Kafka y la muerte aparente

«La muerte aparente» es un relato breve de aproximadamente 260 palabras escrito por Franz Kafka, publicado por primera vez en 1912 en la revista literaria checa Hyperion. Esta publicación señaló el inicio de la carrera literaria de Kafka, quien más tarde se convertiría en uno de los escritores más influyentes del siglo XX.

Por Coco Panel

En 14 días, el 3 de junio, se celebrará el centenario de la muerte de Franz Kafka. ¿Qué piensa hacer usted durante esa fecha? Me adelanto y pienso en un breve relato de Kafka dedicado a la muerte. Pero no se trata de la muerte natural, la muerte biológica. Veamos.

«La muerte aparente»

«La muerte aparente» es un relato breve de aproximadamente 260 palabras escrito por Franz Kafka, publicado por primera vez en 1912 en la revista literaria checa Hyperion. Esta publicación señaló el inicio de la carrera literaria de Kafka, quien más tarde se convertiría en uno de los escritores más influyentes del siglo XX.

El relato es el siguiente:

“Quien haya padecido alguna vez de muerte aparente, podrá contar cosas espantosas; sin embargo, no podrá decir cómo es después de la muerte. Es más, ni ha estado más cerca de ella que otros; en el fondo, tan sólo ha sentido algo especial, y la vida común, no la extraordinaria, se ha convertido en algo más valioso con ello. A todo aquel que haya experimentado algo peculiar le sucede una cosa similar. Con toda seguridad Moisés, por ejemplo, experimentó sobre el Monte Sinaí algo especial; pero, en lugar de abandonarse a ello, como tal vez lo haría un muerto aparente, que no se anuncia y se queda en el ataúd, bajó corriendo del Monte y, desde luego, tuvo cosas importantes que contar, y amó a los hombres, de los cuales había huido, mucho más que antes, dando entonces su vida por ellos, casi podría decirse por agradecimiento. De ambos, sin embargo, del que vuelve de la muerte aparente, y de Moisés que regresa, puede aprenderse mucho, pero no podemos conocer lo decisivo, pues ellos mismos no lo han llegado a saber. Y si lo hubieran llegado a saber, no hubieran regresado. Esto podría verificarse si, por ejemplo, alguna vez quisiésemos vivir con un salvoconducto para tener la certeza del retorno, la experiencia del muerto aparente o de Moisés, o incluso que deseáramos la muerte, pero ni siquiera en pensamiento querríamos permanecer en el Monte Sinaí o vivos en el ataúd, sin posibilidad alguna de retorno…

(Esto, ciertamente, nada tiene que ver con el temor a la muerte…)”

¿De cuál muerto aparente habla Kafka? Como es habitual en sus relatos, la narración oculta o lleva implícito el tema por el cual se ha realizado la historia. Ante esta perspectiva narrativa, propongo las siguientes hipótesis:

La formación del individuo desinteresado:

Examinar la autoconstrucción de un ser humano desprovisto de intereses, explorando las doctrinas sobre la muerte aparente epistémica de los sabios. Esta noción ha sido vital desde tiempos antiguos, especialmente en la cultura racional de Europa antigua y en la filosofía clásica que se inspira en ciertas corrientes.

Principios de la muerte aparente epistémica:

Estos principios sugieren que aquellos con sabiduría deben, en cierto sentido, estar inertes en vida para alcanzar la verdadera comprensión. Se propone que el verdadero amante del conocimiento debe estar tan desconectado como sea posible del mundo terrenal. Esta muerte es de naturaleza filosófica: un estado de desapego de las preocupaciones materiales que permite al individuo transformarse en un intelecto puro o en un espíritu despersonalizado.

La enseñanza de la muerte según ciertos filósofos:

Se sugiere que aprender a estar muerto puede ser una habilidad adquirida. Esta enseñanza no sigue un método científico, sino que representa una aproximación a un estado similar a la muerte que fomenta la adquisición de conocimiento. Según esta línea de pensamiento, el desapego es esencial para alcanzar la sabiduría y la verdad.

El concepto de muerte anticipada en ciertas corrientes filosóficas:

Se desarrolla la idea de una muerte anticipada que no implica la noción de muerte propia en el sentido de una existencia auténtica. Esta interpretación considera la muerte como un estado que anonimiza al individuo, trascendiendo lo personal e individual para acceder a una comprensión más amplia de la realidad.

El arte de morir o moriendi:

Este concepto ha sido fundamental en la ética de los estoicos antiguos y de ciertos teólogos místicos medievales. No se trata de un heroísmo relacionado con la contemplación, sino más bien un aspecto crucial en la teoría del conocimiento. Esta muerte filosófica se percibe como un medio para alcanzar un estado de desapego y objetividad que habilita al sabio para contemplar las verdades trascendentales.

¿No es cierto que, al narrar, el escritor experimenta también, sin saberlo, una muerte aparente? Es decir, una especie de «epojé» literaria?

Cuando un escritor se sumerge en el acto de narrar, entra en un estado de desapego del mundo real, similar a una «muerte aparente». En este estado, el escritor se despoja de su identidad cotidiana y de sus preocupaciones mundanas, permitiendo que su imaginación y creatividad florezcan. Esta «muerte» no es física, sino una desconexión temporal que le permite crear mundos, personajes y situaciones que trascienden su propia existencia. Al hacerlo, el escritor se convierte en un observador impersonal, un mero vehículo para la historia que se despliega a través de sus palabras.

Este proceso refleja una filosofía antigua que ve en el desapego y la objetividad una vía hacia la sabiduría y la verdad, donde la individualidad se disuelve para dar paso a una visión más amplia y profunda de la realidad. Así, la narrativa se convierte en una forma de resurrección, donde el escritor, tras experimentar esta muerte aparente, regresa al mundo real enriquecido por las visiones y comprensiones obtenidas durante su trance creativo.

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