La nación exánime y el nihilismo

Por Ariel Pérez Lazo

Ante la parálisis de la opinión pública frente a las duras y masivas condenas contra los manifestantes del 11 J, la mayoría jóvenes, ahora acapara la atención el desfile masivo del 1ro de mayo pero sobre todo la aparición de un acrónimo que combina vulgaridad y desapego a lo patrio. 

No voy a repetirlo aquí, se trata de un acrónimo que si fuéramos a despojarlo de su expresividad soez quedaría como: Es una maldición vivir en este maldito país. Sorprendería más si no recordara como un presidente de este potente país calificó los países de emigración masiva a Estados Unidos como «shit holes», estercoleros. 

Hay, sin embargo, una diferencia. Vivir en un estercolero puede ser un estado en el que se ha caído. Ser un «país de p..» como dice el acrónimo vulgar, que jóvenes (¿opositores?) comparten en redes, apunta más bien a un déficit ontológico de la nación cubana. Lo paradójico también es que hace ya veinte años Vicente Echerri decía que era extendida la percepción en opositores y exiliados que algo más que un mal gobierno o un gobierno despótico aquejaba a Cuba, si no que el mal se prolongaba a la sociedad que lo soportaba. No hace mucho, todavía Armando Valladares llamaba a las nuevas generaciones de cubanos cubanoides y Roberto Luque Escalona los nombraba «aserequevola». Y esto que pareciera dar razón al acrónimo (¿consigna?) más bien se lo da al hecho de que sea esto lo que haya prendido el entusiasmo popular.

Pensar en Cuba como viciada por su origen, incapaz de sostener como posibilidad, bienestar o progreso alguno solo puede conducir a la paralización de todas las fuerzas sociales, las escasas que quedan, en un cuerpo nacional anémico sino ya moribundo y sin remedio. Es una expresión del distanciamiento del individuo de toda responsabilidad social. Difícilmente pueda ser así expresión política de nada, como los liderazgos improvisados, algunos que logran acaparar la atención de la prensa, están ahora queriendo imponer, pues política implica conexión con el resto de la sociedad. Pensar a Cuba como «país de p» implica precisamente desconectarse con ese resto de la sociedad paralizado, exánime que se mueve un 1ro de mayo por inercia.

Hace casi un siglo Raúl Roa cuestionaba a Mañach que descalificara al choteo, y le acusara de ser un vicio peligroso que distanciaba al cubano de responsabilidad y seguimiento del ideal. Roa, sin embargo, le criticaba tomar “el rábano por las hojas», de errar en el blanco. Este, decía, era el mecanismo de defensa del pueblo frente a la impotencia de un régimen dictatorial. Confieso que tomo partido por Mañach y veo en aquella polémica la raíz de esta, si hay alguna ya. No sé puede excusar al pueblo de sus vicios solo por ser este mayoritario. Hay que ser una sociedad enferma cuando los bandos masivos parecen ser aquellos que desfilan con un discurso que asimila la nación a los remedos de una ideología sepultada por la historia y del otro un nihilismo que apunta a la misma idea de nación. La nación que habría de salvar si pretendemos un día como pueblo recuperar un hogar. Con el pesimismo, el nihilismo, no se puede construir nada, empezando por la libertad a la que se aspira. No se trata de cerrar los ojos y no ver una sociedad exánime tras más de medio siglo aplastada por el peso de un Estado que consume sus energías. Se trata de tender una mano a una sociedad famélica. El acrónimo que nos ha ocupado aquí solo busca abandonarla.

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