Por Palito Barquillero
«Prefiero primero mentir, después repetir lo mismo». Lo mismo se repite porque todavía desconocemos el arte de la mentira. La mentira no significa necesariamente falsedad.
George Gurdjieff escribe en los Relatos de Belcebú a su nieto lo que sigue: «para llegar a la verdad, a veces es necesario mentir». Tenía un método raro, unipersonal, que aplicaba despiadadamente a los discípulos.
Durante largas jornadas de «trabajo» (10,12, 14, 16 horas) invitaba a los discípulos cavar profundas y largas zanjas en la tierra a pico y pala. A punto de concluir la meta de la jornada del «trabajo», Gurdjieff paraba la marcha, daba un giro de 180 grados y orientaba cerrar las zanjas. ¿Los discípulos agotados preguntaban? ¿Por qué, Maestro? Para los discípulos, el método de «trabajo» de Gurdjieff era totalmente irracional, improductivo, diabólico. ¡Una locura!
Gurdjieff mentía despiadadamente, y daba guiños tratando de desvelar la «verdad» a través del método ascetológico. Más de 60 años después de la muerte del místico ruso, siento que todavía no se comprende cabalmente.
Gurdjieff no trataba «despertar la conciencia» en los discípulos, como mil veces se ha repetido. Intentaba, en cambio, de que los discípulos comprendieran, a través del ejercicio, como darse de bruces con el verdadero problema de la conciencia de su tiempo: el «trabajo abstracto».
Larga jornada de trabajo sin descanso embotaba la conciencia del discípulo, de ahí el truco. Gurdjieff estaba contra el «tiempo de trabajo», la opresión del discípulo de culminar la faena y a favor del «tiempo ocio de la vida», el tiempo de la creación y la recreación. De ahí las mentiras.