Por Ardy A, Knight
¿Nos encaminamos en la dirección correcta? Playa Albina, junto con sus análogos más allá de los océanos, posee una esfera literaria propia que podríamos llamar la república de los sabios. Para entender su función, es crucial reconocer, en primer lugar, la existencia de una reproducción del capital social en escala global, un engranaje fundamental tanto en la vida académica como en las actividades profanas.
Siguiendo la perspicaz observación del distinguido escritor Lorenzo García Vega, esta república de los eruditos cubanos se asemeja a un cuerpo social de carácter cripto-platónico. Sería una suerte de reemplazo del dominio exclusivo de los filósofos por un conjunto multifacético de una res pública contemporánea, integrada por artistas, escritores y, en una derivación más reciente, creadores de contenido en plataformas como YouTube.
José Martí, en una ocasión, soñó con una polis gobernada por una ciencia espiritual cerrada, una utopía cuya esencia descansaba en una naturaleza estática. Sin embargo, los cambios históricos no tardaron en propiciar la autogestión de la comunidad, sometiéndola a dinámicas que rompieron el estatismo idealizado. La utopía martiana dio lugar a una realidad donde el flujo incesante de ideas y voces pluralizó cualquier pretensión de quietud.
Hoy habitamos un tiempo donde abundan los sabios tanto como los eruditos, los ignorantes con vastos conocimientos tanto como los archiveros, los maestros tanto como los profesores, y los investigadores tanto como los expositores. En esta nueva res pública—las redes sociales—se ha configurado un Estado de las letras, un espacio sin nombre definitivo, que bien podríamos bautizar como el Buchú enciclopédico. Este caleidoscopio contemporáneo, caótico y efervescente, es, paradójicamente, el reflejo más fiel de nuestra modernidad literaria.