas estaban entre las mejores de los países hispanoamericanos. Su familia le ayudó a establecerse, pues ya estaban en Venezuela años antes del inicio de la Revolución, completando en 1962 la total emigración de la misma.
Así, le propiciaron la documentación necesaria por sus relaciones con autoridades locales. También ayudaron con el empleo, pero no pudo ser y, sin dinero, vendió su cámara fotográfica Zenit y guayaberas cubanas que gustaban en Venezuela. Con ello, alquiló un cuarto y comía una vez al día espaguetis baratos en un restaurante de la terminal de ómnibus de su ciudad, Acarigua. Finalmente, su experiencia en caña le propició un trabajo de investigaciones en el Central Azucarero Portuguesa y, además, un segundo empleo en la compañía privada del gerente del central azucarero, que comenzaba a diversificar la producción, produciendo pollos de engorde.
Así comenzó a mejorar su economía, solo por corto tiempo, pues era explotado cruelmente por quien lo contrató. Resulta que el señor era cubano pero abusó de su experiencia, no pagándole lo justo por sus conocimientos y el precio en el mercado de su profesión y calificaciones. Le daba solo el 10% de lo justo, pero ambos sabían que no había otra posibilidad, pues necesitaba manutención. Hay un dicho que reza «no hay peor cuña que la del mismo palo». En cuanto pudo, dejó de trabajar allí. Cuando cogió alas, voló alto, tan alto como sus conocimientos y esfuerzo le permitieron. Venezuela es un país riquísimo con muy buenos suelos, agua y todas las estaciones climáticas, lo que lo hace ideal para la agricultura. Tenía además la energía para el transporte y la industria.
Estos factores sirvieron para su decisión del país elegido para emigrar. Un eminente ciudadano venezolano, de apellido Pérez-Jiménez, tuvo la idea de desarrollar la agricultura cerealera trayendo ciudadanos europeos en la década de los cincuenta. Trajo alemanes, italianos, españoles y portugueses. Desforestó y preparó 200,000 hectáreas de tierra para granos y construyó casas contiguas en grupos de cuatro, dándole 80 hectáreas a cada familia para usufructo, la maquinaria necesaria, la semilla, el sistema de riego, fertilizantes y cosecha gratuita, aunque la primera cosecha era del gobierno; en adelante, todo pertenecía a los nuevos pobladores. Con el tiempo, agrandaron sus casas o las reconstruyeron, siendo hoy bellas mansiones.
Estos europeos se cruzaron con venezolanas, dando la belleza que atesoran muchas Miss Universo venezolanas. Estos ciudadanos emprendedores luego desarrollaron toda una cadena de infraestructuras tales como distribuidoras de fertilizantes químicos, aperos de labranza, maquinaria agrícola, tractores, cosechadoras, aviación agrícola, en fin, una verdadera potencia cerealera. Compañías como John Deere, Landini, Agroisleña, Monsanto eran todas de propietarios de esta generación y su descendencia, traída por el mal llamado dictador que solo gobernó ocho años. Construyó las más importantes zonas de desarrollo agrícolas ligadas a grandes presas en el oriente, centro y occidente del país.
Hizo la autopista nacional desde Caracas hasta el Zulia y ramales de importantes vías secundarias que facilitaron el desarrollo industrial y agrícola del país, luchando denodadamente por diversificar la economía y no depender del petróleo. Construyó fabulosos puentes cruzando el Orinoco y otros ríos. Construyó escuelas y universidades por todo el país. La más importante, la Universidad Central de Venezuela, una joya arquitectónica. Construyó los túneles que permitieron las autopistas que unen Caracas con la región de La Guaira donde se ubica el más importante aeropuerto del país. Nadie antes ni ahora ha hecho tanto por Venezuela en tan corto tiempo.
En esta región cerealera y cañera, asesoré un proyecto de fertilizantes foliares de origen orgánico para ser irrigado con aviación agrícola. Además, daba asesoramiento a muchos que tenían ganadería de ceba en sistemas de alimentación con los subproductos de la industria cerealera. Aquí se producía maíz, arroz, sorgo y ajonjolí. La producción se almacenaba en una cadena de silos de metal que ocupaban 20 hectáreas, almacenando una producción de más de 2 millones de toneladas. Infraestructura cerealera construida por el inteligente venezolano que luego se la dejó a la asociación de productores de Portuguesa.
Otro se hubiera apropiado para sí de tan importante fuente de recursos. Aquí desarrollé una investigación importante para la región, que dedicaba parte de sus tierras a la caña de azúcar. Estas plantaciones eran afectadas por una plaga llamada Candelilla, que reducía en un 30% el rendimiento agrícola. El estudio del fenómeno reveló que la extracción de sílice del suelo debilitaba la hoja, al no disponer de suficiente sílice para su reposición. Esto se debía a que el 90% de la caña era cosechada mecanizadamente, requiriendo quemar los campos antes del corte e impidiendo que las hojas volvieran al suelo para suplir de sílice a los campos.
Así, el insecto de la Candelilla, con su aparato bucal chupador, picaba la hoja débil de la caña, que contenía menos sílice del necesario. Venezuela tenía 10 centrales azucareros, de los cuales él asesoraba cinco en el uso de subproductos para la alimentación del ganado. En uno de ellos, se desarrolló la producción de proteína unicelular fermentando mieles para la alimentación de cerdos, una técnica que desarrollé en Cuba, en una cooperativa privada cerca de la estación de investigaciones donde trabajaba. En otro de los centrales, se desarrolló un proyecto utilizando una polienzima italiana para fermentar cachaza y producir un biofertilizante.
Con los resultados de este trabajo, se logró reducir en un 40% el uso de fertilizante químico, y varios centrales aplicaron esta tecnología, que se presentó en diversos eventos nacionales e internacionales. Desafortunadamente, con el avance del socialismo en Venezuela, al estilo de Cuba, se cerraron los centrales azucareros, dejando solo uno en producción. En el sur del Lago de Maracaibo, se desarrollaba una fuerte ganadería y, además, la compañía norteamericana Dole tenía varias fincas dedicadas a la producción de banano para la exportación. Semanalmente, salía un avión DC10 refrigerado con 30 toneladas de banano hacia Europa y Estados Unidos.
Estas plantas y fincas que producían y procesaban el banano generaban subproductos que se utilizaron en el proyecto de ceba de toros. Los dueños de las fincas que asesoraba contaban con sus propios aviones, en los cuales era recogido en su ciudad y llevado a realizar su trabajo de asesoramiento y el proyecto de investigación que allí desarrollaba. Cada vez que se subía al Mooney de cuatro plazas, con el dueño de copiloto, expresaba su admiración por la libertad con que vivían los venezolanos en aquel entonces, contrastándola con la situación en Cuba.
Este proyecto fue novedoso, siendo la primera vez que se utilizaban los subproductos de la industria bananera en la ceba de toros, facilitando además la descontaminación de las plantas beneficiadoras del fruto y las fincas dedicadas a este cultivo. Los resultados fueron presentados en eventos nacionales e internacionales. Este hermoso proyecto contó con la colaboración de los dueños del matadero de Barquisimeto, donde se sacrificaban los animales, que eran a su vez los dueños de las fincas, permitiendo análisis de canal a los animales objeto de investigación. Desgraciadamente, el socialismo ahuyentó a la compañía Dole, que abandonó Venezuela, afectando el negocio del banano con la pérdida de divisas para sus propietarios y el país, desempleando a cientos de trabajadores y empobreciendo una de las zonas más productivas de la ganadería venezolana.
Otro proyecto integral que desarrollé fue en una de las fincas originales, la cual comenzó cobrando en dólares. Dicha finca contaba con 650 hectáreas de caña de azúcar como producción primaria y, como segundo fin productivo, la engorda de 300 toros semestrales en confinamiento o feedlot. Aquí diversifiqué aún más la producción. Además de asesorar sobre las dietas, proyecté y supervisé la construcción de una fábrica de alimentos, la segunda que realizaba en Venezuela y la cuarta en mi vida. Pero aún faltaba otra: dentro de la misma, creé una instalación para la producción de bloques nutricionales. Además, desarrollé la lombricultura con 40 canteros de 20 metros de largo por un metro de ancho para la producción de humus y humus líquido, con el fin de sustituir el fertilizante químico en el cultivo de la caña de azúcar. Logré producir suficiente humus y humus líquido como para sustituir el 45 % del fertilizante químico, mejorando los ahorros en la economía de la finca.
El dueño de esta finca era cuñado del Decano de la Facultad de Veterinaria, el Dr. Mujica, una excelente persona que propició que me contrataran como profesor asistente para trabajar en el departamento de Nutrición Animal, impartiendo cursos de pregrado y postgrado en sus especialidades. Impartió cursos de Nutrición Animal, Conservación de alimentos mediante ensilajes y sus formas, Biotecnología, Producción de alimentos y La caña de azúcar en la alimentación de diferentes especies. Llevaba a los estudiantes de prácticas a esta finca, que era un ejemplo para la región y las asociaciones de productores, lo que me propició cuantiosos nuevos proyectos para aplicar en la región. Además, en la Universidad era muy solicitado para trabajar en otras universidades, lo que permitió impartir conferencias en la Universidad de Los Andes, en la Universidad Central de Venezuela en Maracay y en la Universidad de Oriente. Estas actividades le causaron problemas en la Universidad de Barquisimeto.
Con la llegada del socialismo a Venezuela en 1999 y la esposa de Chávez estableciendo su puesto de mando aquí, ella comenzó a entrevistarse con dirigentes del nuevo gobierno y a seguir las instrucciones de su marido. El «terrorista de América» visitó Barquisimeto y acordó con Chávez enviar a 250 estudiantes de la Universidad a Cuba. Muchos eran mis alumnos. Les advertí sobre el adoctrinamiento que había detrás, pero algunos vieron la oportunidad de viajar y hacer turismo, ya que no tenían recursos. Unos días después, un avión militar C130 de la base aérea de Barquisimeto llevó a 250 estudiantes a Cuba.
Fueron alojados en la escuela del PCC en La Habana, les quitaron los pasaportes y los llevaban desde las seis de la mañana hasta anochecer a visitar instalaciones de interés gubernamental, sin acceso para la población cubana. Visitaron centros turísticos como Varadero y regresaron extasiados con el socialismo cubano, sin saber cuán lejos estaban de la realidad cubana y la que se avecinaba en Venezuela. Este hecho precipitó su salida de Venezuela. Las discusiones entre los estudiantes a menudo terminaban en su oficina en la facultad de Veterinaria.
Esto comenzó a disgustar a algunos profesores simpatizantes del chavismo y se inició una campaña en su contra por esas diferencias y enfrentamientos, así como por envidia debido a su extensa contratación por empresas privadas para asesoramientos y su amplia participación en eventos científicos, presentando sus trabajos de investigación y extensión. Además, me había asociado con un capitalista y había formado una compañía productora de pienso y bloques nutricionales, y mi propia fábrica de pienso, la quinta que fomentaba en mi vida, lo que generaba envidia en otros profesores. Se preguntaban cómo el cubano en tan poco tiempo había logrado tanto beneficio económico y científico. El hecho que me catapultó a Miami fue cuando un profesor retirado, simpatizante del chavismo y de apellido Aguiar, regresó a trabajar a la Universidad.
Era además mediocre y vago. Se apareció sorpresivamente frente a la puerta de mi oficina con un individuo, diciendo: «Miren, aquí les presento al jefe de la seguridad de Chávez», lo cual era una demostración de que ya me tenían fichado. Además, comenzó una especie de persecución contra mí, enviándome cartas reclamándome que estuviera más tiempo en la oficina e inventándome incumplimientos y calumnias por su dedicación a la actividad en la región. Me había asociado con otros dos profesores que, al igual que él, asesoraban fincas y empresas en toda la región. No demoré dos meses en salir de allí; su olfato cubano me había enseñado a actuar ante estos personajes.
En octubre de 2000 visito Miami, en diciembre mandé a mi hija, en marzo a mi esposa y en agosto de 2001 llegué, emigrando definitivamente hacia el país de la libertad. He querido en este relato dejar una imagen de mis vivencias en el país más hermoso y rico del hemisferio sur en el continente americano, convertido en el más pobre por el socialismo que le han impuesto, con la intención de ayudar a los venezolanos con recuerdos quizá olvidados de lo que fue su país para que el voto democrático en las próximas elecciones les devuelva a su país ser nuevamente La Rica Venezuela. Que sus hijos regresen a sus casas, que no tengan que robar y matar aquí en USA, que en Nueva York no estén pensando en robar casas a sus dueños, no ocupando viviendas, ante una de nueva creación de tiranía neoyorkina, que va por el mismo camino que la venezolana.
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