La lectura, Ese resplandor [2]: Joseph Brodsky

Por Waldo González López

Como prometí en la primera entrega de este breve serial que inicié días atrás por esta web amiga tan leída, hoy continúo con la segunda.

   Esta ocasión, la dedico al gran poeta ruso y Premio Nobel, Joseph Brodsky, cuya importante opinión fue incluida en mi libro La lectura, ese resplandor que, tal dije entonces, fue rechazado por una —¿prestigiosa… o temerosa, por varios autores escogidos por mí?— editorial cubana; más, por fortuna —a propósito de Campaña Nacional «Eugenio Espejo» por el Libro y la Lectura— sería aceptado y publicado por la rigurosa Colección La Luna de Papel, en la Ecuador de 2009, gracias a dos laureados narradores: Luis Zúñiga, quien lo propusiera al Director del evento: Iván Égüez, que prologara mi homónimo volumen, que él recepcionara con placer y yo acogiera con gratitud

   En ese libro [cuyo título es también el del serial] añadí el breve pero formidable texto de Brodsky: La Poesía, una gran disciplina, donde leemos sus inapreciables criterios/consejos a favor del buen gusto en la literatura y, en especial, la poesía, no “género”, sino función, tal prefiero renombrarla, siguiendo la precisa definición de Alfonso Reyes, el gran maestro mexicano, del que por cierto, pronto publicaré su texto incluido en mi mencionado volumen.

   Subrayo que aun me satisface y agradezco a los mencionados colegas ecuatorianos la publicación del volumen en ocasión del importante evento ecuatoriano. Sus páginas me recordaron [y aun lo hacen] antiguas lecturas y en otras aprendí nuevos y valiosos aspectos, no conocidos por mí hasta entonces, pues desde la adolescencia, leo a diario, acaso mi adicción.

   Por cierto, asimismo recuerdo que, al poco tiempo de publicador el libro,  recibí un grato e-mail de un colegamigo residente en ese país, quien, tras adquirirlo y leerlo, me decía: «Waldo, te felicito por La lectura, ese resplandor, libro necesario, sobre todo, para los aprendices de poetas, por cuánto les enseña de y sobre la poesía, pues ellos no suelen ser buenos lectores ni siquiera de los mejores poetas, como deben serlo para llegar a escribir versos valederos, no pasajeros, que nunca llegarán a nada, solo al olvido».   

SOBRE EL POETA

   Joseph Brodsky, nacido en San Petersburgo en 1940, fue autodidacta. Su poesía fue influida por los clásicos, los metafísicos ingleses y los polacos modernos, como el poeta, ensayista y traductor británico, nacionalizado estadounidense: W. H. Auden y dos clásicos narradores: el francés, Marcel Proust y el norteamericano Herman Melville.

    Como otros genuinos talentos que aún hoy en la carcelaria Rusia, aherrojada por Putin, son perseguidos por el comunismo, Brodsky fue acusado de «parasitismo social», sufrió prisión a los 24 años y emprendió el camino del exilio a EUA, donde obtendría la nacionalidad en 1977.

   Considerado el poeta más grande de la época soviética y, acaso, con la sola excepción de Boris Pasternak y Ana Ajmátova, el más importante en lengua rusa de la segunda mitad del siglo XX, merecería el Premio Nobel de Literatura en 1987.

   Entre otras opiniones sobre Brodsky, reproduzco, por su acierto, la siguiente: «Su obra ha quedado como uno de los más lúcidos testimonios del siglo XX. Esto quizá tenga que ver con la manera en que Brodsky resumió muchas de las mayores experiencias históricas de su tiempo: el totalitarismo, el extrañamiento, el exilio, y la irrefrenable volatilidad de la experiencia personal y el tiempo».          

   En la antología «Poemas selectos», reuniría buena parte de su poesía, publicada en versión inglesa en 1973, a la que seguiría «Partes de la oración» en 1980 e Historia del siglo XX, en 1986, tras merecer una beca de la Fundación MacArthur y, en 1987, ser galardonado con el Nobel de Literatura. Fallecería en Nueva York el 28 de enero de 1996. Es considerado «uno de los creadores más originales del siglo XX. Antes del texto sobre la Poesía, transcribo los siguientes versos de su hermosa

                       CANCIÓN DE AMOR

Si te estuvieras ahogando, acudiría a salvarte,
          a taparte con mi manta y a ofrecerte té caliente.
Si yo fuera comisario, te arrestaría y te
          encerraría en una celda con la llave echada.

Si fueras un pájaro, grabaría un disco
          y escucharía toda la noche tu trino agudo.
Si yo fuera sargento, tú serías mi recluta
          y, chico, te aseguro que te encantaría la instrucción.

Si fueras china, aprendería tu idioma, quemaría
          mucho incienso, llevaría tu ropa rara.
Si fueras un espejo, asaltaría el baño de las señoras,
          te daría mi lápiz rojo de labios y te soplaría la nariz.

Si te gustaran los volcanes, yo sería lava
          en constante erupción desde mi oculto origen.
Y si fueras mi esposa, yo sería tu amante,
          porque la Iglesia está firmemente en contra del divorcio.

[Versión: Alejandro Valero]

                         LA POESÍA, UNA GRAN DISCIPLINA

La manera de adquirir buen gusto en la literatura es leer poesía. Si piensan que hablo por razones de lealtad, que intento promover los intereses de mi gremio, están completamente equivocados. Porque al ser la forma suprema de locución humana, la poesía es no solo la más concisa, la más condensada forma de transmitir la experiencia humana, sino que ofrece las más elevadas pautas de cualquier operación lingüística.

   Cuanta más poesía se lee, menos tolerante se es ante cualquier tipo de verbosidad. El buen estilo en prosa es el rehén de la precisión, la rapidez y la lacónica intensidad de la dicción poética. Hija del epitafio y del epígrafe, concebida como un atajo de cualquier materia concebible, la poesía es para la prosa una gran disciplina. Le enseña a esta no solo el valor de cada palabra, sino las ingeniosas pautas mentales de los géneros, alternativos de la composición lineal, el don de evitar lo evidente, resaltando el detalle, la técnica del anticlímax. Sobre todo, la poesía desarrolla en la prosa ese aperitivo de metafísica que distingue una obra de arte de las simples belles lettres. Hay que confesar, sin embargo, que en este caso particular, la prosa ha demostrado ser una alumna bastante indolente.

   Por favor, no me interpreten mal: no intento desprestigiar a la prosa. La verdad es que la poesía es más antigua y, por tanto, ha recorrido una distancia mayor. La literatura comenzó con la poesía, con la canción del nómada que antecede a los garabatos del poblador. Y aunque en alguna parte he comparado la diferencia entre la poesía y la prosa con la que hay entre las fuerzas aéreas y la infantería, lo quiero ahora es ser práctico y ahorrar a su vista y su cerebro mucho inútil material impreso. Podría decirse que la poesía fue inventada para este fin, porque es sinónimo de economía.

   Si su lengua maternal es el inglés, les recomiendo a Robert Frost, Thomas Hardy, W. B. Yeats, T. S. Eliot, W. H. Auden, Marianne Moore y Elizabeth Bishop. Si su idioma es el alemán, Rainer Maria Rilke, George Tralk, Peter Huchel, Ingeborg Bachman y Gottfried Bonn.

   Si es el español, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y Octavio Paz son suficientes.

   Si su idioma es el polaco (lo cual sería una ventaja para ustedes, ya que la poesía más extraordinaria de este siglo XX está escrita en ese idioma), me gustaría mencionarles los nombres de Leopold Staff, Czeslaw Milosz, Zbigniew Herbert y Wieslawa Szymborska.

   Si es francés, entonces, por supuesto, Apollinaire, Jules Supervielle, Pierre Reverdy, Blaise Cendrars, Max Jacob, Francis James, André Frénaud, algo de Éluard, un poco de Aragon, Victor Segalen y Henri Michaux.

   Si es griego, deben leer a Constantino Kavafis, George Seferis, Yannis Ritsos. Si es holandés, deben leer a Martinus Nijhoff.

   Si es portugués, […] Fernando Pessoa y Carlos Drummond de Andrade.   

   Si su idioma es sueco, lean a Gunnar Ekelof, Harry Martinson, Wernwe Aspenstrom, Tomás Transtromer.

   Si es ruso, tienen que ser al menos Marina Tsvetaena, Osip Mandelstam, Anna Ajmátova; [el también Premio Nobel] Boris Pasternark; Vladislvav Khodasevich, Victor Jlenikov, Nikolai Zabolotski.

   Si es italiano, si menciono a [Salvatore] Quasimodo, [Umberto] Saba, [Giuseppe] Ungaretti y [Eugene] Montale es tan solo porque durante mucho tiempo he deseado reconocer mi gratitud y deuda personal y privada con estos grandes poetas, cuyos versos influyeron de manera crucial en mi vida.

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