Por Antonio Ramos Zúñiga
Cuando uno se pregunta si existió la revolución cubana de 1959, lo primero a tener en cuenta es que la palabra revolución de por sí puede ser tan sibilina como entrópica, tan benevolente como escatológica. Tempestad, seísmo, cambio, negación, metamorfosis, ruina, utopía, superchería. ¿Es revolucionario arruinar un país? Para ciertas ideologías sí, pues en toda utopía o profecía hay un ave Fénix, un big bang, ellos se lo creen seriamente. ¿Fue revolucionario matar a Dios como proclamó Nietzsche? Victor Hugo rechazaba la razón (sinrazón) revolucionaria de aquellos que pretendían clavar la bandera roja sobre los escombros de Francia. El tópico de las revoluciones es filosóficamente fascinante, pero trae siempre malos recuerdos. No olvidemos que los dos grandes genocidios de la historia fueron productos de dos sistemas seculares emparentados: el nacionalsocialismo hitleriano y el comunismo leninista. Bien, veamos a continuación cuándo la revolución cubana se fue al carijo.
Desclasificando lo seudoglorioso
Lo que se sabe es que el Big Bang llegó a Cuba en 1959. Pero no fue ninguna explosión espontánea. Hoy sabemos, por ejemplo, que la llamada “Gloriosa Revolución de Octubre” desclasificada, no fue otra cosa que un bien tramado golpe de estado dirigido por Lenin, contra la mayoría revolucionaria que clamaba por una revolución democrática; las consecuencias fueron: supresión de elecciones, de partidos y libertades, los gulaps, setenta y cinco años de totalitarismo comunista. Este fue el modelo que apoyaban los intelectuales comunistas y de la izquierda internacional en todo el mundo, aún cuando ya se tenían noticias de las fechorías soviéticas, era el modelo que contraponían a las democracias occidentales. También era el modelo que defendían los comunistas cubanos desde la época de Julio Antonio Mella (1903-1929), uno de ellos, Carlos Rafael Rodríguez, camarada del partido socialista, había firmado incluso una constitución cubana electoral, pluripartidista, social y democrática, en 1940. Puro teatro de caretas este señor.
Casi todos los comunistas cubanos, entre 1930 y 1958, seguían la línea soviética, unos confesos, otros tapiñados. Eran electoralmente una minoría, pero ideológicamente una hermandad muy activa, con cuadros inteligentes y cultos. Entre 1940 y 1959 muchos de ellos habían escalado a cargos del gobierno y a instituciones y sociedades particulares, la mayoría eran de clase media o de la piña del Vedado, barriada donde vivían los acomodados. Después de 1959, esta élite pasó a formar parte del gobierno de Castro, en altos puestos, la nueva clase. También de esta piña surgieron los Pasternak cubanos, intelectuales disidentes, microfraccionarios, desengañados, y lo opuesto, burócratas dolce vita de la nomenclatura selecta que optaron por ser fieles al régimen.
Revolución cubana, o irrevolución prosoviética
Conceptualmente, el término revolución equivale a cambio. Claro, que no todo cambio es revolucionario, ni toda revolución es cambio. El que ha padecido una revolución fascista o comunista, sabe que el término a veces significa un remolino, una mandarria, una guillotina, una perturbación existencial, dígase una metamorfosis de vida, por lo general negativa a corto y largo plazo. En cambio, en las revoluciones democráticas, la vida es jovial y libre, se permite la contestación. Para un historiador, o para alguien que busca la verdad, no como hecho llano, sino como significación y trascendencia, el término revolución tendría que juzgarse por sus resultados objetivos, como evolución transformadora benigna y logros fácticos probados.
Por ejemplo, suprimir las libertades, perseguir el pensamiento diferente y producir regresiones en materias de derechos humanos, racismo, economía, no puede verse como señal revolucionaria. Los historiadores modernos se preguntan por qué a mediados del siglo pasado ciertas historiografías catalogaban como revolución al estalinismo, que ya constituía un proceso podrido de sistemática dictadura, juicios y fusilamientos. No es grandiosa la revolución francesa por las matanzas ordenadas por los jacobinos, sino por la libertad, fraternidad y progreso auspiciados por el bando burgués. Sin embargo, hoy en día se le sigue llamando revolución a muchos procesos impregnados de jacobinismo y comunismo, a procesos que extinguieron su llama dizque revolucionaria hace mucho convirtiéndose en estados opresivos.
En 1959, el triunfo de un proceso político que incluyó guerrrillas armadas lideradas por Fidel Castro, contra la dictadura de Fulgencio Batista, se le llamó Revolución cubana. Se le llamó así a un shock, al desenlace, sin reparar en sus implicaciones. La propaganda mundial lo vio de ese modo. En realidad, el pueblo cubano y el mundo esperaban que fuera la revolución democrática prometida, la vuelta a la Cuba constitucional iniciada en 1940. El mismo Castro había declarado que la lucha era para recuperar lo perdido, se dedicó al sofisma, a la vanagloria. En 1959, la isla se sumió en la gran fiesta, el gran teatro de la Cuba salvada y de Castro-Robin Hood, en medio de una vasta propaganda mundial. Boom revolucionario, supercaudillo. ¿Para qué sirvió toda esa propaganda que provenía de los medios liberales estadounidenses? Para encumbrar a Castro, para echar andar el espectáculo, para cambiar la corriente sentimental cubana. Realmente, el gran teatro estaba preparado, el advenimiento del bluff (decepcionante y metamorfósico gran teatro falso), había nacido la irrevolución cubana, el No-País.
Del 2 de enero al 18 de julio de 1959, duró el gobierno civil del doctor Manuel Urrutia, nombrado por Castro, efímero, pero significativo período que marca el antes y después del destino cubano. Siete meses de gobierno civil, democrático y neutral. Pero gobierno pantalla engañabobos al fin y al cabo, nadie podía imaginar lo que vendría. En abril de 1961 se acabó la fiesta, el gobierno fidelista se quitó la careta y pasó a la fase radical: declaró el socialismo de estado, patria o muerte. La revolución cubana se fue al carijo. La persecución contra los opositores, llamados gusanos y contrarrevolucionarios, escaló con olor a infierno, así como la militarización del país y el choque con Estados Unidos. La nueva retórica de Castro, marxista leninista, se complementó con un plan de ingeniería social totalitaria que no tenía precedentes en América. Dictadura eterna, aplaudida. Pero, ¿por qué esto fue posible?
Una revolución clásica, por supuesto, no puede llegar lejos sin un buen respaldo, sin el aval de legitimidad que le dé un poder o gobierno, que por lo general se materializa proveyendo recursos y discursos de apoyo. Que sepamos, la ayuda dada por Estados Unidos a Castro (indirectamente) fue suspender la ayuda militar a Batista, para quien su peor enemigo era la prensa liberal norteamericana, totalmente pro Castro, ha consentido al castrismo hasta nuestros días, por empatía ideológica (prensa pro dictadura, algo brutal y repugnante).
¿Quién ayudó a Castro, entonces? Fueron varias las fuentes: antes de 1959, recibió ayuda (armas) y dinero de los cubanos que residían en Estados Unidos y de simpatizantes yanquis, algunos empresarios ricos cubanos hicieron aportes, el movimiento 26 de julio de Castro ofrecía bonos, los comunistas siempre fueron un respaldo. Fue la clase media, izquierdista, los burgueses del Vedado, los que más cooperaron. El monto de la ayuda no se conoce, es un tópico de estudio interesante, pero la guerrilla no era un gran ejército, no requería de mucha logística y controlaban las zonas ricas del campo hacia la zona oriental, era suficiente para ser operativos. Por otra parte, fue una mini guerra, en realidad el ejército de Batista estaba desalentado y sus generales carecían de iniciativa, el propio Batista se quejó de los jefes militares. ¿Cómo un ejército profesional puede ser confrontado tan fácilmente por una guerrilla minúscula y ser derrotado en tan poco tiempo? Se supo después que ¡había generales que simpatizaban con Castro!
No cabe duda que, detrás de la fachada, dentro de la trama oscura que entraña la lucha armada y las operaciones clandestinas, había hilos cooperativos secretos que sostenían el movimiento castrista. No es una especulación, sino un patrón. Lenin no llegó a Rusia para organizar la rebelión con los bolsillos vacíos, tenía suministros externos que respaldaban su lucha. La Rusia soviética siempre garantizó fondos para los partidos de la Internacional comunista, para la propaganda y para gestar revoluciones. Obvio, a Batista también lo tumbó la ayuda rusa al abogado Fidel. ¿Por qué Cuba iba a ser la excepción? En más de una ocasión Castro, ya entronizado en el poder, manifestó que siempre había sido comunista y leninista, está probado que dijo la verdad, lo era desde el episodio del bogotazo en 1948, también lo era su hermano Raúl y varios de sus amigos íntimos, todos admiradores de Stalin. Como si fuera poco, el modelo comunista implantado por Castro fue fundamentalmente estalinista, cruel, implacable, megalómano, ya lleva 63 años en el poder, con el visto bueno de una amplia gama de la izquierda mundial y de la influyente izquierda liberal estadounidense.
La lección histórica, epítome del fracaso universal
Después de 63 años de dictadura, al proceso castrista cubano se le sigue llamando revolución cubana. Nunca lo fue. Fue si acaso la revolución de Castro, con una brevísima catarsis de libertad durante unos meses de 1959. En lo esencial, no se puede establecer una relación con el patrón bolchevique, ya que la revolución leninista fue ejecutada como golpe de estado. No hubo golpe de estado en Cuba, hubo asalto al poder y conquista del país y su soberanía, luego posesión absoluta, con patente de corso ilimitada. Fue un proceso bien concertado, altamente conspirativo, que sin la mano de Moscú no habría podido arraigarse. La conjura llevó su tiempo, debió comenzar en La Habana, antes del asalto al Moncada, se activó en México, en 1956, cuando se incorpora el agente Che Guevara. En abril de 1961 ya había armamento soviético en suelo cubano, tanques de guerra, y pronto llegó el petróleo a raudales. Los soviéticos tenían cohetes instalados en octubre de 1962, un claro indicio del papel satelital castrista en la geopolítica mundial del Kremlin. Cuba-colonia, no es ficción. Es historia conocida, la realidad inocultable de que Cuba fue parte de la vasta operación comunista de dominio mundial, en la que Fidel Castro debía figurar como procónsul imperial caribeño, algo por el estilo. Ave Stalin. En 1985, el doctor comunista Antonio Núñez Jiménez comentó entre amigos: “Nuestro viejo sueño comunista se hizo realidad, se lo debemos a los rusos, pasamos trabajo pero lo logramos” (1).
A pesar de la larga vida del bastión comunista cubano, solo le queda la propaganda como autoengaño y la obstinación de la nomenklatura enriquecida de evitar los cambios. El juicio de la historia ya se hace sentir. El enclave suele verse como reaccionario y su exhibición solo complace a los paniaguados y sectarios. Cuba es una extraña mancha en tiempos de posmodernismo global. La revolución cubana no es un ejemplo, ha sido el gran fracaso en el terreno de las teorías de Marx, Lenin y de la utopía. Fracaso que desacredita las viejas y nuevas manifestaciones que se dicen llamar revolucionarias y socialistas. El laboratorio comunista simplemente no funcionó, no pudo crear al hombre nuevo definitivo, ni garantizar la sumisión a punta de hambre y cárcel, no pudo evitar la balsa ni el exilio masivo, tampoco borró el pasado, ni destruyó la familia, ni la espiritualidad, para colmo la preferencia pro estadounidense y pro fula recreció y la base de Guantánamo permanece como una burla al mismo Fidel Castro, que jamás intentó volverla revolucionaria.
Notas
(1) Antonio Núñez Jiménez, fundador de la Sociedad Espeleológica de Cuba, era un amigo muy cercano de Fidel Castro, casi familiar, iban juntos a las cuevas y compartían viajes, ambos son focales en la iconografía de la revolución. Conocía a Fidel desde las temporadas que pasaba Núñez en Mayarí. Era un geógrafo no titulado, y capitán del ejército rebelde. ¿Por qué un personaje que solo era capitán y no tenía ninguna medalla de combatiente, aparece junto a Fidel en muchos episodios importantes a partir de 1959? Su relación con Fidel se fundaba además en el hecho de compartir “secretos”. Antes de 1959 no se ponía el cartelito de comunista, pero lo era. Disfrutó de muchas prebendas revolucionarias. Lo conocí personalmente y fui testigo de muchos comentarios suyos acerca de la intervención soviética en el “plan revolucionario” de Cuba. A su hija, Lupe María, traté de sacarle los secretos de Núñez y me dijo una vez que su padre, Fidel, Raúl, el Che, “un tal, no me acuerdo” y unos rusos habían sido los “inventores” de la revolución. La hipótesis que manejan algunos periodistas de que Fidel era de la KGB no parece ser descabellada, más bien pienso que la conexión soviética de Castro tenía un nivel político más elevado y críptico. Lo cierto es que Fidel siempre se cuidó de anunciarse como comunista, a la vez que simulaba ser un nacionalista demócrata del partido ortodoxo. Muchos comunistas cubanos se afiliaron a dicho partido e hicieron lo mismo.