Hermann Hesse, el último pesimista

Por El barriotero

Hermann Hesse fue de los primeros autores que leí llegado a Playa Albina. Su escapismo del mundo no me atrae, pero me llamó especialmente la atención cuando leí Demian, el autodescubrimiento. Luego llegaron El lobo estepario y Siddhartha. No pude con Juego de los abalorios. Su orientalismo hindú me resulta fatal, extemporaneo. Esta canonización del individuo, este vivir según las propias leyes, no unirse a la banda de música, sino el respeto a la individualidad, y también la de los demás. Ese preciso conocimiento de uno mismo, también el ponerse a prueba en situaciones extremas, me ayudó en mi camino de autodescubrimiento, entender el misticismo y la leyenda negra sobre ego.

55 años después de su muerte, Hermann Hesse sigue siendo uno de los escritores más populares y vendidos del mundo. Rechazado o glorificado en este, Thomas Mann lo consideraba el «más cercano y querido» de los autores contemporáneos, desde el «efecto electrizante» de Demian, que comparó con el del Werther de Goethe. Henry Miller consideraba que la leyenda india de Buda Siddhartha de Hesse era «una medicina más eficaz que el Nuevo Testamento».

En las últimas décadas, los buscadores de sentido de la vida de todos los rincones del mundo han experimentado lo estimulante que puede ser volver a leer a Hesse en la actualidad, pues es un autor con el que nunca se termina y que, como ningún otro, nos devuelve la intensidad de la juventud. Su lenguaje inconfundible, encanta y cautiva porque es maravillosamente claro y no disimulado. Porque siempre va a por todas y no escatima en su anhelo de sentido, amor y autodeterminación. Nada en sus escritos es anticuado, monótono o necesita ser interpretado.

Sus novelas son parábolas existenciales, parábolas, leyendas, biografías del alma, viajes de aventura a los fundamentos del ser, que afectan a cada lector en su radical subjetividad. Allen Ginberg, Neal Cassady, Jack Kerouac y Carlos Santana lo leyeron como pionero de los poetas beat y artistas emergentes en tiempos dramáticos, entonces como ahora. El hecho de que este poeta nunca se ajustó a las respectivas teorías literarias de moda (que actualmente se tambalean un poco entre la intertextualidad y la narratología) es más bien una ventaja.

En lugar de experimentar con nuevas formas de expresión, se preocupaba por la accesibilidad y la persuasión del contenido. Esto no irritó ni a Franz Kafka, ni a Thomas Mann, ni a Stefan Zweig, ni a Romain Rolland, ni a André Gide en su veneración por Hesse. Es precisamente su insistencia, que no está de moda, en la conciencia, el espíritu, el sentido y el alma de la vida, lo que hoy parece tan fresco y provocativamente alternativo.

Lo fructífero que es esto queda ilustrado, entre otras cosas, por el documental Hermann Hesse responde en Facebook. «En este mundo falta el meta-ser, escribe un usuario de Facebook, «espero poder liberarme como Harry Haller en el libro Der Steppenwolf. Por desgracia, nuestros problemas siguen siendo en gran medida los mismos desde la época de Hesse: la dirección del dinero, la arbitrariedad sin sentido de la industria cultural y el feuilletonismo, la masificación de los poetas y la anonimización de la vida.

Por otro lado, sigue siendo progresista el llamamiento de Hesse a la obstinación, a la resistencia contra el conformismo y la heteronomía frente a la conformidad de las instituciones, las escuelas, los medios de comunicación y los parlamentos. Los objetivos de los movimientos actuales como Greenpeace, Attac y Occupy estarían totalmente en su espíritu, porque arrojan arena en los engranajes del mercantilismo desenfrenado.

Con más de 150 millones de libros, Hermann Hesse es actualmente muy leído en todo el mundo. Traducido a más de 70 idiomas, es hoy uno de los autores en lengua alemana más populares del siglo XX. Cada año, numerosos volúmenes de Hesse encuentran sus lectores en todo el mundo. ¡Una historia de impacto incomparable!

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