«Historias del baseball cubano» (prólogo)

Ms. C Joel García León

El juego está por comenzar

Cuando el lector abra la primera página de este libro, todavía la pizarra del estadio estará abrazada a ceros y el periodista Boris Luis Cabrera empuñará el madero como primer y único hombre en la alineación. Le regalará a usted nueve innings, digo, ocho capítulos de lectura, y en cada uno habrá una parte viva, a ratos desgarradora, pero siempre cubana, de la historia de nuestro béisbol.

El primer jonrón de Lázaro Junco, visto desde un televisor en blanco y negro, allá por 1979, cuando apenas tenía 7 años, enamoró para siempre a Boris de este deporte y lo convirtió en el admirador número uno del toletero yumurino, a quien abrazaría primero que nadie cuando Matanzas, su provincia de nacimiento, levantara con ese nombre su primera corona en Series Nacionales en la edición 59.

¿Cómo no dedicar esa necesaria antesala al cajón de bateo, a los sueños beisboleros que crecieron en un niño que además lo practicó hasta su etapa universitaria y empíricamente llegó a ser un entrenador exitoso con categorías infantiles? La primera entrada en este libro de confesiones no esconde la emoción, la vibra humana y lo más punzante de la crónica, un género periodístico que el autor maneja con propiedad y se apropia de ella a partir de sus lecturas y vivencias, pues nunca estudió ni pasó cursos preparatorios de periodismo.

Un matemático convencido del poder de los números deviene en relator de historias por obra y gracia del amor al béisbol. Ahora nos anima a leer de bolas y strikes con una prosa intimista, conversacional, en primera persona, rasgada desde la pasión de un fanático que, poco a poco, y a fuerza de entrar en un mundo desconocido hasta ese momento, se convierte en un colega acucioso, investigador, analítico y capaz de mover opiniones sobre las ideas más polémicas que salen de un terreno con cuatro bases y gradas a su alrededor.

Con el uso de la descripción precisa, el autor juega con la literatura, pero sin cargarla de adjetivos, solo de acciones, como Hemingway lo hizo, obviando las claras distancias entre un Nobel de Literatura y este colaborador primero de las llamadas publicaciones alternativas y luego periodista de fila en el portal Cubadebate y el semanario de la capital Tribuna de La Habana.

Así entramos con él a esos pasajes que muchos conocimos como testigo y ahora lo viviremos desde la lectura fresca y nuevamente estremecedora. El batazo de Enriquito Díaz para decidir el campeonato azul en el Latinoamericano, el jonrón de Medina en la Copa Intercontinental de Edmonton 1981, el ponche corajudo de José Modesto Darcourt a Orestes Kindelán en un domingo inolvidable, la reacción de Muñoz ante un pelotazo cantado y que hizo correr al lanzador una final de 100 metros, o el hit de oro del Curro Pérez en el mundial de 1969, por solo citar algunos.

Ya para el segundo episodio, el cronista se funde con la información fidedigna y nos trae hacia el emblemático equipo de Industriales y no puede menos que acercarse a varios de sus Leones, quizás no todos los que quisiera, pero representativos de los 12 títulos que archivan en sus vitrinas. Alexander Malleta, Germán Mesa, Javier Méndez, Juan Padilla, Lázaro de la Torre, Pedro Medina, Agustín Marquetti, Rudy Reyes, Stayler Hernández, Yoandry Urguellés y Rey Vicente Anglada.

Su propio trabajo para un medio de comunicación capitalino lo llevó a lo que él mismo asume con entereza: «con el tiempo he aprendido a amar a los industriales, ese equipo polémico que todos quieren ver en el terreno y que nunca pasa inadvertido, aunque esté ocupando lugares lejanos en la tabla de posiciones». Desde las páginas de un libro se escribe fácil, en el desempeño diario, periódicos o redes sociales, más de un reproche difícil le ha costado al autor.

Luego entraremos al inning más complicado y paradójicamente más atractivo de este juego. En entrevistas atrevidas, picantes, a veces demasiado contemplativas y magnetizadas solo por lo que dice el entrevistado, nos presenta dos caras de un único béisbol: los peloteros que emigraron y quienes hicieron todas sus carreras en Cuba.

Tanta es la fuerza y polémica que desencadenan esas revelaciones, que a ratos los emigrados mezclan política, gobierno y acusaciones personales con el deporte cuando ellos mismos han criticado siempre que no debe hacerse; y en otros casos es demasiada la verdad de quienes apostaron por el espectáculo para su pueblo, por más que respeten las decisiones de quienes se fueron a probar su talento en otras ligas profesionales, e incluso por más que sufran de ciertos olvidos o desatenciones ilógicas ante tanta grandeza deportiva y moral entregada.

En Tony Oliva, Pedro Ramos, Mael Rodríguez, Euclides Rojas, Pablo Miguel Abreu, Yadel Martí, Deynis Suárez, Irait Chirino, Michel Abreu y Remigio Leal flota esa añoranza por la Cuba que dejaron y muchos reencontraron luego con el mismo amor a su deporte nacional. Conceptos como traidores, respeto y cubanía son recurrentes, aunque no necesariamente compartidos de igual manera por Muñoz, Medina, Ulacia, Fernando Sánchez, Andrés Ayón u Osmani Urrutia.

Precisamente este último, tunero de Macagua y uno de los más potentes bateadores que haya pasado por nuestros campeonatos nacionales e internacionales, define con claridad meridiana, su experiencia del Primer Clásico Mundial en el 2006.

Claro que Boris no se conformó y siguió bateando, lanzando y fildeando. Habla de Pedro Chávez desde la admiración que le tenía Muñoz, del gran capitán Antonio Pacheco a través del ejemplo que dejó para Ulacia, de un fuera de serie como Asdrúbal Baró desde la ascendencia en casi todos los jugadores pinareños y capitalinos que fueron sus alumnos.

Tampoco quiso olvidar a los técnicos o directivos y para el medio del partido, es decir, casi en la mitad del libro, les dio la oportunidad de empuñar bates y criterios. Volvió el Rey Anglada y aparecieron otros imprescindibles como José Manuel Cortina, Alfonso Urquiola, Eulogio Vilanova, Juan Charles Díaz, Miguel Borroto y Luis Suárez.

Precisamente este último, quizás demasiado anónimo para tanto talento empeñado, resume mejor que nadie este apartado. «El secreto para ser un buen entrenador de béisbol está en el amor a la profesión, a lo que uno hace, además del sacrificio, la sistematicidad y la perseverancia. Hay que darlo todo sin mirar horarios ni días festivos, entregarse al trabajo diario». ¡Cuánta verdad, cuánta falta haría clonar esas palabras!

Para cerrar con broche de oro su primera oferta editorial, Boris no deja afuera a los hombres de negro encargados de impartir justicia. Y se tira a la piscina de preguntas y respuestas con Luis Felipe Casañas, Blas Guillén y César Valdés. Quizás pudo incluir a otros con más o menos recorrido en una de las profesiones más ingratas dentro de un diamante beisbolero, aunque recordada para siempre si se actúa con ética, respeto y decencia.

En uno de los últimos compases de este encuentro con la lectura, regresaremos a las crónicas por el adiós de algunos imprescindibles: Pedro José Rodríguez, Ismael Sené y Ernesto Reynoso, al tiempo que alimenta un capítulo jamás recogido en libros sobre esta temática: los anónimos, en el que rinde tributos más que merecido al comentarista deportivo, al cargabates, el anunciador del Latinoamericano, a la reportera más recordada del béisbol (Julia Osendi) y al historiador.

Se despide en las últimas entradas con cinco historias que han pasado entre olvidos e injusticias: Pedro Jova, Eddy Rojas, Fausto Álvarez, Eduardo Cárdenas y Alexander Guerrero. Y como buen cerrador actualiza al lector sobre la declaración del Béisbol como Patrimonio Cultural de la Nación; en tanto se decanta por los tres mejores por posiciones que han pasado por nuestras Series Nacionales, no exento de polémicas.

Para quienes leerán este juego de ocho innings, el final les dejará pensando una y otra vez qué falta, cuántas más páginas pudieron escribirse, cuántas más voces son necesarias para intentar contar la historia de nuestro béisbol; cuántas anécdotas, interioridades y momentos históricos son posibles de atesorar en tanto imaginario popular.

Al cerrar entonces la última página de este libro, todavía la pizarra del estadio estará abrazada a ceros y el periodista Boris Luis Cabrera seguirá empuñando el madero, ahora listo para un próximo desafío, pero acompañado en la alineación por sus seguidores más fieles.

Ms. C Joel García León

Título: Historias del baseball cubano

Autor: Boris Luis Cabrera

Libro disponible en: https://bit.ly/40SapRS

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