La Casa, el exilio y el regreso

La agitación del tiempo produce de inmediato estrés, deseos de regresar a la eternidad (a la pasividad y serenidad). Por eso la ansiedad (los exilios) se reduce invariablemente al deseo inmanente de regresar a Casa.

Por Galán Madruga

¿Por qué lo llaman exilio? Porque la inmanencia en el exilio posee el imperativo del regreso. El hombre regresa a Casa porque es un exiliado en potencia. Hay perpetuidad en el tiempo del regreso y hay desespero en el tiempo del exilio. Si estás en Casa y sale a la calle, eres exiliado. El exilio lo experimentas en todas partes salir de Casa (ser). Afuera, después de los límites temporales de la Casa, el tiempo cambia y comienza agitarse en el interior humano de manera vertiginosa.

La agitación del tiempo produce de inmediato estrés, deseos de regresar a la eternidad (a la pasividad y serenidad). Por eso la ansiedad (los exilios) se reduce invariablemente al deseo inmanente de regresar a Casa. En Casa se ambienta otro tiempo, suave, perceptible, familiar, del cual podemos oler el aroma. En el exilio todo parece indicar que el tiempo se torna insípido y volátil.

Marcel Proust creyó en el exilio donde la facticidad del tiempo se pierde en sí mismo. Luego se lanzó a la conquista de ese tiempo desde Casa, jamás entonces fue exiliado, proyectado hacia afuera. Recuperó el tiempo habitual de la Casa. Pero el exilio tiene también su encanto temporal: mantiene vivo el hombre en la tensión de existir, entre un salir y un regresar constantes. Ofrece la peligrosidad de existir. Es así como construimos, a fuerza de intensidad, nuestras vidas cotidianas exiliadas.

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