Joel James Figarola: «la cultura es el reglamento de una orden»

El subtítulo que da nombre a este libro, la cultura es el reglamento de una orden, constituye el aforismo 409 que Ludwig Wittgenstein confió a los Cuadernos de apuntes en 1949. En la versión en inglés, cuyos cuadernos se publicaron bajo el título Culture and Value (una selección de los fragmentos póstumos), el aforismo se ha traducido «La cultura es una observancia», con lo cual, según Wittgenstein, la cultura se presta a un régimen de observancia, al cumplimiento de un reglamento de una orden a partir de una terminada gramática (juegos del lenguaje).

No tengo evidencia de que Joel leyera los cuadernos de apuntes, como aparecen citados en su obra los Tractatus logico-philosophicus. Lo cierto es –y esta es una de las hipótesis a tomar en consideración— que no se puede entender el libro póstumo de Joel, La brujería cubana. El Palo Monte (Aproximación al pensamiento abstracto de la cubanía), sin saber lo que significa el funcionamiento del reglamento de una orden o la observancia para la regla conga. Lo que presupone ese reglamento constituye la jerarquía (basado en el valor, la gradación y el rendimiento) de la cultura (no popular) lejos de la fórmula habitual dominación/sumisión en el marco de las tradiciones culturales cubanas. Para decirlo con Placide Tempels en Filosophy Bantu, pionero en los estudios ontológicos del hombre bantú: «sin una visión filosófica, la etnología es mero folclore».

¿Qué significaba para Joel la noción trabajo del lenguaje y qué ganancia reportaba al pensamiento abstracto en los estudios mágicos religiosos? Todo lo que digo en este modesto ensayo, desde el punto de vista conceptual, me corresponde con absoluta responsabilidad. Si algo faltaba por enunciar de la obra de Joel, era su visión de que la cultura (los sistemas mágicos religiosos) se organizan y estructura bajo el reglamento de una orden. Cuando se participa en la orden, regla, forma de vida, de los sistemas culturales, profanos y colectivos, el lenguaje y la gramática repercuten en el observador en forma de síntesis del ejercicio espiritual.

James, como toda existencia que construye, no puede menos que ajustar al reglamento de la gramática un aparato conceptual propio, de consuno, mediante el cual la regla (Vudú, Palo Monte, Muerterismo) se representa en forma de sistema cerrado simbólico e inmunidad al cuidado de la desmesura del mundo y la angustia ante la muerte”.

La práctica del ejercicio, religiosa o no, constituye un fenómeno activo per se propenso a la teoría y al pensamiento abstracto. Que los estudios sobre la obra de Joel James han enmascarado, a fuerza de no poder configurar los resultados basados en la vida como ejercicio de un muerto aparente, el propósito de explorar la cultura, más allá de lo popular, como un fenómeno de inmunidad cultural. De un modo cuasi exotérico, las últimas pesquisas de Joel sobre los sistemas mágicos religiosos cubanos avanzaron sobre una ontología del cuidado de la cultura a partir del reglamento de la regla conga. Joel empezaba a superar el estigma sociológico-positivista de la cultura popular tradicional. Se veía venir un cambio epistémico, una cultura que se expresa por motivos sensuales y positivistas comenzaba a quedar fuera del alcance de los postulados de la Cuba profunda que Joel avistaba en una futura investigación.

En el libro que sobre Joel James publicaré a mediados del 2023, y que lleva subtitulo «La cultura es el reglamento de una orden» se estima que fuera de una «orden» no podría existir la «cultura», sino variaciones de «civilizaciones». Por eso que, al decir «la cultura cubana» sin especificar una «orden», un reglamento específico que la avale, se corre el riego de cometer un grave error teórico, conceptual y funcional sobre el «pensamiento abstracto». El «positivismo funcionalista» del etnólogo Ortiz, nuestro mayor culturalista cubano, no ha sido capaz de descifrar el paisaje de una «gramática» de una orden cultural. No la concibe.

Lo que se denomina «transculturación» (mestizaje, ajiaco) es la imagen positivista de las civilizaciones compartidas (africana, española, china, etcétera) aportaciones, legados, herencias, para una estructura historicista. Sin embargo, con Joel James nos acercamos por primera vez a un riesgo epistemológico que promete: no se hable más de cultura si no existe un «sistema», una «orden», una «regla». Y dónde podemos encontrar prescrito, sino en los «sistema mágico religioso cubano». En el libro «La brujería cubana: el Palo Monte» y con subtítulo «Aproximación al pensamiento abstracto de la cubanía» hay un avance significativo hacia donde queremos llegar con el concepto «cultura».

El Palo Monte constituye aquí la «regla de una orden autónoma», la forma de vida familiar inmunizada, mediada por una determinada gramática, texto y parlamento, liberada de antemano de cualquier consecuencia sexuada (género) y, por ende, de cualquier cosmopolitismo y globalismo. Un sistema, cuya orden y reglamento invita luego a una «secesión»: una cultura. Ellos están constreñidos a una democracia cultural. Ahora podrás comprender cuando hablo de «cubanidad», y de una «Convención» en términos de pensamiento abstracto y poético.

Si no me equivoco, lo que Joel tenía en mente en los días antes de su muerte era una suerte de secesión cultural con respecto a los estudios positivistas sobre la cubanía, sobre todos aquellos enmarcados en una zona de la espiritualidad con posibilidades de crear un ceremonial alrededor de su figura. No faltaba, además, a la vista de Joel, el desvío sobre las esencialidades para definir el Ser caribeño, sino se profundizaba en la posición ante la vida del muerto aparente constructor de ideas, teoría y pensamiento abstracto. Joel fue un husserleano oculto, un muertero presente que hizo con la epojé una reducción fenomenológica para construir ideas, pensamientos abstractos. Un resumen a favor del Caribe como región histórica en el intercambio con la cultura europea. En la base de su libro El Caribe entre el ser y el definir se oculta el pensamiento de la Idea de Edmund Husserl.  

El libro pretende poner en perspectiva la configuración del pensamiento de Joel siguiendo el desciframiento de tres categorías, desatendiéndose por el momento de las obras de carácter historiográfico, para ceñirse a los aportes, aún todavía no aclarado del todo, de la ascetología general: El pensar abstracto, el Ser y la ascetología palera.   

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No es necesario conocer personalmente a Joel James para referirse con profundidad sobre su prolífera y compleja obra intelectual (de historiador a fenomenólogo de la religiosidad tradicional cubana en una suerte de epojé filosófica de alta cultura). Joel murió en el 2006 en Santiago de Cuba. Tuve la suerte y el privilegio de conocerlo y tratarlo varias veces a partir de 1988, cuando entablamos una buena amistad durante el VI Encuentro de Historiadores Locales auspiciado por la Casa del Caribe. Como gran parte de su obra está publicada y disponible dentro y fuera de Cuba, atesoro en mi biblioteca personal 12 títulos (de historia política, social y religión). La suerte de conversar varias veces con Joel en Santiago de Cuba, Bayamo y Manzanillo me posibilitaron «entender» (o al menos dudar) ciertas dicotomías entre la contribución de la «cultura popular tradicional» y la «alta cultura» en Cuba.

 Joel visitó Manzanillo en tres ocasiones Manzanillo por invitación del Centro de Estudios Regionales del Guacanayabo y la Sierra Maestra. En 24 de febrero de 1994, inauguro con la conferencia Vergüenza contra dinero (texto inédito) el «Primer Encuentro de Historiadores en Manzanillo», en la sala de conferencia de la Casa de Cultura. Joel, que nos visitaba junto a María Nelsa Trincado y José Fernández Pequeño, recorrió la ciudad, lugares históricos y almorzó en mi casa donde hablamos de cuantos temas relacionados con la «historia y la cultura decimonónica de la región Cauto-guacanayabo».

Después del almuerzo, Joel supo que yo andaba escudriñando en algunos de sus textos con el propósito de escribir una reseña. En un momento de la sobremesa lo invité a pasar a un cuarto de la casa donde yacía oculta una reliquia familiar, una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre con más de 130 años de existencia. Le comenté que se trataba de la memoria y el archivo simbólico de la familia mambisa Figueredo y que la reliquia a principios de la Guerra del 68 la llevaron consigo durante la travesía al exilio de Jamaica. Y que de regreso a Cuba, la familia a fines de 1877 la trajeron de vuelta, conservada y protegida tras varias generaciones familiares.  En 1948 el venerable protector Pedro Figueredo Espinoza, descendiente de los Perucho Figueredo y Cisneros, el compositor del himno Bayamo, la adquirió en herencia familiar hasta sus días de muerte en 1992.

Joel se acercó a la esfinge de la Virgen en el altar, la miró detenidamente por un minuto, se persignó y dijo más o menos lo siguiente: «La cultura cubana está a salva. Nadie puede impedir su religiosidad. La Virgen nos mira con premonición porque algo está por decirnos y suceder en el futuro». Luego pasamos a la sala, se asomó en el portal y, desde la altura donde se asienta la casa, divisó en lontananza el mar azulado. Se trataba de la costa sur de Cuba, el Golfo de Guacanayabo y el Mar Caribe. Se percató de que el casco histórico de la ciudad de Manzanillo estaba más próximo al mar Caribe con relación a las otras urbes (no poblados) de la costa sur del oriente de Cuba (Santiago y Guantánamo). Joel alzó la cabeza y con los ojos clavados en el mar dijo: «Hay ideas que no puede ser resumidas si no es a partir del pensamiento abstracto. Hay un ideal en el asombro y en la lejanía que se resume en sí misma».

Al día siguiente caminamos por las calles de Manzanillo y muy atento lo vi detenerse en las afueras de la Plaza del Mercado, sacar lápiz y papel, hacer apuntes sobre lo que observaba en el camino. Los ojos clavados sobre lo cercano, sobre lo evidente inmediato, en el detalle, para luego abstraerse de ese universo y seguir la marcha. María Nelsa Trincado, testimonia que Joel «se fijaba en el pequeño detalle porque sabía que ahí estaban las raíces de la historia y de este pueblo. Tendría que leer bastante, buscar bien, pero él tiene una evolución en su pensamiento muy particular». Si a Joel habría de incluirlo en una tradición intelectual, yo diría en la fenomenología. Fue un fenomenólogo nato.

Mi último contacto con Joel fue en junio de 1999, días antes de yo viajar definitivamente hacia Estados Unidos. Joel me entregó en un «disquette» el manuscrito inédito del libro «Los sistemas mágico-religiosos cubanos: principios rectores», con el mandato de que lo copiara y lo enviara por email a Venezuela, donde a través de una gestión editorial de Francisco López Segrera se publicaría (el libro se publicó en ese mismo año 1999 por ediciones «UNESCO-Caracas: Unidad Regional de Ciencias Sociales y Humanas para América Latina y el Caribe»).

En el momento de entregarme el disquette en casa de la historiadora Olga Portuondo Zúñiga, Joel, con la ironía y chanza que lo caracterizaba, me dijo: «ten cuidado con el contenido del disquette, te puedes quemar con fuego». El fuego del que me habló Joel ya estaba incrustado en la conciencia de un lector apasionado por su obra.

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