La cagarruta trash

Por Israel Hosman.

Tras contemplar la sublimación y abstracción de los cubanos, constato el caos impuesto por el totalitarismo cubano y, contra el sistema dictatorial, el infantilismo de grupúsculos intelectuales de igual ideología, en mayoría financiados por Soros que siguen libretos escritos por la élite socialista del exilio —cuatro o cinco viejos conocidos por el odio a sus semejantes y la mediocridad con la que han alcanzado renombre—, varias histéricas de dudosa línea, y malhonestos que se escriben autoleyendas y hacen carrera literaria y artística apoyada por el sistema(s), sin olvidar a los pajarones de Washington que financian las actuaciones.

Todo muy trash, muy bluff, y es aquí donde afloja la estructura de lo que el historiador Ángel Velázquez ha denominado «cinismo ilustrado revolucionario».

¿Qué perturbación psiquiátrica y moral impide a la dirigencia cubana parar las arbitrariedades, los abusos y autocuestionar su proceder, en aras de alimentar, cuidar y proteger a sus ciudadanos para que alcancen lo mejor de sí,  y/o tomen el mando de su existencia?

Extraordinario y difícil proceso de transformación humana que les llevará a la adultez como individuos, pero requiere, en primer lugar, el concenso popular de que se encuentran en el Infierno y que en ninguna de las calderas existe alivio.

El chapoteo de miserias, llamado «Continuidad» no es necesario. Lo saben, la ideología no alimenta barriga, solo somete a los cubanos al infortunio, mientras la cancha se llena de los que juegan a duros defensores, descerebrados portavoces y animalejos —desde el sanguinario, la ameba, hasta el burro come morringa en el patio, en la escuela—, en los Medios de Prensa y toda organización permitida para amaestrar.

Y a todas estas, los «civiles, independientes, disidentes y otras alucinaciones mediáticas», en la selfie promocional, claman que son sus hijos , «el producto final», y solo quieren arreglar las heridas con curitas, o tirar mercurocromo en el sexo que les sodomiza; nunca sanar, arrancar, enviar a la letrina seis décadas de maltrato.

Los opositores no, esos han sido privados también de voz y vista, por ambos.

Los cubanos no, esos pasan el día en busca de alimentos y medicamentos, entre apagones, cubos de agua, y la propaganda, de uno y otro bando que no les representa. Sin voz ni vista, por ambos.

Entonces,

¿Cómo es posible que manipulen abiertamente y reciban desde llantenes espeluznantes, a llamados y juicios desbocados en la red, de personas que viven en el exterior, con formaciones universitarias. ¿Son cómplices o buscan entrar en el barco?

¿Cómo es posible que el cubano de la isla, extenuado de hambrunas no saque la cazuela a la calle?

¿Cómo es posible que, cansado de socialismo, crea en los villanos que oprimen, o en los oportunistas financiados por Soros, relinquéé sin obligación, exalte y se identifique en la pachanga?

¿En qué hueco encontraron la idea cagarruta de que «socialismo tumba socialismo»?, ¿o de que existe «socialismo bueno»?

¿Hasta dónde van a entretener? Cuando la nulidad alcanza la ridiculez, dejan enfriar un tiempo y vuelven a la carga. Los mismos, como si en Cuba, todo fuese  robo cíclico y  opresores y contestatarios jugaran a cambiar el agua en los altares de los que consideran Santos-históricos desde el yate, o recién salidos del imaginario psicótico de un programador de revoluciones virtuales, con heroínas y héroes desbocados en crónicas y autoleyendas.

La finalidad no es mejorar la isla, es lavar el Mal, obtener puesto en el Mirador, en lo alto, para mejor controlar quién vale, quién come, quién merece, la revancha del Litte Hombre nuevo, tan new fascismo correcto en los tiempos que corren.

Evidencia: estamos rodeados de comemierdas o de agentones que cantan tras las pantallas para adormecer a la masa de boniato. Harina no,  no se siembra trigo desde hace mucho. Ambos bandos han cortado las espigas.

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