Por Alberto Martínez

Mudos testigos (crónica del ex-cafetal Jesús Nazareno), es quizás el libro menos conocido de la obra de Ramiro Guerra. De corte biográfico, se publicó por primera vez en 1947 y en 1974 tuvo una reedición por la Editorial de Ciencias Sociales. La importancia de esta biografía estriba, entre otros ejemplos no menos importantes, en la descripción y evolución de la pequeña y mediana propiedad como objeto de estudio, del enfoque para una historia de la microhistoria (estudios de caso) de Cuba. Si de pensamiento se trata, una biografía económica así representa en un sentido de destino un «pensamiento de derecha».
Hasta el momento, los historiadores positivistas y marxistas han leído el libro como parte de un tesoro de la biografía histórica del autor y explican a partir del enfoque cronológico evolucionista (de la larga duración), el origen, transformación y liquidación del Cafetal Jesús Nazareno.
Aun cuando se menciona en la introducción el propósito del libro, una suerte de metáfora y genealogía de la tierra por medio de la cual los campesinos se atan a la tierra (de modo igual el árbol que da frutos), los historiadores cubanos corren el riego de desnaturalizar la idea del ser en el cafetal o del ser en la tierra de labor. La historiografía «no piensa, la poesía piensa», diría Heidegger.
Mi lectura sobre Mudos Testigos es, además, la siguiente: La metáfora de las raíces en el árbol evoca una paradoja no resuelta todavía en la historiografía cubana. Falta una historia de la regionalización y de la comunidad atada a la tierra. De hecho, existe la sospecha de que la domesticación del ser cubano en el (cafetal, hacienda, plantación), lo cual produce un efecto de casa del ser.
En Mudos Testigo se aprecia lo Heidegger llama el movimiento del estanciero:
Caída, memoria y transformación en el movimiento: tres fases del pensamiento del estanciero en el Cafetal. En la caída el campesino es propenso, a la falta de suelo firme, de moverse contantemente dentro del cafetal de un lugar a otro; la memoria le permite al campesino moverse a través del lenguaje agrario; y la transformación obliga moverse en el amparo de la comunidad agraria. Es aquí, en el movimiento del ente y su ser, donde radica la esencia de la cubanidad. La cubanidad conservadora y de derecha.
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