La «imago» después de Lezama: la forma de prever, proyectar y predecir el futuro (una teoría cultural en curso)

Por: La Máscara Negra

Dentro de la perspectiva lezamiana del imago, se impone un modelo de interpretación cuya vinculación se establece de manera absoluta con el pasado, una guía que puede ser llamada el modelo de la memoria. Documentos del pasado, herramientas de verificación de acontecimientos sucedidos, instrumentos para la fijación de tradiciones y, por lo tanto, dispositivos para la generación de arraigo e identidad, constituyen el modelo de interpretación de toda era imaginaria. Este modelo es una forma de interpretación de la memoria e intuición no verificable en el futuro.

Es hora de implementar un modelo adicional al de la memoria. Partiendo de que la imago puede fungir como una técnica cultural para la concepción del futuro. Siguiendo el modelo de interpretación del pensador austriaco Tomás Macho, las tareas del imago respecto del pasado se establecen en un proceso cognitivo positivo, es decir, a partir de un cotejo entre pruebas empíricas, fuentes, eventos objetivos y testimonios. En contraste, el papel de la imagen en relación con el futuro se establece en un proceso creativo prospectivo. Este proceso implica una potencia de experimentación propia del prever, predecir y concebir.

Con este modelo complementario, se pretende plantear, para su estudio, análisis y discusión, la pregunta por los roles que esta potencia asume en la época contemporánea, como modelación de lo humano a través de la investigación del futuro. Para ello, es necesario replantear el concepto de imago como forma, con una serie determinable de funciones en las sociedades contemporáneas. Además, se requiere una historia crítica de la cultura en combinación con una teoría de lo humano como producto de la intervención de poderes modeladores del futuro. La imago vendría a ser ahora la técnica fundamental dentro del ejercicio de dichos poderes.

De aquí se desprende la articulación entre las diferentes investigaciones del futuro, que tiene lugar en la reconfiguración teórica y analítica de las relaciones entre términos como forma, Modelo y Vida, Cuerpo y Representación, Muerte e Imago y Modelos, Imágenes y Control. Entre ellos, se teje una posibilidad de sentido de las relaciones entre imago y futuro, así como una teoría de la cultura preocupada por el carácter político, ético y vital de nuestros actuales modelos de futuro.

Forma y vida

El concepto forma, asociado tradicionalmente al concepto cosa, pero también al concepto imagen y de manera más compleja al concepto idea, le ha servido a la filosofía para designar aquello que determina un objeto en relación con el resto de cosas que componen el mundo. Su aplicación puede referirse a una singularidad, en cuyo caso, forma refiere a la configuración que distingue a un individuo del resto de los individuos de su especie. También puede referir a una individualidad, es decir, al carácter o definición que un grupo de individuos comparte y que lo hace pertenecer a la misma especie, un principio común a cada uno de los miembros de un conjunto, que lo hace formar parte del mismo conjunto. En un sentido, se trata de un principio de diferencia, mientras en el otro se utiliza para la composición de un principio de identidad, que en muchos casos es material y en muchos otros es un principio de naturaleza esencial.

Estas dimensiones se reúnen de manera dialéctica en la filosofía de la cultura, dentro de la cual el concepto forma ha de ser investigado en el proceso a través del cual cada elemento de una cultura se concreta en un objeto, en un cuerpo, en una figura espacial determinada. Esto es lo que la historia del arte estudia cuando se dedica a investigar, por ejemplo, el retrato, en sus diferentes formas históricas entre diferentes estilos, escuelas, contextos, artistas y épocas.

Un determinado retrato, antes de ser estudiado como parte del arte de hacer retratos, ha de ser definido como tal, ha de ser partícipe de la definición de la forma retrato y de un momento de la historia de esta forma, ya que de otro modo no podría ser identificado. Al mismo tiempo, ha de ser estudiado como una singular expresión o manifestación del arte del retrato, única, distinta y no confundible con el resto de retratos, incluso en el caso de otros retratos del mismo modelo.

En la época contemporánea, es común encontrarse con maneras coloquiales de replantear los viejos prejuicios platónicos sobre las formas y las apariencias. Estas son posiciones que desprecian el estudio de las formas porque con ellas, supuestamente, no se trata más que de ornamentos, cuando no directamente de engaños, mentiras, simulacros y armas de manipulación. La forma, se afirma comúnmente, es una envoltura sin importancia, lo desechable de una cosa, aquello que encierra lo verdaderamente importante o lo único verdadero. La forma no es más que mero marco, un contorno.

Sin embargo, también en la época contemporánea, la apariencia, la forma y la figura han mostrado su papel predominante en el mundo de la vida y en el cotidiano vérselas con el mundo. Hoy reconocemos que la forma es un principio creativo y no solamente un ornamento, que pasa de ser un encierro, un estático y preciso marco, a ser un principio creativo, cultural y vital. Aquella visión estática de la forma ha sido sustituida por un pensamiento de la forma en el tiempo, de la forma como un proceso, como un devenir y como un acto de formación. De este modo, la forma es un principio creativo que ha servido por siglos a la separación elemental de cosmos y caos, no solo en su alcance simbólico, mitológico y religioso sino también en su alcance político, económico-comercial, científico y artístico.

La teoría no ha estado ausente de la reflexión cultural de la forma, mucho menos de la discusión por los modos de formación de nuevos órdenes y nuevos seres humanos. Por el contrario, la filosofía es uno de los discursos que más modelos del futuro ha creado, que más activa y críticamente ha participado en la disputa cultural y social del futuro, dada su dimensión prospectiva y creativa, cognitivamente hablando.

Por esto mismo, la teoría no solo discute sobre formas, modelos y ejemplos para el futuro, sino que utiliza y ejercita la producción de modelos y ejemplos, y la generación de órdenes alternativos, en ocasiones con más fuerza que las determinaciones lógicas, argumentativas y dialécticas. Desde la Antigüedad clásica, la teoría opera con dos conceptos de evidencia, una discursiva y una epifánica, una evidencia lógicamente plausible se antepone a una evidencia de convencimiento espontáneo.

Ambos conceptos de evidencia se incorporan en determinadas formas y determinadas imágenes, a través de las técnicas culturales de la performatividad (hablar, gesticular), de la notación (escribir, leer), de la representación (dibujar, diagramar). En estas técnicas culturales, los conceptos de evidencia toman forma para ser aplicados simultáneamente en la fijación de la memoria y en la modelación del futuro, en el recuerdo de los muertos y en la formación de los niños, en los museos y en las escuelas. De este modo, lo evidente se hace forma e imagen, y la forma y la imagen se hacen configuraciones de vidas.

(continuará…)

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