Por Jose Ramón Diarrea
Escrita en 1905 y publicada diez años después, La extraña vida de Iván Osokin es considerada la primera noveleta sobre el «despertar de la conciencia» y el camino de la autorrealización. Una de las novelas más intensas y penetrantes sobre la matrix (la rueda dentada) a principios del siglo XX. Cien páginas son suficientes para que Ouspensky plasmara la dinámica absurda de la autorrealización humana.
El personaje de la noveleta se mueve en la vida como máquina, robot, repitiéndose una y mil veces sobre las mismas cosas aburridas y sin propósitos, pero sin saber, al mismo tiempo, que hacer para cambiar y salirse de la rueda repetitiva.
Y porque no conoce en qué consiste la «fenomenología de la rueda», no puede saltar fuera de ella. Quien está «dormido» aquí, en el experimento narrativo de Ouspensky, no es la conciencia, sino el tiempo de «trabajo abstracto», que bulle dentro de la conciencia del personaje central.
Osokin tendrás que darse cuenta de la maraña del tiempo del «trabajo abstracto» como generador de rutina, repetición y aburrimiento. Y no es muy extraña la vida de Osoki. Pues nosotros nos pasa lo mismo, o casi lo mismo. El narrador cubano Alberto Lamar escribió en 1925 una noveleta que trae a colación el mismo tema, pero visto dentro de la «rueda del patriotismo».
La roca de patmos, es la historia subliminal del último hombre en Cuba. Lo que sucede después es la consumación de la erotización de la sociedad y la pérdida del honor y la virtud. Lo que sucede después de la caída de Machado es la consumación de la erotización de la sociedad y la pérdida del honor y la virtud del patriotismo y el patriciado cubano. El tiempo colectivo cubano ha caído en un profundo aburrimiento. Este aburrimiento es una de las claves para entender por qué se instaura sin cortapisas las ideas socialistas y comunista sobre el colectivo y la conciencia nacional en Cuba.