¿La nueva casta literaria en Playa Albina?

Por Rogelio García

¡Ah, el teléfono! Ese magnífico artilugio de comunicación que se toma la libertad de interrumpir nuestro sagrado tiempo. ¡Oh, mi querido amigo de Miami! ¿Qué sería de la vida sin esas llamadas que te dejan en vilo, como si estuvieras a punto de resolver un enigma de proporciones épicas?

Desde Boca Ratón, donde la distancia es tan permeable como una bolsa de papel bajo una tormenta tropical, mi estimado amigo decide hacer su entrada triunfal. ¿Y adivinen qué? ¡Tiene planes! ¡Planes fascinantes, por supuesto! Un fin de semana en Playa Albina, con una lista interminable de eventos en el horizonte. Entre ellos, y aquí viene lo más emocionante, ¡un evento literario!

Y no, no se trata de un simple documental, ¡es mucho mejor! ¡Una fiesta de la poesía! Sí, leyeron bien. Una fiesta. De. La. Poesía. Convocada por un trío que suena más a una combinación de nombres de película: Fundación Cuatro Gatos, la editorial Furtivas y la sede que se pavonea como la anfitriona principal.

¡Artefactus nuevamente en escena! ¿Qué nos traerán esta vez, se preguntarán ustedes? ¿Otro documental, quizás una exposición de arte desafiante? No, no, ¡demasiado mundano para un viernes! Esta vez, prepárense, porque van a elevar la apuesta: ¡una fiesta poética organizada por un grupo con nombre de cuento infantil, una editorial que suena a algo que esconde bajo la mesa y una sede que se viste de anfitriona presumida!

Parece que el viernes estará repleto de versos y rimas, pero, ¿quién sabe? Tal vez hasta se atrevan a recitar poesía de gatos en el espacio, ¡todo es posible en el deslumbrante mundo del glamour literario!

Ah, la emocionante odisea de poner rumbo a Miami en mi flamante camioneta. ¿Quién hubiera pensado que a las 3 de la tarde comenzaría esta nueva oportunidad de sumergirme en la «movida cultural y literaria» de Playa Albina? Diez años después y aquí estoy, como un explorador renacido en el universo de la erudición y el arte.

Por cierto, ¿han oído hablar de Playa Albina? Esa joya mencionada repetidamente en el misterioso mundo de Facebook. ¿No les parece encantador? Un nombre tan adecuado para describir cómo un antiguo páramo cultural ha mutado hacia algo que ahora presume ser un paisaje encantador. Es como si le hubieran pasado el rodillo mágico del progreso y ¡voilà!, ¡una playa cultural emergió de entre las cenizas del olvido!

Ahora, ¿qué me deparará este viaje hacia el corazón cultural renovado? Estoy más emocionado que un niño en una juguetería. Es tiempo de ver si este renacimiento de Playa Albina realmente vale la pena o si solo es un espejismo digital creado para satisfacer nuestras ansias de cultura y esnobismo literario.

Ah, sí, la visita del fin de semana pasado, un episodio digno de anotar en mi diario. ¿Adivinen qué descubrí? ¡Un cambio de paradigma! Sí, así como suena, como si las musas literarias hubieran decidido reinventar el mundo de las letras. ¿Cómo lo supe? Bueno, déjenme contarles: nuevas editoriales pululaban por doquier, como hongos después de la lluvia. Las tertulias literarias, esas reuniones donde uno comparte café, palabras cultas y aires de intelectualidad, se disipaban como el humo de un cigarrillo.

Y lo más inaudito de todo, algo que jamás creí posible en este universo literario: ¡una nueva casta! ¡Sí, leyeron bien! Una casta literaria emergiendo en torno a la feria del libro y sus compinches. Es como si las deidades de la literatura se hubieran reunido en un consejo secreto y decidido: «¡Creemos una élite literaria y llamémosla… emarigia! Porque, ¿por qué no complicar un poco más las cosas?»

Mientras merodeaba entre los puestos de la feria del libro, como si estuviera en una expedición antropológica, me topé con esta nueva élite literaria en pleno apogeo. Parecían estar tramando desde las alturas de su pedante pedestal cómo dominar el mundo literario, o quizás solo disfrutaban de la sensación de pertenecer a una élite que solo ellos comprendían. ¿Serán los salvadores del mundo literario o la perdición? Solo el tiempo lo dirá, mientras yo me mantengo expectante ante este espectáculo de egos y enredos literarios.

La escepticidad siempre se une a los incrédulos en su peregrinación hacia los templos culturales. Así, junto a mi amigo, llegamos una vez más a Artefactus, mi segundo hogar cultural. Nos encontramos con una escena digna de una reunión de poetas en éxtasis literario: almas expectantes listas para declamar sus versos, ansiosas de compartir reflexiones profundas y metáforas deslumbrantes.

Lo más curioso estaba por desplegarse ante nuestros incrédulos ojos: una publicación digital presumiblemente épica, titulada con pomposidad «Poesía escrita desde Miami». ¡Vaya novedad! Un grupo de individuos, probablemente salidos del mismo nido y pertenecientes a la misma escuadra guerrillera del triunvirato literario, emergían como los nuevos emperadores literarios en pleno apogeo.

Esto me recordaba a un Kisch a la Roma imperial, donde el poder recaía en los intelectuales más avezados y comprimidos en almidón. Como si estuvieran marcando territorio en el vasto mundo de la literatura, estableciendo dominios y proclamando con fervor: «¡Nosotros somos la cima, los elegidos, los que dictaminan qué es poesía y qué no lo es!»

Es fascinante cómo el poder literario puede emular los juegos de la antigua Roma, con intrigas y ostentación. Me pregunto si estos nuevos Césares literarios serán recordados como visionarios o simplemente como más mártires del ego desmedido en el mundo de las letras.

Las paredes del santuario literario temblaban, ¡cada poema leído era como un petardo de dinamita espuria anunciando el nacimiento de la nueva casta de literatos en Playa Albina! Esas presentaciones, repletas de poemas que podrían calificarse como «mediocres» siendo generosos, me hicieron recordar que la periodización es posible incluso en el mundillo literario.

Con cada expresión de estos poetas, pude percatarme de su poderío aristocrático, pero con una amplia dosis de ennoblecimiento popular que ansía el poder absoluto del arte y la literatura en Playa Albina. Parece que están decididos a instaurar una monarquía poética, con las Furtivas como la reina soberana y sus chicharrones como los fieles escuderos, listos para conquistar el vasto territorio de la cultura.

Mientras escuchaba esos poemas, no pude evitar preguntarme si estamos siendo testigos de la formación de la élite literaria definitiva, una que fusiona la altivez aristocrática con la ambición popular, todo bajo la bandera ondeante de las Furtivas. ¿Será esta la era dorada de la literatura en Playa Albina, o simplemente otro capítulo en el libro interminable de la pomposidad literaria? ¡Oh, qué emocionante es contemplar el desfile de egos literarios en su máximo esplendor!

Oh, la insoportable ridiculez. Ni siquiera un par de poemas pudieron calmar mi ansia de espectáculo literario. En lugar de vanguardismo diestro, lo que emanaba era una especie de fetidez imperdonable que llenaba la sala, como si estuviera poblada por escolares en algún taller literario de aprendices conmovidos por la grandiosa misión de demostrar que ellos, sí, solo ellos, atesoraban un baúl de palabras para la posteridad. ¡Qué conmovedor!

Después de soportar esa muestra de egos hinchados y metáforas que harían llorar a una piedra de lo obvias que eran, decidí que mi salud mental valía más que cualquier presunta joya literaria que pudiera surgir de ese aquelarre de pseudo-poetas. Me levanté de la silla y me fui, como un náufrago abandonando el barco antes de que se hundiera por completo.

¿Quién necesita quedarse a presenciar el desfile de pretensiones literarias cuando se puede disfrutar del aire fresco fuera de ese templo de autoindulgencia poética? Dejé atrás el aroma a palabras pretenciosas y me dirigí hacia la libertad, preguntándome si, quizás, mi tiempo hubiera sido mejor invertido leyendo las instrucciones de una caja de cereal. Pero bueno, al menos no me quedé para ser testigo del desfile de la autoafirmación lírica en su máxima expresión. ¡Hasta la próxima ola de egos literarios, Playa Albina!

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