La Reina Margarita Primera. Un aldabonazo del cine a la historia

Por Carlos M. Estefanía

Hay noches de fin de semana en casa en las que no encuentro nada interesante que ver, sea una película o una serie. Puede resultar lamentable que, después de una semana estresante de trabajo, las plataformas de transmisión de películas y series, al estilo de Netflix o HBO MAX, solo ofrezcan materiales vistos previamente o bodrios sin mayores valores éticos o culturales.

Aunque esto no ocurre siempre, me ha pasado en ocasiones. En ese momento, solo me quedan dos esperanzas salvadoras: leer un buen libro de los muchos que acumulo en casa o acudir al servicio de películas en línea que ofrecen las bibliotecas suecas a través de lo que denominan «Cineasterna». No es que se trate de una selección carente de ideología, como sucede en cualquier institución estatal, tanto bajo el comunismo como en las llamadas «democracias». Tampoco las plataformas «privadas» se libran de esto. Sin embargo, la oferta de «Cineasterna» se toma más en serio que las anteriores su tarea selectiva, ofreciendo una variedad internacional, que da la bienvenida a películas de calidad, ganadoras de festivales y de todos los tiempos, lo que es de agradecer por un cinéfilo de mi estilo.

Gracias a este servicio gratuito, dirigido a los prestatarios de las bibliotecas suecas, es que pude disfrutar de una película danesa titulada en sueco «Drottning Margareta» (en castellano “Reina Margarita”) durante este fin de semana. Se trata de un drama cinematográfico de 2021 dirigido por Charlotte Sieling; una actriz y directora danesa nacida el 13 de julio de 1960 en Copenhague. Se graduó como actriz en 1985 de la Escuela de Teatro del Estado y completó su formación en guionismo en la Escuela de Cine Danesa en 1996. A lo largo de su carrera, ha tenido roles en teatro y cine, destacándose especialmente como directora en series de televisión al estilo de «Rejseholdet» y «Krøniken».

En cuanto a su filmografía como actriz, ha participado en diversas producciones danesas y algunas suecas, incluyendo películas como «Oviri» (1986), «Mord i Paradis» (1988), «Anklaget» (2005) y la película que nos ocupa titulada en danés «Margrete den Første» (Margarita la Primera) (2021), entre otras.  Como directora, ha trabajado en películas como «Tut & Tone» (1999), «Mesteren» (2017) y «Margrete den Første» (2021) esta que nos ocupa. Además, ha tenido roles como actriz en series de televisión como «Gøngehøvdingen» y «Taxa», y ha dirigido episodios de series como «Krøniken», «Forbrydelsen» y «Broen».

«Margrete den Første» está protagonizada por Trine Dyrholm en el papel de la Reina Margarita primera. Dyrholm es una actriz danesa nacida el 15 de abril de 1972 en Odense, Dinamarca. Se graduó de la Statens Teaterskole en 1995 y ha tenido una exitosa carrera en cine y televisión danesa. Ha participado en películas como «Hævnen» (2010), «En kongelig affære» (2012) y «Dronningen» (2019), y ha recibido numerosos premios y nominaciones, incluyendo los Bodil y los Robert, siendo una de las actrices más galardonadas en la historia del cine danés. Además de su carrera actoral, Trine Dyrholm es conocida como cantante y participó en el Melodi Grand Prix danés a los 14 años. Ha lanzado álbumes como «Et frossent øjeblik» (1988) y «Mr. Nice Guy» (2004).

El guion de la película está escrito por Charlotte Sieling, junto con los autores Jesper Fink y Maya Ilsøe. La fotografía está a cargo de Rasmus Videbæk mientras que la edición corre por Sverrir Kristjánsson. La música es responsabilidad de Jon Ekstrand.

La película me atrapó desde la primera escena, en la que se muestra un campo de batalla frente a unas murallas. El terreno está cargado de cadáveres. En primer plano vemos a una niña juega con lo que presumo es el anillo real de su padre, mientras este se lava las manos manchadas de sangre. Solo con esta escena la dimensión estética del film queda garantizada. La escena se desarrolla después de una cruenta batalla que en la historia real que tuvo lugar frente a los muros de Visby, en la isla de Gotland, que ahora pertenece a Suecia.

Esta ciudad es fascinante debido a sus vestigios medievales, los que tuve la suerte de visitar hace algún tiempo con mi esposa, un destino turístico que recomiendo con los ojos cerrados al amante de la historia medieval, sobre la cual todos los años se celebra un gran festival. Hablo de un afamado evento que me recordaba, casualmente esta semana, un compañero de trabajo nacido en esa isla báltica.

Fue por un pequeño monumento recordatorio, descubierto mientras andaba por las calles de Visby, que supe del baño de sangre desatado por el Rey Valdemar Atterdag ante sus murallas, en la batalla rememorada al comienzo de la película. Ella tuvo lugar frente a los mismos muros que circundé a pie y que luego reconocería como parte de la ambientación de la película.

La isla había sido invadida en julio de 1361 por las tropas danesas lideradas por Valdemar, lo que marcó un conflicto entre Dinamarca y la Liga Hanseática, una confederación de ciudades-estado y gremios comerciales en el norte de Europa durante la Edad Media, mayormente alemanes y entre cuyas ciudades se incluía a Visby. La invasión dejó un impacto duradero en la historia de Gotland y la relación entre Dinamarca y la Liga Hanseática.

La película se desarrolla mayormente durante el año 1402, cuando la Reina Margarita ha unido Dinamarca, Noruega y Suecia en una unión que ella gobierna a través de su hijo adoptivo, Erik de Pomerania. La historia se centra en las intrigas y amenazas alemanas contra su frágil imperio. El tema en sí mismo es suficiente para despertar el interés histórico, y esto es un mérito significativo para la película, sin importar las críticas de los especialistas u opiniones personales, que podamos tener sobre este o aquel detalle cinematográfico.

La película también aborda, aunque solo como referencia anecdótica el conflicto entre Margarita y el Rey Alberto de Mecklemburgo, quien otorgó a la Reina danesa-noruega el título de «Rey Sin Pantalones». Membrete que ha sobrevivido siglos a pesar de que debía venirse abajo tras la derrota de aquel Rey en la Batalla de Falköping en 1389, lo que permitió a Margarita declararse gobernante de toda la región nórdica. Por su parte una hermandad de piratas conocidos como Vitalios, que apoyaron a Alberto de Mecklemburgo en las batallas con la reina Margarita, tomaran la ya mencionada Visby en 1394, pero la fiesta se les acaba en 1398 cuando el Gran Maestre de la Orden Teutónica, Konrad von Jungingen, envia una fuerza considerable a Gotland, que expulsará a los hermanos Vitalie, ocupando la isla.

La reina Margarita intentaría, aunque en vano, arrebatar por las armas el territorio ultramarino del poder de la Orden. Así que en 1408 no le quedará otro remedo que redimir Gotland a cambio de un poderoso rescate al que tendrán que contribuir todas las familias de las provincias suecas.

Así llegamos a la etapa que se nos narra en la película. La unión está rodeada de enemigos y Margarita planea un matrimonio entre el adulto Erik de Pomerania y la princesa inglesa, aún niña, Filippa (o Philippa), cosas de la época. En la película, salvo resaltar su infancia y dominio del francés, se nos ofrece poca información sobre esta chica.

Permítaseme añadir pues que este personaje nació el 4 de junio de 1394 y fallecerá aún joven el 5 de enero de 1430. Philippa era la hija del rey Enrique IV de Inglaterra y Marie de Bohun. Enrique buscaba consolidar su posición tras haber conquistado el trono tras derrocar a Ricardo II, y por ello, buscó alianzas con otras casas reales. Casó a su hija mayor, Blanca, con el conde palatino Luis III, y después, en 1401, propuso a la regente Margarita que su hija Philippa se casara con el heredero al trono nórdico, Erik, y que su hijo, el príncipe heredero Henrik, se casara con la hermana de Erik, Katarina.

 Margareta se sintió atraída por la idea y envió al danés Peder Lykke a Inglaterra para negociar el asunto. Es importante destacar que desde el lado inglés, se exigía que, si el matrimonio entre Erik y Philippa no tuviera descendencia, se eligiera heredero al trono a un hijo del príncipe heredero y de Katarina, y que la Unión de Kalmar formara parte de una alianza con Inglaterra contra Francia. Margaret no pudo aceptar esto y los planes de matrimonio se vieron frustrados al menos por el momento, esta dificultad es tratada en la película como un intento de Inglaterra por hacerse del imperio escandinavo.

Sin embargo, la cuestión de un matrimonio entre Erik y Filippa se planteó nuevamente unos años después dando lugar a una ceremonia de matrimonio que tuvo lugar por poderes en la Abadía de Westminster en noviembre de 1405. La princesa inglesa, que entonces tenía 12 años, partió el 11 de agosto, desembarcó en Dinamarca y la pareja se casó en el castillo arzobispal de Lund el 26 de octubre de 1406, donde Philippa fue coronada reina en la catedral. Cuando la reina Margarita murió en 1412, Erik se convirtió en el único gobernante de Suecia, Noruega y Dinamarca, y Philippa, que tenía entonces dieciocho años comienza a desempeñar un papel activo en los asuntos políticos, especialmente durante la ausencia de su esposo. También negoció con el consejo privado sueco tropas para la guerra contra la Liga Hanseática. Así mismo se la recuerda por su conexión con el monasterio de Vadstena y su contribución a la orden Brigittina.

Su boda con Erik había traido solo una alianza puramente defensiva con Inglaterra, no la hegemonía de los británicos sobre Escandinavia, al menos por el momento, hoy es otra cosa. Tras la muerte de Philippa en 1430, el rey la reemplazó con su antigua dama de compañía, Cecilia, quien se convirtió en su amante real y más tarde en su esposa morganática, así de denomina el matrimonio entre dos personas de rango social desigual, en el cual se impide que el cónyuge y cualquier hijo de dicha unión herede u obtenga los títulos, privilegios y propiedades de la parte más noble. Esta relación fue un escándalo público y se menciona en las quejas oficiales del consejo real sobre el rey.

Nada de esto lo veremos en una película que se remonta al momento en que la reina Margarita Primera de Dinamarca consideraba que una alianza con Inglaterra fortalecería la Unión de Kalmar y la protegería contra los ataques alemanes.

La actriz Trine Dyrholm, se ve obligada aquí a interpretar con igual fuerza a la mujer de estado que a la madre desgarrada por el dilema de tener que sacrificar a quien puede ser un hijo suyo. Todo por salvar la unidad política que ella misma está forjando.

Ocurre que en medio de esta historia parece un presunto fugitivo de una mazmorra alemana que asegura ser, el hijo que la reina creía muerto, presuntamente por la peste, 15 años atrás Hecho que tiene lugar en oscuras circunstancias según la propia Reina indaga. El, que aún en su condición de prisionero, cuenta con el respaldo del consejo noruego, afirmando ser el rey Olof de Dinamarca y Noruega y reclama en trono al que ha sido ascendido Eric.

Se trata de un hecho histórico real, aunque nunca se puede determinar con pruebas concretas si aquel era un impostor; el verdadero rey o no. La historia sin embargo a pesar de su realidad resulta un tanto inverosímil desde el punto de vista de que una madre siempre reconocería a su hijo, no importa los años que le dieran por muerto. Algo que en la película tiene que dilucidar un tribunal y no la propia regente, señal de que su poder no es omnímodo. El personaje es interpretado, en mi opinión con el necesario talento, por Jakob Otero, actor noruego nacido el 12 de enero de 1986. Si alguna actuación aquí merece un premio sería la de éste.

Encarnar al llamado Falso Olaf no debe ser fácil, incluso para un noruego. Este es el personaje más intrigante y trágico de toda la película, cuyo impacto se acentúa, dejando al espectador con una duda sin parangón en la historia. Una suerte de loco o estafador que se hace pasar por quien no es lo cual duplica el trabajo del actor, quien por principio siempre hace el rol de quien no es.

El hijo de Margarita, Olaf, falleció en 1387 a la temprana edad de 17 años. Sin embargo, en 1402, en Danzig, surgió un hombre que se autodenominaba Olof y se proclamaba rey de Dinamarca, Noruega y Suecia. Las ciudades hanseáticas, que estaban en conflicto con la reina Margaret, respaldaban a este falso Olaf.

Muchas personas lo escuchaban, incluidos marineros noruegos que regresaron de Danzig convencidos de que se trataba del hijo de la reina. El propio Olof escribió una carta a la reina Margaret en la que afirmaba ser el hijo que ella creía muerto, pero que había escapado. Ahora exigía la devolución de sus tres reinos. También afirmaba que el Papa le había aconsejado que viajara al Norte para recuperar su reino. Margaret envió una carta al Gran Maestre de la Orden Teutónica en Danzig, el ya mencionado Konrad von Jungingen, solicitando la extradición del presunto pretendiente al trono de los tres países nórdicos, cuyos idiomas desconocía, aunque en la película esto no se refleja. En cambio, el falso Olaf dominaba información que solo alguien que hubiera estado muy cerca de Margaret podría conocer.

Además, se decía que el verdadero Olof tenía una verruga entre los hombros, de la cual carecía el impostor. No se nos cuenta que finalmente confesó su engaño, reveló su verdadero nombre, Wolf, y admitió su ascendencia bohemia. Este hombre fue condenado a muerte por lesa majestad y quemado en la hoguera en 1402. Sin embargo, la película se toma las licencias necesarias para mantener abiertas las dudas sobre su identidad, presumiblemente con el fin de justificar lo que podríamos denominar una suerte de aborto postparto

Varios críticos han considerado que la actuación de los actores durante el proceso contra el falso Olaf es inconsistente, propia de aficionados. No comparto esa visión. Puede que las interpretaciones se aparten un poco de aquello a lo que nos hemos acostumbrado a ver cuando se trata de filmes históricos realizados en los últimos años. Pero no creo que sea por falta de profesionalidad de los actores sino porque los realizadores se encuentran bajo la influencia de un modo de codificar este tiempo fílmicamente hablando. Es decir, bajo los cánones de actuación establecido por el viejo cine británico y en el que el escandinavo, pese a sus diferencias puede mirarse como en un espejo, en particular cuando se trata sobre temas medievales.

Pienso en el “homenaje” que se le pueda estar rindiendo sin querer a clásicos como Becket (1964), centrada en la relación entre Thomas Becket y el rey Enrique II de Inglaterra; o a Man for All Seasons (1966), que narra la historia de Sir Thomas More. Esto por no hablar de una obra que debe ser muy querida y estudiada por los directores daneses, un clásico de la actuación como es el Hamlet de 1948, nacido como la adaptación al cine de la obra de William Shakespeare. Dirigida y protagonizada por Laurence Olivier, quien hace aquí de un inolvidable Príncipe de Dinamarca.

En todas estas películas, al estilo de lo que caracteriza al cine medieval nórdico lo que prima son los diálogos marcados por el discurso grandilocuente. Se trata en general de un cine demasiado teatral, que todavía no ha sufrido la revolución naturalista que se observará en el séptimo arte desde finales de los sesenta.

El conservadurismo y la anglofilia de la directora la lleva a extremos tales que hace hablar a la reina en perfecto inglés con el embajador que acompaña a Filippa, el que por su parte necesita de un traductor para entender los tejemanejes que se traen sus anfitriones con el problema del hijo resucitado de la Reina. Para lo que el enviado no usa al traductor es para invitar en su idioma a la reina a irse juntos a la cama, algo que la monarca rechaza delicadamente en la misma lengua con el argumento de que no quieren que la tomen por puta o bruja que se entrega al diablo. El hecho es claramente inventado pero la respuesta de tan digna monarca resulta demasiado suave para lo que se merecería, al margen de la importancia de la misión, el insolente embajador.

Esta situación es incongruente con la época, ya que resulta difícil creer que las élites de entonces manejaban, con la fluidez que lo hacen las de hoy, una lengua que en esa época sería marginal, como era el inglés, y más, ante de la reforma, donde todos usaban el latín; la lengua franca y culta predominante. Idioma por cierto que brilla por su ausencia en el trato diplomático con el extranjero incluso en la boca del líder eclesiástico del que se hace acompañar la reina.

Es importante mencionar que daneses, suecos y noruegos, por no hablar de los de escones (Escania es presentada como lo que era entonces, parte Dinamarca) quienes hablan lenguas muy similares, se comunican perfectamente, unos con otros, durante toda la película. Lo hacen hablando sus respectivos dialectos, que en ese momento debían ser mucho más parecidos que en la actualidad, hoy separados más por motivos políticos que por la evolución del lenguaje. Aun así, la crítica ha sido despiadada en este aspecto; se dice que la única persona creíble, a la hora de hablar según la época fue el actor Søren Dyrberg que interpreta a Peder Jensen Lodehat  el sacerdote principal que acompaña a la Reina en todo momento, manejando casi a su nivel los hilos de la política, mostrando el interés que tenía la iglesia católica en esta unión, la cual, de no disolverse, que en opinión de mi amigo y teologo German Díaz Guerra, habría evitado el triunfo del protestantismo en la zona.

Digamos ya de paso que Malling, nacido el 3 de febrero de 1964 en Kjellerup, es un actor danés, graduado en la escuela de actuación del Teatro de Odense en 1992, mientras que su personaje, una de las más interesantes caracterizaciones del filme, Peder Jensen Lodehat, fue un obispo y político danés, que se desempeñó como consejero de la reina Margarita I. Como canciller y asesor personal de la reina participó en una serie de importantes negociaciones estatales. Fue uno de los principales impulsores de la unión de Kalmar y quizás el autor del tratado de unión de 1397. A los demás actores se les acusa de no utilizar un lenguaje adecuado, especialmente en el caso de la propia Trine Dyrholm, cuyo danés es el habitual de hoy, al punto que no me resultó difícil de entender. Por supuesto, esto no es culpa de los actores, sino de una directora que ha considerado irrelevante, cuando no complicado, investigar lingüísticamente cómo hablaban los representantes de cada zona de la unión hace cinco siglos.
Otro elemento anacrónico es el discurso feminista que la Reina le da a un pirata a su servicio cuando expropia a una cautiva, alegando que podría ser violada por su dueño y que la violación era castigada con la horca bajo su reinado. Si bien esto no es falso, pues la violación se consideraba un delito grave en la sociedad medieval danesa, las penas solían ser extremadamente severas y podrían incluir la pena de muerte, a diferencia de lo que la película sugiere, esta medida no se debía a que estuviera en el poder una Reina interesada en emancipar a sus hermanas de la opresión masculina, sino a la moral impuesta a la sociedad por una institución tan denostada por el feminismo como la iglesia, que en todos los países nórdicos era la católica.

Claramente, las penas podían variar según si la víctima era una mujer casada o soltera. En algunos casos, la violación podía considerarse un asalto tanto contra la víctima como contra Dios, y la Iglesia tenía un papel importante en el castigo de los violadores. Los castigos más severos para los violadores incluían la amputación de los genitales o la pena de muerte, que a menudo se llevaba a cabo mediante métodos crueles como la horca o la decapitación.

En principio, aquel patriarcado parecía no tener mucha compasión con los hombres. Por supuesto, la posición social y la riqueza del acusado a veces influían en el resultado del juicio y en la severidad del castigo. Las personas influyentes a menudo podían evitar las penas más graves. En el caso de lo que hiciera un pirata al servicio de la Reina con sus cautivas, no creo que fuera motivo de mayor preocupación, incluso para esta Reina feminista que, acorde a los tiempos, no tenía reparos en auspiciar el matrimonio de una niña con un adulto si eso favorecía sus intereses.

Ciertamente, la película no cae en las típicas extravagancias medievales con grandes batallas y panorámicas impresionantes, propias del influyente cine anglosajón, algo que algunos espectadores podrían echar en falta. Como suele ser en el cine nórdico, cuyos recursos son más limitados, el enfoque está en los pequeños acontecimientos. Al final, esto no está mal, ya que alguien tiene que contarnos estos detalles que, en última instancia, son tan parte de la historia como lo son las grandes batallas.

Cualquier crítica que podamos hacer desde el punto de vista cinematográfico palidece frente al interés que despierta en el espectador la figura de Margarita Valdemarsdotter, la mujer que unificó Dinamarca, Noruega (incluida Islandia) y Suecia (incluida Finlandia) bajo una sola corona. Fue una de las gobernantes más hábiles en el tablero político medieval, la única monarca de la unión que ha sido elogiada en los libros de historia desde el siglo XIX en adelante. Esto es sorprendente, ya que, en estos países nórdicos, el concepto del valor de la Unión ha sido sistemáticamente socavado por una intelectualidad nacionalista que domina el mundo editorial y académico, de manera similar a lo que ocurre en los países desprendidos de la antigua unión hispanoamericana. Sin embargo, en este caso, las partes una vez separadas han tenido un desempeño económico y social mucho mejor que las de habla hispana. Esto por supuesto fortalece el discurso separatista frente a cualquier idea de reactivar la unión, más que la colaboración de los países nórdicos.

Estoy seguro de que aquellos que, dentro del movimiento internacional hispanista que comparten la ideología monárquica que destila esta película, (otra conexión evidente con ese cine británico que la influye), no verían con malos ojos y bajo su influencia, la reaparición en el horizonte de los pueblos hispanohablantes, de una Reina que los agrupe, de una mujer con la vocación fundacional que tuvo la Isabel de Castilla y los recursos político para la unificación que demostró en su momento y con respecto al norte de Europa Margarita, la hija del rey Valdemar. Esa sería la lección de esta película, en particular para los que hoy laboran por rearmar el complicado rompecabezas de la hispanidad.

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