Por Spartacus
Parece que nos falta algo en el mundo de la episteme-sazón: una dialéctica erística o arte de tener razón. Contra el academicismo de cuño lógico predominantemente platónico, Schopenhauer intentó restablecer la astucia de la voluntad a partir de la poética del debate público.
Se trata de la disputa del arte del debate. Sin embargo, en el ámbito cubano se produce una ‘normalización de la sofística’, o del arte de establecer cátedras, temas o adueñarse de la razón lógica, evitando por cualquier motivo ser impelidos por la disputa como forma de compresión y democratización de logos.
Pudiera mencionar nombres al respecto, grupos, existencias logo-psiquiátricos, lógico-maniáticos, pero ningún experto en la materia estaría de acuerdo conmigo.
Tal como la Historia constituye un ardid sobrenatural de la astucia de la razón historiográfica positivista, lo que pasó en 1840 en Cuba, durante el debate filosófico sobre la impugnación a Cousin, no fue otra cosa que la disputa por la introducción de la normalización del método filosófico. Si bien el ‘debate’ fue editado y leído públicamente, no puede considerarse una forma de dialéctica erística.
Desde entonces, el proceder normativo de la historia de la razón ocupa la mente de casi todos los intelectuales cubanos (me incluyo).
Si los efectos son bueno o malo, no lo sé. Solo puedo entrever lo erístico ajustándose mejor cuando empezamos abordar la forma de ‘razón irónica’, burlesca e indirecta acerca de los problemas de la vida cotidiana.
Un agrimensor del siglo XIX en Bayamo produjo un debate público airado en la plaza del mercado al intentar medir las parcelas de tierra del espacio rural aledaño a la ciudad con medidas antropocéntricas (usando las medidas del cuerpo humano) y no con las normas del sistema métrico decimal institucionalizado por la Revolución Francesa.
Aquí entramos en un camino nunca hollado en la cultura del debate público en Cuba: la astucia de la voluntad de poder. La persecución de un programa que se aparte de la tarea metafísica y se introduzca en un naturalismo de cuño vital y abra el poderío creciente del debate público.