«Hasta la victoria siempre»

Por Jose Antonio Mancebo

Han transcurrido 58 años desde que la icónica frase «Hasta la victoria siempre» se inscribió en la memoria colectiva (1965), y aún sigue resonando en el imaginario histórico. Pero, ¿qué atmósfera dio origen a esta consigna y cuál es su verdadero significado?

La frase nace del idealismo romántico inherente al materialismo marxista, arraigado en las tensiones políticas e intelectuales de mediados del siglo XX. Encuentra su raíz en la interpretación de los textos de Marx sobre la revolución de 1848 en Francia, un periodo de insurrección que subordinó la epojé—la teoría—al terreno práctico, interpretándola como una movilización de la contemplación hacia la acción. Este contexto intelectual y revolucionario estableció la lucha definitiva de los nuevos productores, el proletariado, como un medio para instaurar una clase social eterna y engendrar al «nuevo hombre»: un ser desalienado y emancipado.

En este clima, «Hasta la victoria siempre» cristalizó como el emblema de un triunfo absoluto, el cierre de un ciclo histórico de clase. Para Ernesto Guevara, inmerso en el fervor revolucionario y el choque de ideologías de la Guerra Fría, esta frase proyectaba una victoria perpetua. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿victoria sobre quién o qué?

La respuesta va más allá del enfrentamiento con el Estado burgués. Esta victoria, más profunda, se define como un triunfo sobre los creadores artísticos y sobre la presunta muerte del pensamiento, como lo intuyó Kafka. En un mundo donde el arte y la teoría parecían sucumbir ante las demandas de la acción revolucionaria, Guevara postuló la supremacía del hacer sobre el pensar, lo cual constituye la esencia del voluntarismo. El voluntarismo revolucionario desplazó la especulación filosófica y relegó la fenomenología trascendental a un estado trivial y desprovisto de vitalidad. La victoria utópica se erigió sobre los restos de una contemplación intelectual desactivada.

En síntesis, «Hasta la victoria siempre» no es solo una consigna revolucionaria, sino el producto de una atmósfera cargada de tensiones ideológicas, luchas de clase y fervor político. Es la representación de un idealismo marxista que busca inmortalizar la acción práctica como antítesis de la parálisis intelectual, haciendo de la creación artística y la praxis los pilares de una utopía que se alza contra la inercia del pensamiento.

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