«Justicia crítica», avance de la izquierda en EE. UU.

Por Rafael Piñeiro López

Marlene L Daut, una mujer negra, profesora del African Diaspora Studies en la Carter G. Woodson Institute y del Programa American Studies en la University of Virginia, ha publicado una columna en History Today titulada “La muerte injusta de Toussaint Louverture” donde echa mano a una lógica increíblemente prejuiciada y anticientífica para intentar bosquejar y ejemplificar una falacia a la cañona: el por qué los médicos norteamericanos de hoy en día rechazan a sus pacientes negros. En primer lugar, ninguna persona es discriminada institucionalmente en los Estados Unidos.

De existir alguna aversión o algún prejuicio, estos serían culturales y podríamos encontrarlos, de escudriñar un poco, en todas las direcciones posibles: de blancos hacia negros, de negros hacia paquistaníes o asiáticos, de asiáticos hacia latinos, de médicos hacia pacientes y de pacientes hacia facultativos… Lo increíblemente falaz en la “tesis” de la señora Daut es que se remonta a la muerte de Toussain Louverture en una mazmorra francesa durante el imperio napoleónico para arribar a conclusiones risibles y trágicas al mismo tiempo. El estado de la intelectualidad “reivindicativa y antropológica” actual no solo es extremadamente mediocre sino también deleznable.

Cosa comprobable cuando, tras la Daut narrarnos las oprobiosas condiciones en que la vida de Louverture se apagó, lanza una crítica feroz y muy probablemente justificada en contra del ciudadano Amiot para luego aleccionarnos con una afirmación simplemente horrenda: “La total falta de atención a la vida de Louverture mostrada por sus captores es solo una instancia dentro de una gran cantidad de evidencia creciente que demuestra que los profesionales médicos en los Estados Unidos y en Europa occidental han descartado e ignorado históricamente el sufrimiento físico de los negros, a menudo con consecuencias fatales”.

La Daut compara épocas distintas y situaciones en nada equivalentes para, por mediación seguramente del rencor, perpetuar un racismo que no se sostiene más allá de las fronteras de la percepción individual. Es decir ¿qué tiene que ver el trasero para comer tomates? No tengo un nombre para tamaña falacia, pero apelar a argumentos tan endebles para justificar un discurso político o ideológico determinado (decía Foucault que la ideología lo es todo) es como jugar con fuego dentro de una cabaña de pajas secas. No sé qué pensarán ustedes…

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