Hannah Arendt y el complejo de la «vida activa

Por Leopoldo Ávila

Como entidad asociativa y activa, el éxito del castrismo revolucionario fue llevar a efecto, desde el principio de 1959, el asesinato de la reputación de la vida contemplativa. En materia intelectual, el vehículo del asesino fue entre 1967 y 71 Pensamiento crítico. ¿Qué es la vida contemplativa? ¿Cómo se piensa en un estado de contemplación?

El gran descuido intelectual de Hannah Arendt estriba en intentar separar de la condición humana la vida activa de la vida contemplativa, asumiéndolas como magnitudes independientes, en forma de activismo una y en forma de reposo otra. El caso de la propia Arendt demuestra que la contemplación (vida teórica) y activismo (vida en acción) iban unidos en el sujeto mismo que se ejercita. Pero el peso desmedido concedido a la vida activa redujo a cero la vida contemplativa y provocó la tendencia demencial del   ser humano corrompido por la actividad y el trabajo. ¡Hay que actuar, tomar postura y compromiso! En otras palabras, hay que enterrar definitivamente al «ángel desinteresado».

El ángel de la vida contemplativa y hacedor de epojé, cuyo cadáver vemos pasar todos los días con destino a las fosas de los cementerios cubanos, desaparece de las páginas de la obra de Arendt. Cuando se comprueba por otra parte, con elementos empíricos abundantes, como la vida contemplativa coadyuva más a la realización de la forma del mundo y la cultura. Que el activismo es una lacra social, nunca paso por la mente de Hannah Arendt. ¡Trabajar y para de observar, como si el pensamiento fuese también otra forma del trabajo!

En el tumulto movilizado, la retirada para ejercer la intuición ni importante y necesaria. Quien carece de capacidad para dudar, se convierte en simple trabajador. Pero ante la anterior declaración sobre la capacidad del trabajo, Arendt dice que pensar es también forma de vida activa. Aquí se construye el mito del activismo. Claro, pensar fuera de la vida contemplativa. El pensar que se desliza como sujeto de movilización.

El desprecio evidente que presenta Arendt por la vida contemplativa rosa el mismo imperativo de cualquier revolución. Quien pueda salvar al mundo en estos momentos, afirma Arendt en La condición humana, constituye el «milagro de la natalidad», el comienzo de la actividad, en tanto «la acción que son capaces de emprender los humanos por el hecho de haber nacido». El nuevo hombre arendtiano respondería como se ve a un sujeto zanjado por el combate. El combate, praxis revolucionaria, responsable de quebrantar   el rendimiento del ser humano vasto de epojé.

En Humano, demasiado humano Nietzsche sentencia:

«A los activos les falta habitualmente la actividad superior: me refiero a la individual. Son activos como funcionarios, comerciantes, eruditos, es decir, como seres genéricos, pero no como personas singulares y únicas y enteramente determinadas; en este respecto son holgazanes. Los activos ruedan como rueda la piedra, conforme a la estupidez de la mecánica.»

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